Una casa, una plaza, un árbol, una tienda, una carretera y un fajo de fotografías. La vista pasea por los objetos cotidianos que cada día hay cuando bajamos a comprar el pan, a tirar la basura, sacar el coche para hacer un recado o al encuentro de los propios y ajenos, pero, de repente, desaparece todo. El volcán de La Palma no solo destruyó un territorio, sino un mapa emocional de la población que sufrió los estertores de la lava. Así que, a la espera de las subvenciones y la reconstrucción paulatina de infraestructuras en lugares que ya no serán el originario, ¿qué queda de la memoria? ¿Cómo se cura esa parte del alma? Esa es la respuesta que intentan dar dos asociaciones que trabajarán con los locales a través de la cultura

El proyecto Mestura La Palma: memoria y arraigo después del volcán ganó, junto a otras cuatro propuestas dentro de las 81 iniciativas enviadas, la segunda convocatoria de Alianzas para una Democracia Cultural de la Fundación Daniel y Nina Carasso, la cual responde a la selección de procesos de mediación artística que fomente la participación de la ciudadanía en la vida cultural. La idea canaria es obra de la tinerfeña Oficina de Innovación Cívica S. Coop. y la palmera Asociación Cultural Karmala Cultura, que trazan puntos en común para ponerse al servicio de los habitantes. Artemi Hernández y Tamara Avidad, sus respectivos representantes, comprendieron que la necesidad estaba, después de atender a los imperativos económicos y sociales del entorno, en reactivar y reconstruir el apego y el cariño de los individuos con la comunidad.

El proyecto tendrá una duración de 13 meses y se divide en tres fases: diagnóstico, acción y evaluación de la idea

El plan comienza en octubre y perseguirá una serie de objetivos hasta diciembre de 2023 con el apoyo de la Dirección General de Juventud, el Instituto Canario de Igualdad (ICD), la Red Anagos (Red Canaria de entidades de promoción e inserción sociolaboral) y del municipio de Los Llanos de Aridane, donde se origina la acción. Pero, al tratarse de más de siete mil personas afectadas, entienden que este es un proceso vivo e itinerante que puede alcanzar cualquier rincón de la isla.

El primer paso será realizar un diagnóstico participado a pie de calle escuchando los deseos y las carencias de los locales para saber sobre con qué serie de dispositivos trabajarán los siguientes meses. «Estas acciones son complementarias a las que existen gracias al trabajo de Karmala, pero no sabemos si será, por ejemplo, la construcción de un elemento físico en un espacio público, un podcast, un cuento, una plataforma digital, la configuración de espacios de escucha, o cualquier otra cosa que planteen ellos», afirma Hernández. La sensibilidad con que han de enfrentar esta situación de duelo es fundamental para generar empatía, como adelanta Avidad, «hemos canalizado esas emociones a través del arte, ya que utilizamos la cultura de forma terapéutica para reconciliarlos con el contexto». 

Desde Karmala han tenido esta experiencia previa vinculada a tres grupos poblacionales, como la juventud, las personas con discapacidad y las mujeres, que sufren cargas aledañas a su propio sufrimiento, «no suelen expresarse porque, además de sostenerse a sí mismas, han de sostener sus casas y sus familias, así que en estos talleres de fotografía, escritura, pintura, creamos un vínculo para regenerar la confianza interna con esa mirada al tejido comunitario», detalla la responsable. La participación hasta el momento ha sido alta, así que cuentan con que se repita la misma dinámica a partir de octubre. Eso sí, paso a paso, sin presión ni imposición, debido a que ha de ser un ejercicio de libre adscripción en el que la programación cultural sea vía para el autoconocimiento y el fortalecimiento de los lazos que se han visto dañados por la catástrofe volcánica.  

«Utilizamos la cultura de forma terapéutica para reconciliarlos con el contexto», afirma Tamara Avidad

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Después, la segunda fase se concretará en la implantación de los Dispositivos de Memoria y Arraigo que hayan detectado las asociaciones a lo largo de ese diálogo común y, finalmente, habrá una última etapa que, en realidad, estarán activas durante el año, como lo son la mediación local y la evaluación del marco elaborado de forma transversal mediante la herramienta Civímetro. 

Así, un bien de primera necesidad como lo es la cultura asume protagonismo en la vida de los individuos y funciona como un transformador social, algo que también repercute en quienes diseñan y aplican la metodología. «Estamos muy enfocados en trabajar sobre comunidades, y poder trabajar en este proyecto es muy ilusionante, sabiendo que es un reto con una responsabilidad enorme con esta labor de acompañamiento y cuidado», destaca Artemi, que combina su faceta de arquitecto con la cooperación, mientras que Tamara, gestora cultural y ducha en la mediación, reconoce que cuidar las raíces palmeras, lugar en el que decidió residir, «es un enriquecimiento ser una guía de enlace para la recuperar de su hábitat y vidas, por lo que a nivel personal y profesional está siendo un descubrimiento». La Palma reverdece desde su interior.