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Cuarenta años de la muerte del dictador Recuerdos del 20-N

¿Qué hacías cuando murió Franco?

Los canarios que vivieron la madrugada del 20 de noviembre de 1975 recuerdan "una jornada pegados a la radio y la televisión" - La noticia generó esperanza e interrogantes

Libertad, preocupación, esperanza, champán, incertidumbre. Un acontecimiento muy esperado por muchos; y muy desidealizado por parte de otros. En el 40º aniversario de su muerte, la figura del dictador Francisco Franco se desdibuja poco a poco en la memoria colectiva de muchos canarios que, sin embargo, mantienen vivo el recuerdo de aquella voz entrecortada del entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, cuando la madrugada del 20 de noviembre de 1975 anunciaba: "Españoles, Franco ha muerto".

Aquel último aliento señalaba el punto final de 40 años de Dictadura en España, que en este 20-N coincide con los 40 años desde aquel preludio de un giro crucial en el escenario sociopolítico español. Por esta razón, desde cualquiera de las coordenadas del espectro ideológico, todo aquel que vivió en primera persona aquella madrugada hace 40 años intuía o sabía con certeza que era testigo de uno de los acontecimientos más importantes en la historia reciente de España. Y cada uno lo vivió de una manera más o menos intensa, prudente, alegre o escéptica; pero todas, dignas de recordarse.

Manuel Lobo

El catedrático de Historia Manuel Lobo recuerda vivir "con expectación y preocupación" aquella larga jornada. "Las impresiones que guardo en la retina son imágenes difusas de pasar toda la noche pendiente de los informativos", rememora. "La sensación era de una gran expectación, porque la muerte de Franco significaba el final de la Dictadura; pero, por otro lado, también era de preocupación ante lo que el futuro podría depararnos en aquellos momentos en España".

Alberto Anaya

En cambio, el historiador Alberto Anaya se inscribe en el amplio grupo que regó la noticia con champán. "Por aquel entonces, yo vivía en la calle Tomás Morales, frente a los institutos de Isabel de España, Santa Teresa, Tomás Morales y Pérez Galdós, y casi todos los profesores fuimos a dar clase esa mañana porque no sabíamos que se habían suspendido en todos los centros. Entonces, alrededor de unos 40 profesores nos vinimos mi casa; profesores que eran personas antifranquistas, como yo, y nos pasamos un montón de horas bebiendo champán", relata. "En un momento dado, se nos terminaron las botellas y yo me acerqué a comprar más a una tienda que había cerca. Me acompañó mi exmujer, porque ella cumplía años ese mismo día y así, si la policía me veía comprando champán, podría decir que era por su cumpleaños. Cuando llegué a la tienda y le dije a la dueña: '¿Me pone seis botellas de champán, que es el cumpleaños de mi mujer?' Ella me respondió: 'Pues debe de ser el cumpleaños de mucha gente, porque son las tres últimas que me quedan [risas]".

Jerónimo Saavedra

Una experiencia similar fue la de Jerónimo Saavedra, Diputado del Común. "Yo me encontraba en la Universidad de La Laguna, que era un núcleo muy vivo de antifranquismo y, en los días previos a la muerte, recuerdo que estuvimos muy pendientes de que se produjera el final", recuerda. "Cuando sucedió, yo llevaba pocas horas durmiendo, pero me despertó la tremenda escandalera que se montó a mi alrededor. Me consta que muchos brindaron con champán; nosotros debimos de brindar con sidra o cava, pero lo importante es que se brindó, porque fue una gran eclosión de alegría".

Lázaro Santana

"Una liberación", afirma el poeta y ensayista Lázaro Santana. "En casa estuvimos todo el día muy pendientes de las noticias de la radio, recuerdo que eran un auténtico culebrón los partes de la agonía que nos iban llegando. Una vez confirmada la noticia, la sensación fue la de asistir a un tiempo que se termina, en el que no sabes realmente qué puede venir después, aunque siempre te imaginas que lo que vendrá después es lo mejor o, al menos, mejor que lo anterior". Por su parte, el pintor Pepe Dámaso se muestra más parco y cauto a la hora de evocar ese periodo tan "gris". "A estas alturas de mi vida, tengo cada vez menos memoria y, entiéndase como una metáfora, si la tuviese sobre aquella época, es mejor no recordarla".

