“Entre César y yo no hubo homosexualidad”

“he querido mucho pero he sido medio gilipollas”

“Vivo la pintura como un sacerdote”

“Me he acostado con mujeres y las he hecho felices”

José Dámaso Trujillo, conocido como Pepe Dámaso o Pepito el de Elvira, nació en Agaete (Gran Canaria) el nueve de diciembre de 1933. Se trata de uno de los artistas más premiados (Premio Canarias de Bellas Artes, Honoris Causa de la ULPGC, Hijo Adoptivo…) y queridos de Canarias. Hace unos días anunció en su casa de La Isleta la donación de toda su obra al Gobierno regional, y allí mismo responde a las preguntas de una manera entrañable, descarada, emotiva y cariñosa. Sitúa en un segundo plano la enfermedad que sufre y que combate con éxito. Está débil, pero esa debilidad no le impide hablar durante cerca de dos horas en el patio de su casa, rodeado de un trajín de amigos y vecinos. “He tenido que restringir las llamadas y las visitas. No sabes cómo me quiere la gente”.

– Lo primero que voy a preguntarle es: ¿la vida no vale nada?

-La vida lo vale todo. La vida justifica el que suframos muchas veces. Yo me voy a poner un poco partidista; la vida lo merece todo y yo estoy orgulloso de vivir en Canarias. El privilegio del espacio tropical en el que vivimos no lo valoramos y eso me da pena. Vivir en estas Islas es un regocijo para todos. El mío, lo es.

-Dámaso es usted una de las personas, y no lo digo sólo como artista, más querida de Canarias. Creo que poca gente ha generado ese cariño, esa complicidad…

– (Lloroso)… Estoy muy sensible y eso que me dice es porque sé que me quiere. Me ha emocionado y me gusta. ¡Qué haya venido a verme y a hacerme una entrevista una amiga de tantos años; es una maravilla! Es verdad que me quieren, es verdad y me lo han demostrado cuando estuve en el hospital… Aquello era una cosa bárbara… Todos, todos, pendientes de mí y yo con los ojos como faros vigilando, asustado y asombrado. Yo lo único que quiero es que no me duela, porque me cago por las patas para abajo. Aunque me han dicho los médicos tan buenísimos que tenemos que ya hay medicinas que te quitan todos los dolores. Y tan contento.

-Amigo, recoge la siembra. En el Hospital de Gran Canaria Doctor Negrín has sido muy generosos. Ha hecho un diseño, un mural, para la Unidad de Oncohematología. Dice que le parecía triste y donó una pintura para alegrar el techo de esa unidad. Eso se llama ser generoso, querer a estas Islas. No hay más, Pepe.

-Muchas gracias. Es que cuando me metieron en la gran máquina esa para ver cómo estaba mi cuerpo [un TAC] yo estaba solo allí, en ese sitio, mirando al techo, pensando en las cosas y me pregunté, ¿por qué los médicos hacen estos hospitales en los que las personas solo ven paredes blancas? Deberían poner paredes más bonitas, que distraigan, alegres. Entonces hablé con los directores y me propuse que la pintura estuviera en los hospitales y pinté un mural para el techo de ese sitio donde te dan la quimio. ¡Otra cosa, mujer!

-Lo que yo le decía, generosidad.

– ¿Sabe que es lo emocionante?, pues ir a la calle y que una persona de unos 70 años me diga “Dámaso, ayer me acordé mucho de usted porque mientras me daban la radioterapia veía sus dibujos en el techo” y dije: “son de don Dámaso”. ¡Qué lindo!, para mi estar en un hospital me ha descubierto a una gente maravillosa, esas enfermeras, médicos, todos, todos que de madrugada, a la hora que sea, salen como ángeles de sus puestos para socorrer a la persona que está enferma. Eso lo viví yo. Lo viví y lo vi (se emociona mucho). Mira, déjame que diga que los recortes que se hacen en sanidad están muy mal porque todo lo que le paguen, toda la ayuda que se le dé a los que trabajan para nosotros, los enfermos, es poco. Lo digo clarito y si se enfadan los políticos, allá ellos.

– Muy bien. Hablemos de otra cosa, Pepe. Atrás queda un hombre que rompió moldes y que se enfrentó a todo lo posible; que siempre tuvo muy claro lo que ha querido. ¿Eso ha tenido un coste personal, artístico?

-Vamos a ver. Yo soy mayor y cuando pienso en años difíciles recuerdo que quizás la decisión más dura que he tomado en mi vida ha sido quedarme en Canarias sabiendo que aquí limitaba mi proyección. Y ya sabes pueblo chico infierno grande… Agaete, por ejemplo, que es mi vida pero en Canarias me asfixiaba. Date cuenta de que yo buscaba un lenguaje nuevo en la pintura que no todo el mundo aceptó. Pudiendo quedarme en Nueva York donde viví unos años con Manrique o en la China, no lo hice, pero fue una decisión mía y ya está...

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