Será difícil que alguien iguale la más que brillante trayectoria deportiva de Quique Martínez, el hombre que situó a la natación canaria a nivel europeo y que nos ha dejado hace dos días. Quique, para los que no lo saben, que serán pocos, ha sido un grande de la natación. Amó tanto ese deporte como adoró a su mujer, la querida Filis, esa persona que siempre estuvo a su lado, la que vivía los éxitos de la escuadra de Quique como si fueran suyos.

Es fácil hablar del Quique conocido, el de las entrevistas, el entrenador del equipo nacional de natación, el que acudió a varias Olimpiadas con el equipo español llevando en su selección a nadadores canarios, el de los premios. Digo que eso es fácil, basta con tirar de hemeroteca y ver los innumerables logros deportivos de las estrellas de la natación que de su mano subieron al pódium. Pero no, hoy prefiero hablar del hombre íntegro, bueno, pasional y exigente que fue. La faceta personal de Quique era entrañable porque para sus nadadores fue entrenador, padre y consejero. Todos los días iba al Metropole. Llegaba con el entrenamiento de cada nadador en la cabeza. No permitía ni una salida de tono. Trabajar con adolescentes que solo queríamos terminar pronto y a casa no es fácil. Muchos intentamos engañarle alguna vez. Es decir, si él ordenada hacer 500 metros y podías reducirlo a 300, lo intentabas pero casi siempre te descubría. Entonces sonaba tu nombre y un pitito. Cazado. Otros 500 metros.

Siempre guardó la distancia, especialmente con los padres de las figuras que creían saber más que el entrenador. A él le debo que diagnosticaran mis jaquecas. Siempre me dañó el sol y en la piscina su reflejo en el fondo era un martirio. Nadaba con un ojo cerrado para protegerme. Nadie se había dado cuenta así que un día me pregunto y le conté. ”Dile a tu madre que te lleve al médico”. Ahí descubrí las gafas de sol. A veces lo recordábamos.

Con Quique tuve una relación muy más cercana cuando ya alejado de la natación me proponía que escribiera de esto o de aquello y yo, que lo respetaba tanto, intentaba contentarlo. Un día quiso escribir un libro sobre natación y se vino a La Provincia. Venía cada día. Desconozco si lo terminó. Sea como sea recuerden que su vida representa los años de oro de la natación canaria. Por aquí lo sabemos bien.

Con libro o sin libro