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El Khimki baja del paraíso al Granca

El equipo ruso, liderado por Tyrese Rice, Paul Davis y Petteri Koponen, encauza la eliminatoria y deja sin opciones de título al Herbalife

El Khimki baja del paraíso al Granca

Víctor Claver, sentado en uno de los fondos del Gran Canaria Arena, sin vestirse de corto -al no estar inscrito en la Eurocup-, es la unidad de medida exacta que marca la diferencia -tal vez abismal; tal vez no tan exagerada- que hay entre el Khimki, todopoderoso, y el Herbalife, tan tímido como feliz, dichoso por haberse colado casi de manera inesperada entre la aristocracia del Viejo Continente. El alero valenciano, de condición NBA hasta el otro día y dos veces medallista de oro en el Eurobasket con España, no disputó ni un minuto anoche. No hizo falta. Tiene tanto y tan bueno el conjunto moscovita que, sin una pieza como Claver, de esas que pueden marcar la diferencia en el circuito FIBA, anoche ganó el cielo por asalto-como aspiraba primero Karl Marx; como ejecutó luego Vladimir Ilich Lenin-, encauzó la final de la Eurocup al imponerse por 25 puntos (66-91) y pasar por encima del Granca que, en el último cuarto (12-32), entregó las armas, la cuchara, las llaves de casa y hasta la cartera.

No jugó Claver, tampoco lo hizo Tyler Honeycutt, el alero titular del equipo ruso, que se quedó en Moscú de baja por lesión, y Rimas Kurtinaitis -aquel alero que ejerció de escudero fiel de Arvydas Sabonis en el Zalgiris, la selección de la URSS y el Real Madrid y ahora hace carrera como entrenador- se permitió hasta el lujo de no utilizar, ni un solo minuto, a Marko Popovic. El Khimki, un equipo enorme por talento y por físico, ganó porque dominó cada una de las facetas del juego. No le hizo falta ni siquiera una exhibición de Tyrese Rice, el MVP de la Eurocup -el mejor jugador del torneo-. Se impuso por aplastamiento, porque hizo circular el balón de maravilla y, en ese movimiento hipnótico, brillaron Paul Davis, Petteri Koponen, Egor Vyaltsev, James Augustine y Sergey Monia.

Fue Rice, al que un escenario como la final de la Eurocup se le hace pequeño -después de levantar la mano, mandar parar y decidir la Final Four de la Euroliga del pasado curso en favor del Maccabi de Tel Aviv-, el primero que dio un paso al frente en las filas del Khimki. El base, sobrado, cogió el balón y a través de ese elemento controló el tiempo. Lo hizo con sencillez, sin aspavientos. De manera natural. Y a partir de elementos del juego muy básicos. En ataque, con Paul Davis como compinche, martilleó la defensa del Granca a partir de algo tan sencillo como el bloqueo y la continuación. El jugador estadounidense se hartó de dibujar, en la bombilla, una tira interminable de 'dos contra dos' que Edy Tavares, tan ansioso por agradar como bisoño en este tipo de batallas, se tragó casi sin digerir.

Una canasta inicial de Eulis Báez (2-0) dio paso a un parcial 0-8 que advirtió todo lo que estaba por pasar. Al Khimki, pletórico, empeñado en recuperar un trofeo que levantó en 2012 y que el curso pasado, ante el Valencia Basket, se le escapó por un solo punto de diferencia, se le notó cómodo bajo los focos. Con múltiples recursos para atacar el aro local -Rice, Davis, Vyaltsev, Ilnitskiy Augustine anotaron en el primer cuarto-, el equipo de Kurtinaitis dio la sensación de disponer de mil y un soluciones para superar todos los obstáculos que se interpusieran en su camino hacia el título de campeón.

