En estos días, unos más y otros menos, la mayoría buscamos un lugar, cerca o lejos, en el que cargar las pilas y huir del frenético día a día. Toca vacaciones, días para el olvido y disfrute. Para muchos esa ha sido la preocupación de la semana: dónde descansar, dónde hallar ese rincón que frene el reloj. Pero no nos engañemos. No todos los vecinos, solo un mínimo porcentaje, estamos enfrascados en la misma preocupación.

En nuestra ciudad hay muchos vecinos, muchísimos, que no saben de vacaciones y que durante los 365 días del año hacen malabarismos para salir adelante, para sobrevivir, para que el dinero les llegue para llenar la cesta de la compra y cubrir los gastos de la casa. Muchos, incluso, no han vivido jamás el hormigueo de una vacaciones pero es que de todo hay en una sociedad multicolor con distintas economías. La crisis ha hecho más ricos a los ya ricos y más pobres a los que ya eran pobres, eso es así. ¿Vacaciones dices?, no puede ser. Las realidades son distintas. Ahí tienen sin ir más lejos el ejemplo de Doña Carmen, la anciana que cada tarde de verano sale al parque de su barrio, sus hijos le colocan una silla de playa, una sombrilla y ahí ve pasar el día, fresquita, hablando con todo el que le dé conversación. Ese es su verano. Sabe Dios si la mujer disfruta más con su parque/terraza que en un hotel de lujo. No sé, no sé. Es la cara cambiante de una sociedad que sus gobernantes han convertido en una fábrica de pobres. La amnesia de verano es un buen antídoto contra las amargas historias que la vida nos sirve en bandeja y que poco a poco, con la emoción y la deriva que elige la pluma, camina del blanco al negro. Esta columna semanal tiene mucho de emoción, de cercanía, de historias reales de manera que iniciado el mes de julio me permito compartir con ustedes que en unos días pasaré las primeras vacaciones de mi vida con ese niño que llegó a nuestras vidas. Mi nieto. Nada especial, ni gran destino, ni gran hotel. Días adaptados a su demanda, a mirarlo y verlo crecer. Por unas semanas arrincono las colaboraciones periodísticas salvo ésta. No pienso emplear un solo minuto en otra cosa que no sean los míos.

Unos días para dejar pasar el tiempo mirando a los celajes, ese conjunto de nubes multicolores, tenue, que tampoco tienen prisa.

Exactamente eso.