Los Sabalza, una familia con el corazón 'rojillo' y amarillo

Luis Sabalza, presidente de Osasuna, se encuentra con su hijo Pablo a su llegada a Gran Canaria y a su nieta Amalia, que le recibe con una camiseta del club navarro y una ‘pantaloneta’ de la UD

Tanto al presi como los embajadores insulares firman el empate

Llegada del Osasuna y de aficionados rojillos a Gran Canaria

Andrés Cruz

David Rodríguez

David Rodríguez

Dos embajadores rojillos en La Aldea de San Nicolás, con parte de sus corazones pigmentados de amarillo, y con el encargo de ejercer como anfitriones en Gran Canaria de todo un presidente. Ese es el cometido que tenía Pablo Sabalza hasta hace apenas siete meses y que ahora puede compartir con su hija Amalia cuando les viene a visitar su abuelo, Luis, el mandamás de Osasuna.

Sherezade se queda mirando con una sonrisa que hipnotiza a su hija y a los presentes desde un lateral del hall del Hotel Santa Catalina la instantánea que conforman las tres generaciones Sabalza y de la que ella forma parte como la encargada de que las raíces de Pablo se hayan arraigado a Gran Canaria, lugar a la que llegó hace 20 años y que después de «reir y llorar tanto en las Islas», que ahora se siente «más canario que el gofio».

Orgullo de padre

Un sentimiento que consigue trasladar a su padre Luis, a quien con sólo la mirada y el abrazo que le transfiere no arroja duda alguna de que el de que el orgullo y admiración que siente por el presi. «Para mí cada vez que vengo a Gran Canaria es un viaje muy especial por lo que supone tener a mi hijo aquí», obvia el mayor de los Sabalza, que destaca «el viento» que recibió ayer a la expedición de Osasuna desde que pusieron un pie en la pista de Gando.

Palabras que transmite el mandatario rojillo con un temple que le confiere la sabiduría de quien ha sido capaz de asentar a un club que asumió en horas bajas en 2014 y con la guadaña de Hacienda acechando.

«Mi padre asumió la presidencia de Osasuna en uno de los momentos más complicados que ha vivido la entidad. Apostó prácticamente todo al rojo [ríe] cuando era una locura hacerlo. El club estaba en una situación muy, muy delicada. La palabra orgullo se queda muy corta para describir lo que siento por él y, juraría, que es el sentir de la mayoría de osasunistas», relata Pablo por la persona que no sólo tiene el corazón ganado de su hijo si no de Navarra.

Lanzó el chupinazo

Porque no hay duda de que Luis está en la cúspide de las personas más amadas de Pamplona. Fue el encargado de lanzar el último chupinazo en Sanfermines. Un honor al que ser cuestionado si lo cambiaría por un título o volver a la Champions League no puede responder a pesar de pensárselo.

«Son cuestiones distintas. Llegar a Europa es muy complicado por las diferencias presupuestarias que tenemos equipos como Osasuna o Las Palmas con los que habitualmente van. A nosotros nos costó 16 años ir y por ser séptimos. Pero poder tener el honor personal de ser el elegido entre 600.000 navarros de obtener ese galardón y ser felices con el pueblo al igual que lo hace el equipo es algo que no puedo elegir», explica el dirigente.

La fiesta popular más famosa de España la vive Luis desde el exilio «con el corazón», al igual que Osasuna, porque para él «la distancia no significa nada cuando lo significa todo».

Y es que esa devoción por el club se inyectó junto a su padre desde que tenía unos diez años. Momentos imborrables «como los bocadillos del descanso» que servían para paliar el frío de El Sadar y que se mezclan entre tantas aventuras vividas, como la que tuvieron que superar el 7 de junio de 2015 de la mano para serpentear el descenso.

«Estábamos en Segunda. Mi padre acababa de llegar a la presidencia. Si empatábamos nos manteníamos en la categoría. En el descanso perdíamos 2-0 y mi padre me dijo en el descanso que no pensaba más que en los problemas que le venían. En el último minuto metimos el gol del empate y aún hoy nos emocionamos al pensarlo. Y lo mejor... al año siguiente subimos a Primera», exclama Pablo como si estuviera relatando una de las líneas de sus éxitos literarios como Entre ellos, o La cometa de Miel, en la que si hubiera tenido espacio hubiera incluido el deseo que comparte esta familia: «Firmamos el empate».