Sonidos negros con duende

Jesús Carmona durante la representación de  ‘Baile de bestias’.

Jesús Carmona durante la representación de ‘Baile de bestias’. / LP / DLP

Un modesto artista itinerante, de los de antes, de los que se desplazaban caminando de pueblo en pueblo para actuar y ganarse la vida, deambula por un bosque oscuro. Calza botines rojos y porta un cajón en el que lleva sus pertenencias, sus ropas ajadas, un sayo rojo, se deshacen en harapos. 

Le acompaña un músico vestido de negro. Ambos se acercan, se enfrentan, se conocen y se relajan mientras son bañados por una luz cenital blanca, de carácter milagroso. Todo esto ocurre durante unos iniciales pocos minutos de tensión que parecían, sin embargo, interminables. Es la iluminación del artista. Y la forma original con la que comienza el laudeado montaje Baile de bestias que se representó el pasado sábado en el teatro Cuyás, y que protagonizó el bailaor Jesús Carmona acompañado por el músico Manu Masaedo. 

Esta luz, al comienzo estática, cambia a color rojo y comienza a moverse de forma imprevisible, hasta que desaparece. Ambos intérpretes la persiguen, arranca la búsqueda de la iluminación. Una voz del más allá ordena reiteradamente «Te doy permiso para que te expreses a través de mi cuerpo». 

El artista catalán realiza un espectáculo de baile sobresaliente, más no se limita sólo a la danza, tal como le ordena la voz se expresa con todo su cuerpo, estático, incluso durante minutos, contorsionándose, demostrando una flexibilidad y dominio del cuerpo increíbles, no se limita al flamenco, que es la base, pero su actuación va más allá de lo contemporáneo, alumbrando caminos que él y otros deberán recorrer. Aunque no resulta complicado encontrar enlaces con el baile de Sol Picó y la música de Niño de Elche.

Elementos simbólicos enriquecen la obra, como el polvo, el agua o la sangre. Manu Masaedo, sin embargo, es el músico ambulante capaz de convertir en instrumento de percusión casi cualquier objeto. Desde el cajón hasta la batería, pasando por la guitarra, acompaña a Carmona en todo momento, alternando ritmos flamencos con sonidos de este momento, contemporáneos, consiguiendo hilvanar con hilo de seda todos los movimientos. Y una voz. Como dijo el gran Manuel Torre, el hijo de Juan Soto y Tomasa Loreto, el hombre con mayor cultura en la sangre, como le bautizó Federico, «Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende». En un momento dado ambos intérpretes paralizan la exhibición y saludan e interactúan con los espectadores. 

Dos artistas, con una austera escenografía y apoyándose en algo de música pregrabada logran un espectáculo intenso. Un montaje breve, de tan solo una hora de duración, pero infinito en los detalles. Una obra que aporta elementos vanguardistas a un arte milenario sin perder las esencias básicas que lo desnaturalice.