Seguro que estos días han escuchado la campaña que ha puesto en marcha el gobierno central dirigida a proteger a la infancia y adolescencia. Hablo de esa campaña que nos invita a ejercer como padres y madres de niños ajenos cuyos padres maltratan a gritos, intimidándoles, golpeándola, humillándoles. «¿Y a ti que te importa si le grito a mi hijo hasta el llanto?» Claro que importa. Crecer sin violencia para vivir sin miedo. Campaña de Protección a la Infancia y Adolescencia frente a la Violencia. Muchas niñas y niños conocen el miedo por las películas. Para otros, la película de terror es su vida real.

Un entorno sin violencia es el mejor escenario para que las niñas y los niños de hoy alcancen una vida plena y sana mañana. Escuchando e imaginando lo que sufren esos niños a manos de quienes tienen la obligación de protegerlos he recordado escenas de agresión a menores vividas con las manos atadas. Durante años cubrí y denuncié en este periódico el maltrato infantil. Auténticas salvajadas. Como tengo buena memoria recuerdo casos, por ejemplo, uno que tuvo lugar en un baño público de Hospital Insular. El llanto de un menor me alertó y entré. Una mujer le estaba propinando una paliza a una niña. Hice lo mismo que hubiera hecho cualquiera en mi lugar. Sin dudarlo agarré a la madre por la cintura y la arrinconé. «¡Deja a la niña o llamo a la policía!» Alguien escuchó los gritos y entró al baño. Era un segurita que le quito el bolso y se hizo con su DNI. La chiquilla ya estaba sentada en la encimera del lavabo, asustada pero protegida porque sin ser nuestra en ese momento lo era. El segurita la tomó del brazo y la llevó a sus jefes. Le devolvieron la documentación y la amenazaron con detenerla la próxima vez.

En España hubo un tiempo en el nadie tenía derechos, niños incluidos.