Ante esa plenitud rusa, al Herbalife se le notó espeso desde el primer paso que dio sobre el parqué. Pese a la sólida respuesta que ofreció al primer golpe que lanzó el Khimki al aire, al recuperar brevemente -y por última ocasión en todo el partido- el mando en el marcador (9-8, min. 6, después de una canasta de Tavares) tras el parcial 0-8 que el conjunto moscovita trazó en la pista, al equipo de Aíto García Reneses se le notó encogido en su primera aparición en una gran final, enredado por la presión, poco natural en cada acción, lejos de su mejor versión.

A ráfagas, siempre después de una acción marcada más por el nervio del orgullo que por la fluidez del talento, fue como el Herbalife Gran Canaria se mantuvo en pie durante 30 minutos ante un adversario terrible. El marcador, durante todo ese tiempo, en los tres primeros periodos, nunca reflejó de manera fiel el deterioro que cada canasta, cada acierto, del Khimki causaba en la línea de flotación del conjunto claretiano, de apariencia entero por una cuestión de honor.

El primer cuarto, pese a la suficiencia con la que se movía el Khimki, radiante al son marcado primero por Rice y luego por Koponen -casi nada-, se resolvió con una diferencia de dos puntos a favor del cuadro moscovita (19-21). Kurtinaitis, con una renta tan exigua pese a las sensaciones tan dispares que agitaban a ambos conjuntos, puso en marcha la apisonadora. Agitó el banquillo y puso a funcionar a buena parte de su rotación, una oscilación que convirtió el encuentro en un muro para el Granca, incapaz de aguantar mucho más el ritmo -por calidad y por cantidad- del Khimki.

Rice, en el minuto 13, llevó la diferencia hasta los 10 puntos por primera vez. Y poco después, (min. 17), Vyaltsev -un secundario que anoche reclamó su minuto de gloria- insinuó lo que estaba por llegar con un 'dos más uno' (27-38). El horizonte amenazaba tormenta cuando el pulso cruzó el ecuador (33-40, tras tres puntos consecutivos de Oriol Paulí) porque el Khimki, sin llegar a la velocidad de crucero, no dejaba de castigar al Herbalife Gran Canaria.

Única opción

El paso por vestuarios sentó bien al conjunto claretiano. Tal vez por la mano de García Reneses -versado en este tipo de partidos- o por estar con pulso en las venas pese a estar lejos de su mejor nivel, el Granca se sacudió parte de los complejos que le pesaban en la mochila desde el salto inicial. Eulis Báez, uno de los capitanes, del equipo amarillo, convirtió la rabia en motor y, poco a poco, sin ceder ni un milímetro ahí abajo, en el barro, el pequeño le enseñó los dientes al grande y, de repente, la proyección del duelo daba una opción al Herbalife.

Una canasta de Kuric, tras seis puntos consecutivos de Báez, encendió la alarma en el bando ruso (41-44, min. 23). Kurtinaitis solicitó su primer tiempo muerto y la reacción del Khimki, sin ser definitiva, llenó de desmoralización el ambiente. Ilnitskiy y Monia clavaron, ante el intento de defensa en zona del combinado claretiano, dos triples que mantuvieron a raya a un Granca que, pese a los dos palos, aún dio la lata un poco más, animado por la cuarta falta personal de Paul Davis (min. 29) y por una canasta de O'Leary que le dejó a tiro de piedra del contrincante con un mundo por jugar (54-57, min. 39).

Todo eso, las esperanzas del Herbalife y la posibilidad de plantarse en Moscú con opciones de alcanza la gloria, por el desarrollo inmediato del partido, se convirtieron en un espejismo. Tyrese Rice, que hasta ese momento había pasado inadvertido, retomó el control del juego, analizó la situación y llevó el partido hasta un límite inalcanzable para el Granca. A esas alturas del baile, tras tanto intercambio de golpes, el equipo de García Reneses aún no lo sabía, pero ya tenía inoculado en el cuerpo el veneno del Khimki.

Koponen, Vyaltsev, Augustine, Davis, el propio Rice y hasta Maxim Sheleketo se turnaron para lanzarse de manera voraz contra el aro del Herbalife, que en el último cuarto, sin respuestas, encajó un parcial 12-32 y acabó expulsado del paraíso.

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