El Ministerio del Interior trasladó ayer a 200 migrantes que permanecían hacinados en el muelle de Arguineguín hasta el campamento militar que el Ejército ha levantado en Barranco Seco, en Las Palmas de Gran Canaria, en una operación que persigue aliviar el colapso que se vive en el puerto moganero. El nuevo campamento se convertirá en un recurso de primera acogida donde se realizarán a partir de ahora las filiaciones y las pruebas PCR de las personas que llegan en pateras y cayucos, en él pasarán, en teoría, apenas 72 horas.

Cruz Roja trasladó además a otras 200 personas a distintos establecimientos turísticos y otras 50 con Covid positivo fueron desplazadas hasta instalaciones del Cabildo en Agüimes para pasar la cuarentena. Pero esta operación de descarga apenas ha tenido efectos en un campamento donde hasta anoche parmenecían 1.920 personas de las 2.300 que tenía al inicio de la jornada.

Quienes quedaron pedían auxilio con mensajes escritos en cartones: “Ni agua, ni comida, ni dormir; Dios está con nosotros”. Y es que ochenta días después de abierto el campamento de la vergüenza, la situación en Arguineguín sigue prácticamente igual: cientos de personas hacinadas en el muelle, al sol, sin agua y bajo temperaturas que alcanzaron los 30 grados. Al muelle llegaron ayer otras 68 personas que fueron rescatadas por Salvamento Marítimo en tres pateras.

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Llegan a Barranco Seco los primeros migrantes procedentes del muelle de Arguineguín EFE

Para añadir más tensión a ese panorama, de nuevo, un día después de que Arguineguín viviese sus horas más bajas tras la puesta en libertad el martes de 227 migrantes con documentación pero sin recursos económicos, comida ni agua, una decisión por la cual todavía nadie ha asumido responsabilidades y que investiga el Ministerio del Interior, el barrio marinero volvió a ser escenario de manifestaciones de ciudadanos que se posicionan en contra de la presencia de los migrantes en la Isla. Medio centenar de personas se concentraron a las puertas del muelle para intentar impedir la salida de las cuatro guaguas que transportaron a los 200 migrantes hasta Barranco Seco y obligaron a intervenir hasta una veintena de agentes de la Guardia Civil para garantizar la seguridad de los migrantes y salvaguardar la integridad de los periodistas que intentaban contar qué sucedía y que fueron increpados por los manifestantes.

Al filo de las 13.00 horas del mediodía comenzaron los primeros traslados efectuados por Cruz Roja. Dos guaguas con un total de 80 personas partieron hacia los establecimientos turísticos, a las que se sumaron otras dos por la tarde, con otras 114 personas. Fue posteriormente, sobre las 16.30 horas, cuando llegaron las cuatro que transportarían a los 200 migrantes que estrenaron Barranco Seco. Desde esa hora fueron llenándose y colocadas en espera en el parquin del puerto hasta que a las 18.00 horas en punto partieron todas juntas hacia la capital, donde se localiza el antiguo acuartelamiento.

Entretanto, a las puertas del muelle siguen llegando personas que buscan a sus familiares en el campamento. Es el caso de Abdul, un ciudadano marroquí que lleva 20 años en España y que llegó el martes desde Albacete para saber si su hermano estaba en el muelle. “Un compañero suyo me llamó y me dijo que estaba aquí, pero ya no tienen batería en el móvil y no puedo localizarlo”. Visiblemente nervioso, Abdul explicó que no sabía que su hermano Mustafa, de 22 años, haría ese viaje en patera. Allí consultó a la Policía, que lo derivó a Extranjería. Horas más tardes, Abdul volvió al puerto sabiendo que su hermano está en el campamento pero, para su desgracia, sin tener opción a encontrarse con él.

También se agolpó allí un grupo de casi 30 abogados a la espera de poder acceder para atender a los migrantes. Muchos de ellos pasaron allí más de cinco horas. Carlos Damata, presidente de la Agrupación de Jóvenes Abogados de Las Palmas, explicó que la situación “ha mejorado tras las críticas de los medios” pero evitó opinar sobre si se vulneran los derechos humanos. “Se podría hacer más; las instituciones no están haciendo suficiente”, fue su respuesta.

Ya a las 18.00 horas, con el arranque de motores de las guaguas hacia Barranco Seco, se inició la protesta a las puertas del recinto portuario. Portando banderas de España y carteles donde se leía “Stop invasión”, el grupo de manifestantes repetían consignas como “¡fuera ilegales!”, “¡Gobierno criminal!”, “Gobierno dimisión”, “¡No somos fascistas, somos realistas!”. Acusan a los desplazados de ser “xenófobos con los canarios” y “no respetar nuestros derechos ni nuestra cultura”.

Ante tanta crispación, una vecina preguntó a una de esas mujeres qué le habían hecho “los pobres migrantes”. Para su sorpresa, su respuesta: “Me han robado la calma”.

Prácticamente una hora después, a las 19.00, las cuatro guaguas llegaran al antiguo polvorín del Ejército. A los 200 primeros ocupantes de la instalación los recibían varias dotaciones de Policía y los funcionarios públicos encargados de hacer el primer reparto de tiendas con capacidad para 400 personas, informa Efe.

Para los recién llegados, el cambio es relativo, porque de un campamento pasan a otro, pero los números no admiten comparación: en Arguineguín no hay tiendas para todos, los baños se comparten entre más de cien, es difícil moverse si empujar al vecino de cuadrícula y se duerme sobre el frío suelo, sin más comodidad que dos mantas, una para cubrirse como mejor se pueda y otra para acostarse sobre ella.

Quizás alguno esperaba que lo derivaran a un complejo turístico del sur de la isla, de esos que llevan meses vacíos por la crisis de la covid, como venía ocurriendo, pero los ministerios de Interior y Migraciones ya han dejado claro que ese modelo es transitorio.

De hecho, sin salir de Gran Canaria, ya preparan otro campamento en terrenos militares de La Isleta, en el antiguo cuartel del Regimiento Canarias 50, y un centro de acogida en un antiguo colegio, también en la capital.