Brillar en la alfombra roja no es sinónimo de triunfar. Hasta dos presentaciones galácticas ha tenido esta temporada la UD Las Palmas, un hecho sin precedentes en la historia del club. Primero sorprendió a todo el mercado internacional con la incorporación de Prince Boateng y en enero demostró que le cogió el gustillo a ese fenómeno moderno e hizo un esfuerzo para trae a préstamo a Jesé Rodríguez. Pero una cosa es lucir peinado nuevo frente a las cámaras y otra bien diferente competir y ser útil en el campo de juego. Los dos movimientos más sonados que realizó el equipo amarillo en el mercado durante esta temporada tuvieron un resultado muy distinto. Prince, muy lejos de traer problemas, se convirtió en el máximo goleador de la UD y un referente de profesionalidad en la plantilla. Jesé, mientras tanto, fue un fracaso rotundo y con su incorporación en enero, casualidad o no, empezó la caída libre del equipo.

Hasta 15.000 personas acumularon ambos jugadores en el Estadio de Gran Canaria solo por verles de amarillo por primera vez dando unos toques al balón. La bienvenida fue histórica. Más de 6.000 personas acudieron a la puesta de largo de Boateng en verano y unas 9.000 acudieron a la de Jesé en enero, justo cuando la UD se encontraba en la cresta de la ola. El club insular fue por unos días el centro de atención del fútbol mundial con el fichaje de dos jugadores con pasado en grandes clubes europeos. La entidad insular se ha querido convertir en una especie de correccional futbolístico, un lugar en el que un gran jugador en decadencia puede recuperar la felicidad. Y lo consiguió a medias.

La ilusión se disparó en la Isla pero solo Prince Boateng logró presumir de envoltorio y también de contenido. El ghanés ha sido uno de los mejores jugadores de los amarillos. Hasta en diez ocasiones logró mostrar la 'm' -su celebración particular por la inicial de los nombres de su mujer y su hijo- ante las cámaras, con lo que se convirtió en el máximo artillero del equipo. Y eso que no es un delantero puro. Sin embargo, las necesidades provocaron que tuviera que desenvolverse en ese rol en los últimos meses.

De recurso a fijo en punta

Y es que Sergio Araujo no convenció y se marchó cedido al AEK Atenas en enero y Marko Livaja fue demasiado irregular. Por ello, durante la segunda vuelta fue una constante su presencia en la punta de ataque. Su corpulencia hacía recordar a la de Willian José, el delantero con el que la UD se sintió más cómodo en la temporada pasada y alcanzó su esplendor. Nadie mejor que el ghanés suplió al brasileño.

Tardó Prince muy poco en demostrar sus condiciones. En las dos primeras jornadas, cuando todavía se le notaba falto de fondo físico, marcó dos goles de cabeza y con una ejecución brillante. Llegando desde atrás castigó primero al Valencia y más tarde hizo lo propio ante el Granada volando sobre Guillermo Ochoa.

No pudo mantener ese ritmo tan letal pero volvió a marcar un golazo en la novena jornada. Fue en El Madrigal, donde anotó uno de los mejores goles del año, una volea en el aire para culminar una jugada más propia del fútbol playa entre Jonathan Viera y Tana. Para quitarse el sombrero. Demostrada su gran aportación partiendo en el extremo izquierdo, aunque con libertad de movimientos, a partir de enero fue casi un fijo en la punta de ataque. Si cinco tantos había anotado en la primera vuelta como extremo, otros cinco firmó en la segunda como delantero centro. Una fiabilidad máxima. Y en las últimas citas, cuando el equipo ya había bajado los brazos y decidió tomarse vacaciones anticipadas, el ghanés seguía mostrando una ambición sin límites. Nunca se conformó.

Ese carácter y esa ambición no la tuvo Jesé Rodríguez, que lució un rictus de tristeza durante casi toda su etapa de amarillo. Sus cifras son esperpénticas: tres goles, una asistencia y cinco tarjetas amarillas en un total de 16 partidos. No aportó la verticalidad que necesitaba el equipo y con él sobre el campo la UD solo consiguió tres victorias. Casi siempre como extremo izquierdo, a pesar de jugar muy cerca de Jonathan Viera no logró marcar diferencias. El nivel colectivo del equipo bajó, pero él tampoco hizo demasiado para evitarlo. Su caché, lejos de crecer, ha bajado casi hasta el suelo. El sacrificio económico que hizo la UD con los dos galácticos solo tuvo recompensa con Prince.