Pedro Quevedo

A Pedro Quevedo, diputado nacional de Nueva Canarias y concejal de Turismo, la muerte de Franco lo pilló en bata en el bar del Hospital Insular de Gran Canaria, en su etapa de estudiante de Medicina. "No negaré que, a mi alrededor, había mucha gente bastante contenta", admite. Desde la otra facción ideológica, José Miguel Bravo de Laguna, líder de Unidos por Gran Canaria, recuerda que se trataba de la "crónica de una muerte anunciada" y que, en este sentido, "la gran preocupación era, sobre todo, cómo iba a evolucionar este país desde una dictadura hacia un régimen democrático y también cómo se iba a articular una política de consenso. Yo llevaba dos años ejerciendo en Gran Canaria como abogado del Estado y ya lideraba algunos movimientos democráticos; aquel día sentí que vivía un acontecimiento que marcaría, sin duda, un antes y un después en la vida política española", afirma.

Javier Ponce

En cambio, al historiador y profesor en la ULPGC Javier Ponce, el acontecimiento le sorprendió en su etapa escolar. "Lógicamente, no era del todo consciente del significado, pero sí recuerdo la gran seriedad y solemnidad de aquellos días, sabiendo que era un momento importante en la historia de España y que se avecinaba un cambio, en medio de una gran incertidumbre". Desde las mismas tripas de Diario de Las Palmas, José Rivero, director de la Casa Museo Poeta Domingo Rivero, afrontaba aquel día una de sus largas jornadas como colaborador en la redacción. "Recuerdo que aquella noche me fui a cenar tranquilamente con Luis García Jiménez, que era redactor jefe del periódico, y prácticamente, ni comentamos el hecho", explica. "Como anécdota, recuerdo manifestarle a Luis que me sorprendía que lo mantuvieran vivo porque Carlos Marina Fiol, médico canario que venía todos los años a Las Palmas de Gran Canaria y que era uno de los que trataban a Franco, había pedido que lo dejaran morir. Pero Marina Fiol contó que el resto de médicos, por el contrario, decidió seguir adelante con el tratamiento", revela, "eso fue lo que comentamos, un poco por encima, pero, de resto, era algo tan esperado, que no le dimos demasiada importancia".

Arturo Gómez

Arturo Gómez, médico especialista en rehabilitación, contaba por aquel entonces con "muchos contactos en Madrid, que me comentaban que Franco estaba muerto pero que lo estaban aguantando; aquello se comentó mucho en los círculos hospitalarios. Al final, el anuncio de la muerte de Franco abrió muchos interrogantes pero también un capítulo de mucha esperanza para la gente joven", indica el doctor, que identifica en los últimos de la Dictadura "verdaderas ansias de democracia". "Creo que con la muerte de Franco se abrió una época de esperanza, sobre todo, para la juventud, porque no sólo significaba más oportunidades sino también más libertad para, simplemente, poder decir las cosas. Y eso era, para muchos, una cosa inédita".

Carmelo Cabrera

El exjugador internacional de baloncesto en el Real Madrid Carmelo Cabrera tuvo contacto con el dictador en el año previo a su fallecimiento. "Franco me había recibido en 1974, es decir, yo fui una de las últimas personas que recibió en una de sus últimas audiencias, antes de que ingresara en el Hospital de La Paz", evoca. "Recuerdo a Carlos Arias Navarro vestido de luto dando la noticia a todos los españoles; recuerdo, en el entierro, la voz de Pedro Macía, el locutor de Televisión Española, dando la noticia en los informativos; y recuerdo pensar que hicieron coincidir su fallecimiento con el de José Antonio Primo de Rivera. Yo tenía 25 años, conocí a su cardiólogo, el tinerfeño Ernesto Castro Fariñas, de Tacoronte, junto a todo su equipo, y sabía que la muerte de Franco sería de un día para otro. Me sorprendieron las colas impresionantes que guardaban luto entre los franquistas, mientras que los opuestos al régimen estaban celebrando, porque iba a haber una amnistía y, en definitiva, un cambio político radical en España".

Sebastián Grisaleña

Si algo destaca, con todo, el empresario Sebastián Grisaleña sobre la última madrugada de Franco es la certeza de que "el problema de Franco es que no supo irse en el momento adecuado. La última etapa de Franco fue complicada porque se eternizó en el cargo y eso siempre pasa factura, acaba mal, porque todo tiene un límite". Grisaleña, que vivió en el extranjero entre 1964 y 1971, subraya que su perspectiva de aquel tiempo es, por tanto, "desde dentro y desde el exterior. Como tantos otros, cuando murió Franco, yo no tenía muchos conocimientos de la política en profundidad, yo era muy joven, pero, ahora, con la perspectiva real del tiempo, sé que España fue evolucionando a partir de entonces y que la situación de la clase media mejoró significativamente en este país".

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