Entre llantos y lamentos, llegó el solsticio de La eterna primavera. Miles de mascaritas lloraron a su sardina, tan simpática ella, a pesar de quedarle poco tiempo para arder entre las llamas.

Decenas de viudas y sacerdotes siguieron el cortejo fúnebre de las fiestas. Pero, entre todas ellas destacaba una turista un tanto perdida. Con un acento peculiar, puede que de Alemania o de más arriba, daba su testimonio y asombro ante tanto lamento. "Yo venía a pasar el día en la playa y me encuentro en medio de todo esto". Con biquini, pantalones cortos y pañuelo en la cabeza, para cubrirse de un supuesto sol que nunca apareció, esta particular turista seguía bailando rodeada de viudas. No iba sola, estaba muy bien acompañada por Cuqui, su fiel perro de color amarillo limón. Al animal no le sentó nada bien la noticia, parece ser, "Cuqui tiene depresión, no puede ver a la sardina así, no quiere ni hacer caca", cuenta su dueña mientras camina al son de la banda 'Isleña'. Lola Jiménez, verdadero nombre de esta singular guiri, venía todos los años al Entierro de viuda, pero en esta ocasión quiso poner la nota de diferencia conviertiéndose en una "turista despistada".

No obstante, las mujeres de negro y los lamentos no faltaron entre el público asistente. El cortejo fúnebre duró varias horas desde su partida a la altura del Club Metropole hasta su llegada a la playa de Las Canteras. En medio de esa marabunta se cruza en el camino una pareja de "ancianos" que también vienen a llorar el final de La eterna primavera. Se presentan, Paca Garse y Bartolo Jiménez "pa' servirle a usted". No son sus primeros carnavales, repiten por segunda o tercera vez, ya no recuerdan bien, los achaques de la memoria parece ser. Paca responde que viene a bailar, incluso confiesa que le da un poco igual, de todas formas "al Bartolo si que le importa, me da la espina que me la pegó con la sardina en alguna ocasión". Sea verdad o no este culebrón de despechos y pasión, estos dos ancianos de la capital grancanaria se perdieron, bailando, en ese mar de mascaritas en luto por su sardina.

El fin de la primavera se acercaba, la Sardina cada vez estaba más cerca del fuego purificador. Puede ser que esto motivara la gran ausencia de hippies, flores y grandes pelucas setenteras. El Carnaval ha vivido más de tres semanas rodeado del color del campo; ahora, Cuqui y su dueña son los únicos que ponen esa nota de color entre tanto negro. Eso pensaba cualquier asistente hasta que comenzó a llover. Efectivamente, el líquido elemento tampoco quiso faltar a esta cita, después de hacerlo en numerosos actos de las carnestolendas, llegando a suspender alguno. Entonces, el agua obligó la apertura de los paraguas, destacando uno entre tantos. Una sombrilla multicolor, emulando al arco iris, se desplegó sobre la carroza de la Sardina en las manos de Inmaculada Medina, concejala de Carnaval. A su lado estaban los monarcas de las fiestas, Esther Pérez y Drag Sethlas. El propio Borja Casillas volvió a darse un baño de masas y a convertirse en el centro de todas las miradas. Una vez más, los flashes corrieron más rápido que la pólvora delante del drag ganador.

La polémica levantada por Sethlas el pasado lunes, provocó que el clero tampoco faltara a esta ineludible cita. En medio de un grupo de curas, custodiado por el mismo Torrente, se encuentra Serafín Guedes, un cardenal dicharachero. "Llevo cuatro años con esta vestimenta, antes era un simple cura", se ve que consiguió ese ascenso tan esperado.

Cerca de esta corte clerical se encontraba una de las incondicionales del Entierro sardinero, Domingo La Negra. Ella destaca siempre entre todo el conjunto de plañideras. 40 años dice que lleva al frente del Carnaval, desde los tiempos del exalcalde Rodríguez Doreste. "Empecé en los tiempos en los que Doreste se disfrazaba de mujer y yo de Tina Turner" cuenta Domingo. Los tiempos de divas y música soul han pasado, pero esta viuda llora desconsolada antes de la incineración de la Sardina. Ya en Las Canteras, Cuqui, en una especie de solidaridad animalista, se tira al mar para poder rescatar a su querido pescado de las llamas.