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Crítica 36º Festival de Musica de Canarias

Orozco-Estrada y Miura, en la gloria con Frankfurt

La gloria del virtuosismo instrumental y sinfónico puso en pie al público que abarrotaba el Auditorio Alfredo Kraus con cerrados vítores. No era para menos. Del formidable maestro colombiano Andrés Orozco-Estrada baste decir que cualquiera de los presentes seria feliz en un atril, tañendo a sus órdenes. La perfección formal y la absoluta lealtad al texto, sonorizado en los menores detalles, conviven en su técnica con las curvas s expresivas, la ejecución caliente, la rica y diversa inspiración y una plasticidad espectacular.

No es casual ni gratuito que dirija tres orquestas internacionales de gran caché ni que, como titular, haya llevado a la Sinfónica de la Radio de Frankfurt a la elite europea.

El joven violinista japonés Fumiaki Miura (26 años) nos brindó un concierto de Chaikovski (el mejor de todos los suyos para solo y orquesta) que, además de hacer audibles y sin trampa todas y cada una de las infinitas notas, las llena de vida y energía, absorto en el color y las intensidades de su excepcional Stradivarius de 1704, virtuoso en ataques y ornamentaciones, justo en el vibrato, seguro en armónicos imposibles, entrañable en la intimidad del segundo movimiento y exacto en la complicidad con la batuta y el gran colectivo. Vitoreados todos hasta el agotamiento, regaló el violinista una pieza a solo que, si no era de Paganini, merecía serlo.

Programa íntegramente ruso. Comenzó con el poema sinfónico de Mussorgski Una noche en el Monte pelado en lectura casi pictórica de todas sus propuestas esotéricas y descriptivas, llenas de visibilidad imaginaria, con una bella transición al Amanecer conclusivo.

El más grande de los compositores rusos de todos los tiempos, Dmitri Shostakovich, puso fin al programa. Su Quinta Sinfonía nació pidiendo perdón a Stalin."Respuesta de un compositor soviético a una crítica justa", fue la dedicatoria del compositor, angustiado por las amenazas del sátrapa. Refleja en el segundo y cuarto movimientos la palinodia triunfalista del régimen (si bien con inconfundibles guiños de sarcasmo) y desarrolla en los dos restantes un lenguaje genial. Es la más popular e interpretada de sus quince sinfonías.

Orozco-Estrada y los de Frankfurt iluminaron todas las claves en la enorme tensión de la obra. El poder, la riqueza tímbrica, la formalística instrumental, desde la estridencia del tutti fortísimo hasta el casi silencio de los pianísimos, dejan en este Festival huella memorable, a la altura de las mejores de su etapa dorada. Inmensa ovación a todos y en especial al director y la flautista solo. De propina, versión iluminada de una de las Variaciones Enigma de Elgar.

Un dato: en este invierno catarroso, el público retenía las toses hasta las pausas entre movimientos, auténticas cacofonías de tres efes?

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