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Cine

Risas contra la barbarie

En plena Segunda Guerra Mundial, Ernst Lubitsch estrenó una comedia como particular ajuste de cuentas contra el nazismo

Escena de 'Ser o no ser'. LP/DLP

Este año se cumplirán 75 años de la premiére internacional en la ciudad de Los Ángeles de Ser o no ser ( To Be or not To Be), la comedia con la que el cineasta Ernst Lubitsch (Berlín, 1892; Los Ángeles, 1947) y el legendario productor de origen húngaro Alexander Korda (Túrkeve, 1926; Londres, 1956) perpetraron su particular ajuste de cuentas contra las políticas totalitarias del Tercer Reich en la misma línea paródica que, dos años antes, utilizaría con idéntico propósito Charles Chaplin en El gran dictador ( The Great Dictator), otra sarcástica diatriba contra el fascismo cuyo estreno en España, al igual que el filme de Lubitsch, se haría esperar casi cuarenta años, justo el tiempo que permaneció vigente en nuestro país la temible censura franquista, algunos meses antes de la muerte de Franco.

Una vez liberalizado el aparato inquisitorial del ancien régime, a los españoles se nos permitió acceder libremente a una de las incuestionables cimas de la gran comedia americana, aunque su tardío estreno se produjera a través de los reducidos circuitos de exhibición del otrora denominado cine de arte y ensayo -auténticos refugios para la cinefilia nacional durante los últimos años de la dictadura- y su repercusión notablemente escasa si la comparamos con la que hubiera tenido de haber sido estrenada en los cines tradicionales pues, en resumidas cuentas, Ser o no ser se enmarca en un género, la comedia, cuya popularidad se le supone.

La película, libremente inspirada en la obra del autor húngaro Melchior Lengyel, recoge las rocambolescas peripecias por las que atraviesa una compañía independiente de teatro durante las primeros años de la ocupación alemana de Polonia en su empeño por esquivar el acoso inmisericorde al que son sometidos algunos de sus miembros por un siniestro coronel de la Gestapo, particularmente empecinado en descubrir la verdadera identidad de algunos dirigentes de la Resistencia infiltrados en los círculos culturales de Varsovia. Esta situación, agravada por la encarnizada persecución que empieza a sufrir la comunidad judía en toda la Europa ocupada, desencadenará un auténtico torbellino de equívocos comparable sólo a las más delirantes aventuras de los hermanos Marx o a las frenéticas screwball comedies del Hollywood de los años treinta.

Naturalmente, el tono abiertamente jocoso con el que se desarrolla la historia en el filme no fue bien visto en diferentes círculos, especialmente entre quienes combatían, tanto en la clandestinidad como en los campos de batalla, por recuperar la arrebatada soberanía del pueblo polaco, llegando a desencadenar una ruidosa polémica internacional que Lubitsch zanjó en The New York Times el 29 de marzo de 1943 donde, entre otras cosas, dejaba bien claro su absoluto respeto por el indescriptible sufrimiento al que estaba siendo sometido aquel país por la potente maquinaria bélica alemana, así como la fuerte convicción de que con su película estaba contribuyendo a difundir por todo el mundo libre la situación de absoluta opresión política que padecía la vieja Europa, a pesar de la aparente ligereza con la que se exponía el tema a lo largo de la película.

Como hizo tantas otras veces desde sus inicios profesionales en su Alemania natal, el autor de La octava mujer de Barba Azul ( Bluebeard's Eighth Wife, 1938) tampoco perdió en esta ocasión la oportunidad de desarrollar su compleja inventiva visual a través de un montaje en el que prevalecía constantemente su proverbial instinto para entrelazar las situaciones más críticas mediante el empleo continuo de un ritmo endiabladamente ágil, ingenioso y vibrante que dejaba al espectador virtualmente clavado en su butaca. Escrita por Edwin Justus Mayer, un judío neoyorquino al que se deben algunos de los más sofisticados guiones de comedia de la época dorada de Hollywood, así como el del remake de To Be or not To Be, dirigido en 1983 por Alan Johnson, y primorosamente interpretada por Jack Benny, Robert Stack y Carole Lombard, actriz que moriría días antes del estreno del filme víctima de un fatídico accidente aéreo, Ser o no ser sigue siendo popularmente recordada por la memorable secuencia del monólogo de Hamlet, cuyo primer verso da título a la película, y que, aún hoy, transcurridos quince lustros de su estreno, sigue desatando las más abiertas y sonoras carcajadas al tiempo que provoca, como su precedente chaplinesco, un rechazo visceral a la fiebre despótica que se adueñó del Viejo Continente durante seis largos y devastadores años.

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