Llenar una sala de cine de 250 butacas un jueves santo en la capital grancanaria tiene mucho mérito. Si además lo que ofreces es un mitin por las elecciones europeas, tiene más mérito todavía. Y si en el acto cedes la palabra a los asistentes para que hagan críticas y preguntas y no te limitas a largar el discurso mientras el público agita las banderas y te aplaude, ya hablamos de cosas mayores, te arriesgas a que te acusen de peligrosamente democrático. Pablo Iglesias y Podemos están rompiendo los esquemas de la política tradicional.

Todo esto se valora más todavía después de treinta años escuchando a los predicadores de la democracia monopolizar las campañas electorales con mítines cada vez con menos gente, hechos para la prensa. Los partidos políticos ya no gastan en bocadillos, lo importante es tener gabinetes de prensa, periodistas para redactar tres notas de prensa al día y grabar cortes de voz para enviar a redacciones gandulas. Cuando los políticos se han convertido en el principal problema de los ciudadanos no queda más remedio que meterse en las casas de la gente a través de la televisión.

Los taxistas del aeropuerto de Gran Canaria se acercaron el jueves pasado a Pablo Iglesias a pedirle un autógrafo, uno de ellos fue más allá: "Yo no iba a votar a nadie, pero a usted sí lo voto". La frase se repite en todos los aeropuertos. ¿Qué ha ocurrido para que un gremio tan conservador como los taxistas esté dispuesto a dar el voto a un joven que viene de la izquierda radical? Es la televisión. La marca Podemos está vinculada al tertuliano que todos los sábados por la noche se convierte en látigo de corruptos. Me acerqué como ciudadano novelero al mitin de Pablo Iglesias en el Monopol y comprobé que hay muchos telespectadores dispuestos a ir a votar. Son ciudadanos que los sábados por la noche reciben un curso de formación política en la Sexta con profesores tan poco recomendables como Francisco Marhuenda, Alfonso Rojo, Inda, Carmona... Jamás me imaginé un mitin en el que público iba a preguntar sobre una denuncia contra un tertuliano. Pero bueno, por lo menos en ese mitin se podía preguntar.

Pero la televisión es mentira y yo pensaba que la izquierda canaria lo sabía. Las urnas no pueden ser un mando a distancia televisivo. Mañana un partido de la ultraderecha podría colar a otro tertuliano (bueno, ya se han colado pero no se han ofrecido de candidatos). Y ese voto del telespectador puede cambiar con la rapidez con la que se cambia de programa durante la pausa publicitaria. El nacimiento de Podemos irrumpió en Canarias cuando apenas estaba dando sus primeros pasos Canarias por la Izquierda en Gran Canaria, un modesto intento de construir una opción ecosocialista con gente de los movimientos sociales. Había reuniones con Sí se puede de Tenerife y con AC 25 de Mayo de Lanzarote y algunos puentes con Izquierda Unida Canaria. Pero cada vez que aparecen unas urnas la izquierda social de las islas se transforma en izquierditas con sus camaradas puros, sus siglas, sus luchadores muy respetables, sus franquicias peninsulares y sus ombligos gigantes y reincidentes.

Los candidatos de Podemos de Gran Canaria son gente luchadora y respetable. Pero en las redes sociales se puede asistir al espectáculo de las izquierditas isleñas que se tiran los trastos, unos presumen de encuestas, otros de tener más internautas-votantes que nadie, no salimos de la primitiva mentalidad "el tamaño sí importa". Al carajo las ideas o un proyecto común sobre Canarias. El Parlamento Europeo podría ganar un buen tertuliano, pero la izquierda canaria más activa vuelve a tropezar en la misma piedra de La vida de Brian, que levanta muros entre el Frente Judaico Popular y el Frente Popular de Judea, y los romanos (PP, PSOE, CC, UPyD) volverán a ocupar los escaños de Bruselas con sus recetas de neoliberalismo con salsa dulce o salsa salada al servicio de los lobbies de siempre.