La crisis une a las familias aunque no siempre al gusto de los padres, deseosos de que sus bebés rompan por fin el cordón umbilical y se busquen la vida, aunque con el pretexto de la crisis hay bebés eternos que no están por la labor. Leo en Corriere della Sera que, en Italia, siete hijos de cada diez permanecen en la casa de papá y mamá incluso hasta los cuarenta años o, por lo menos, hasta que se casan.

Es famoso el mamismo, o la dependencia de la madre, de los italianos, pero la tendencia a echar raíces eternas en la casa familiar se ha acentuado naturalmente con la crisis, o con su pretexto.

El famoso mamismo italiano se confirma también con otro dato: el 43 por 100 de los pimpollos que se deciden por fin a emanciparse, cuando se casan eligen un domicilio a ser posible lo más próximo al de sus padres. Esto hace el 50 por 100 de los varones italianos, el doble que en Francia o Inglaterra.

Un ejemplo de la importancia de mamá para los italianos es el entrenador de fútbol Fabio Capello, más famoso aún cuando se supo que, estando de concentración o no, no dejaba pasar ni un solo día sin llamar a su madre a su casa de Gorizia aún no padeciendo ella de la salud.

Dicen los sociólogos que esta tendencia (la de permanecer con papá y mamá casi hasta que la muerte les separe) está en la naturaleza italiana mucho antes que en la carestía de los alquileres o los bajos salarios. Dicen los estudiosos del fenómeno que ello se debe más a cuestiones de comodidad que a otra cosa. Mamá cocina, plancha, da cobijo y es mucho más manejable como esclava doméstica que esa chica que encontraste en la calle, siempre dispuesta a hacer las maletas y mandarte a hacer gárgaras.

En Estados Unidos, los jóvenes se independizan como promedio entre los 18-20 años, mientras que en Italia 7 de cada 10 hijos se barrican en la casa familiar hasta los 40 años incluso.

En Europa son las mujeres las primeras en emanciparse: entre 5 ó 10 años antes que los varones del viejo continente.

Naturalmente, la crisis ha ayudado a potenciar el fenómeno, uniendo a las familias para bien o para mal.

El golpe bajo de la crisis económica y las dificultades para encontrar empleo han hecho recaer sobre los padres la carga de la solidaridad: o sea, ha reverdecido ese amor filial que hace compartir hasta lo que no se tiene. El fenómeno es el mismo en todo el mundo, aunque con sus matices culturales. Los vínculos familiares no son los mismos en todas las culturas. Los jóvenes de EE UU, por ejemplo, una vez independizados apenas vuelven a casa de sus padres por Navidades o en el Día de Acción de Gracias.