Nada detesto más que a las gallinas que olvidan que fueron pollos. Hablo de esas personas incapaces de reconocer, ni en la soledad del espejo, que hubo quien una vez les echó las dos manos. Les cuento. Hay por ahí un artista al que algunos le tendimos mil manos para que se reconociera su valía, que la tenía y mucho. De hecho alcanzó el triunfó pero ese triunfo le convirtió en una persona tan olvidadiza que cuando volvía por las islas no recordaba a nadie pese a la amistad que mantuvo con algunos de los que en sus inicios creyeron en él. Estaba subido a la parra. Por entonces hablar con él era complicado y entrevistarlo un suplicio. Siempre había un “pero”, un reproche o un comentario desafortunado. Es más, como digo, apenas conocía a quienes le habían apoyado, hasta el punto, de que los trataba como si fueran admiradores de su arte. Pero como la vida da mil vueltas le llegó las horas bajas, es decir, eso que ocurre cuando el éxito ya no es lo que era, cuando la proyección comienza a hacer aguas. Fue en ese momento cuando pidió que se le hiciera una entrevista para intentar llenar el aforo de una de sus actuaciones. Y se le hizo. Lo citamos en la redacción y se le entrevistó correctamente. Pero como ni siquiera el azar da puntadas sin hilo justo ese día al fotógrafo se le complicó su jornada y no llegó a la cita con lo cual le pedimos al personaje que volviera al día siguiente con el fin de captar su imagen actual. La entrevista estaba hecha, las fotos, no.....

Seguir leyendo en blog www.marisolayala.com