Leyendo hace unos días un reportaje sobre la vida de Eleuterio Sánchez, “El Lute”, me vino a la memoria el fin de semana que pasé con ese personaje fascinante en Gran Canaria. No piensen mal: El fin de semana de trabajo que pasé con el famoso delincuente, hoy abogado y ayer perseguido por huir junto con cinco reclusos del Penal de Santa María la Navidad de 1970 donde cumplía condena por un atraco y estar involucrado en la muerte de dos personas.

No guardo muchas cosas de mi vida profesional pero algunas si que conservo por ahí, debe ser, supongo, que porque me impactaron o simplemente porque me siento orgullosa de esos trabajos, del personaje al que conocí, del acto al que asistí. No sé. Como todos a lo largo de la vida he cambiado de casa unas cinco o seis veces; pues bien, de todas ellas esos recuerdos físicos han salido indemnes. Libros, fotos, plumas, un viejo grabador, recortes de periódicos. Entre tanto, hay varios libros que me han acompañado durante muchos años y que reposan en la estantería compartiendo espacio con otros muchos más actuales; entre ellos “Camina o revienta”: Memoria de El Lute” Está dedicado con un escueto y formal “con todo mi afecto y simpatía a…”. Lo escribió él. Cada vez que lo abro sonrío porque mi encuentro con ese personaje de leyenda, que lo es, encierra una de las cosas más curiosas que me han ocurrido a lo largo de mi trabajo como periodista. Se los contaré.

Principio de los noventa. Alguien en Lanzarote organizó una serie de conferencias sobre la reinserción social a la que invitaron a Eleuterio Sánchez, El Lute. No recuerdo exactamente por que pero un colega me avisó que el personaje haría Lanzarote-Gran Canaria y permanecería unas horas en el aeropuerto esperando vuelo a Madrid. Aunque era domingo no lo dudé y salí pitando para poder entrevistarlo teniendo en cuenta que en esa época El Lute era un personaje con mucha más proyección pública que la que pueda tener hoy. Lo vi llegar; estaba solo y lo abordé. Le dije que mi intención era entrevistarlo y así lo hicimos. En el mismo aeropuerto lo entrevisté, se hicieron las fotos, y acabado el trabajo entramos en una charla muy alejada de lo profesional. Por esa charla me enteré de que no conocía Gran Canaria y fue entonces cuando le hice ver la oportunidad que tenía ahora. “Debes aprovecharla”, debí decirle. Antes le había comentado que tenía coche y el día libre de manera que el hombre dijo: “Estupendo, oye. Cambio el pasaje para mañana y así me llevas a conocer un poco la isla”. Lo cierto es que sin pensarlo me vi en el coche con El Lute rumbo a Maspalomas. Yo no era consciente de la popularidad del personaje que iba a mi lado pero la realidad me lo recordó de sopetón: Cuando entramos a desayunar en una cafetería de Playa del Inglés toda la clientela volvió la cabeza. Los susurros y los codazos eran evidentes. Lo habían reconocido. Nos sentamos en un rincón, seguimos hablando de su vida y de la mía y llegó incluso a firmar autógrafos.

Dimos una vuelta por la isla y ya cansados de tanto coche decidimos reservar una habitación en el Hotel Iberia, donde finalmente él pasaría la noche. Pero cuando iba a dejarle en el vestíbulo del hotel El Lute se volvió, alto, flaco, desgarbado, con una carpeta entre las manos, y me dijo: “Oye, vámonos a cenar a un sitio típico, ¿no hay aquí un pescado y unas salsas tan ricas?”. Hablaba de las papas y del mojo. “Encantada”, le dije. Pero justo en ese momento me salió el rejo de periodista competitiva y pensé que si lo exhibía mucho, es decir, si llevaba a El Lute a un restaurante muy conocido corría el riesgo de que otros periodistas se enteraran y me jeringaran lo que yo sabía que era una exclusiva. Había que esconderlo así que, a la zorrúa, me lo llevé al restaurante de un buen amigo en Las Coloradas al que previamente llamé por si dada la hora, creo que como las diez de la noche, estaba abierto. Estaba. Le dije que iba con una persona muy conocida y que nos asignara una mesa discreta, lejos del barullo. La curiosidad de mi amigo al decirle aquello de “una persona muy conocida” fue inmediata: “¿Quién es…?”, “El Lute…”, le dije. Su repregunta superó la que yo esperaba “Pero ¿oye, ese tío ya está tranquilo, no…?”. Temía el hombre que mi invitado entrara en el comedor, sacara una escopeta y matara a los comensales. Finalmente cenamos, todo el personal se hizo fotos con el personaje y horas después lo dejé en su hotel. Al día siguiente lo llevé al Aeropuerto y no he vuelto a ferlo. Recuerdo que en la entrevista que se publicó al día siguiente en La Provincia me habló de su posibilidad de entrar en política con Ramón Tamames pero aquello quedó en nada.

En fin, he aquí un personaje que por el miedo de mi amigo y lo rocambolesco de aquel fin de semana recordaré siempre. Durante años recibí alguna nota de El Lute. Me pareció un hombre asustado que trataba de alejar su vida del episodio que lo marcó. La cárcel franquista, Penal de Santa María, que funcionaba con un régimen casi militar y de cuya dureza se ha hablado siempre. Me contó que mientras se escondía de la justicia escribió el “Camina o Revienta” y que era, y es, la historia de una huida permanente, un personaje de novela cuya lectura provoca indignación, sentimentalismo y vergüenza. Años después de encontrarnos El Lute tuvo algo que ver, no lo recuerdo con exactitud, con un episodio de violencia domestica con su compañera pero desconozco si fue cierto o no. Lo comento porque como ven mis recuerdos de este personaje fascinante son escasos pero los que tengo estaban muy grabados. Un fin de semana no da para mucho salvo cuando una se tropieza con un personaje de leyenda, de cine.

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