Descenso y ascenso en nueve días

El Cádiz, que necesita un milagro para seguir en Primera, salvó la categoría en 1987 gracias a una ‘Liguilla de la muerte’ impulsada por su presidente de entonces, Manuel Irigoyen

Manuel Irigoyen (d.), Mágico González (c.) y un directivo del Cádiz, en 1982.

Manuel Irigoyen (d.), Mágico González (c.) y un directivo del Cádiz, en 1982. / La Provincia

El Cádiz necesita un milagro para salvar la categoría. Tiene que ganar sus dos partidos, el primero el que le enfrenta esta tarde con la UD Las Palmas, y después depender de lo que hagan hasta cuatro equipos: Mallorca, Celta, Rayo Vallecano y la propia UD. Sin embargo, en la historia del cuadro gaditano hay ejemplos de prodigios como el de la temporada 1986-87, o más recientemente hace dos cursos. Ahora necesita algo más.

El Cádiz causa simpatía por casi toda España desde siempre. Por lo que sea, el representativo de la Tacita de Plata, donde la UD Las Palmas busca esta tarde (18.00 horas) el empate definitivo que le permita seguir en Primera, cae bien, y a ello seguramente contribuyeron las temporadas de finales de los 80 y principios de los 90 en las que el equipo salvó la categoría de forma milagrosa. De alguna manera, el cuadro amarillo siempre tenía el agua al cuello, pero al final se salvaba. Para hacerlo en este 2023-24 necesita poco menos que otro prodigio en el que, seguramente por el ejemplo de la historia, la gente confía.

Hay un punto de partida en los milagros del Cádiz: la temporada 1986-87. La Primera División acababa de reducirse a 18 equipos y estrenaba un nuevo formato de competición que consistía en una fase regular como siempre y luego tres liguillas de seis equipos, a doble partido y con los puntos que cada uno había sumado en las 34 jornadas regulares. Así, los primeros seis lucharían por el título, los siguientes por las posiciones intermedias y los últimos por evitar una de las tres plazas del descenso. En esta última participaron los andaluces, y también la UD.

Los isleños, dirigidos por Germán Dévora, que sustituyó al húngaro Ferenç Kovacs tras la vigesimonovena fecha, se salvaron con solvencia: acabaron segundos en esa miniliga de seis equipos y, en consecuencia, se salvaron. Los gaditanos, sin embargo, no pudieron revertir la mala situación a la que llegaron a la liguilla y siguieron últimos, a ocho puntos de la permanencia que marcó el Sabadell. Estaba condenado al descenso.

Cambio de norma repentino

Sin embargo, un acontecimiento sin precedentes iba a mantener al Cádiz en Primera. Justo en el último tramo de competición la patronal de entonces –hoy LaLiga– decidió que el curso siguiente volviera a haber 20 equipos en la máxima categoría, por lo que estableció que sólo descendería uno. La medida, en cualquier caso, no salvaba al Cádiz, pero fue entonces cuando su presidente, Manuel Irigoyen, con cargo también en la federación Española y, por tanto, con poder en ella, impulsó una nueva liguilla que debían disputar los tres colistas, Osasuna, Racing de Santander y el propio Cádiz, a un sólo partido. Era, en cierta forma, una especie de fase de ascenso entre los tres que acababan de baja y en la que subían dos.

Hace 37 años el cuadro gaditano, que había sido colista de la fase regular y una liguilla, se mantuvo con una ‘treta’

El dirigente alegó que un cambio en las reglas del juego en plena competición fue perjudicial para su equipo, que habría planteado la temporada, quizá como cualquier otro, de una manera distinta.

El Racing, el perjudicado

Sea como fuere, la llamada Liguilla de la muerte se jugó y el Submarino, apodo hoy atribuido al Villarreal, se salvó. Un empate en Santander (1-1) y otro en el Ramón de Carranza ante Osasuna (1-1) dejaba la resolución del descenso en el duelo Osasuna-Racing, del que salió vencedor el cuadro navarro (2-0) –si hubieran empatado, habrían decidido las tandas de penaltis de los encuentros anteriores y la del choque de El Sadar–, por lo que el Cádiz se salvó y el conjunto santanderino se fue a Segunda.

De esta forma, puede decirse que el equipo de la Tacita de Plata, dirigido por David Vidal, subido del filial para las dos últimas jornadas de la fase regular y las liguillas posteriores tras las destituciones de Manolo Cardo, primero, y Dragoljub Milosevic, después, descendió de categoría un 21 de junio de 1987 y ascendió el 30 de ese mismo mes.

A partir de ahí nació el mito de Manuel Irigoyen, para la mayoría de aficionados cadistas el mejor presidente de la historia del club no sólo por la triquiñuela –seguramente justificada– para salvar al equipo, sino porque bajo su mandato (1978-92) llegó a la entidad el mito Mágico González y con él la época más glorioso del Cádiz, que estuvo 10 temporadas en Primera –cinco en Segunda–, subió tres veces de categoría y llegó a una semifinal de Copa del Rey. Y llenó al equipo de canteranos como Kiko, Barla, Quevedo o Arteaga, que posteriormente hicieron buena carrera en otros lares.

En Cádiz recuerdan los cuatro triunfos finales en 1990 con David Vidal y la promoción dramática de 1991

La leyenda continuó. En la temporada 1989-90, el Cádiz de David Vidal ganó los últimos cuatro partidos de Liga, uno de ellos en la penúltima jornada ante el Tenerife en el Heliodoro sin tirar a puerta y con un tanto de Manolo Hierro en propia puerta, y se salvó.

La campaña siguiente el milagro fue todavía más rocambolesco, porque gracias a una remontaba al Zaragoza en la última jornada, con goles de Dertycia y Kiko (2-1), evitó el descenso directo y se fue a la promoción.

Tras perder en La Rosaleda por la mínima (1-0), ganó por el mismo resultado en el Carranza con uno menos desde el minuto 32, y tras la prórroga, la eliminatoria se decidió en la tanda de penaltis. En el último lanzamiento del Cádiz, el carismático Juan José, apodado Sandokán, marcó, y precedió la explosión de júbilo que se produjo cuando Szendrei paró el tiro a Emilio, el especialista del rival.

Más recientemente, hace dos cursos, el Cádiz se salvó gracias a que Jorge Molina falló un penalti para el Granada en el Nuevo Los Cármenes. Son los milagros de un equipo que ahora necesita algo más que eso.

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