Filosofía

Markus Gabriel y la antropozoología

‘De Mensch als Tier’, su último libro, repasa el tema clave del humano como animal, y se pregunta por qué aún no encajamos en la naturaleza

Markus Gabriel y Juan Ezequiel Morales.

Markus Gabriel y Juan Ezequiel Morales. / La Provincia / DLP

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

El filósofo Markus Gabriel, desde la atalaya del conocimiento que ocupa, nuevamente ha dado con un tema crucial para el pensamiento actual: la relación, por así decir ontológica, entre el humano y el animal. Ataca el problema en su reciente libro Der Mensch als Tier. Warum wir trotzdem nicht in die Natur passen, publicado en la editorial alemana Ullstein, 2022. Traducido: El Humano como Animal, y subtitulado: Por qué todavía no encajamos en la Naturaleza. Con su bagaje académico y su potencia germánica, Markus repasa el tema contrastándolo con el pensamiento histórico, pero se ve obligado a pararse en los resultados que da la tecnología contemporánea en lo que se refiere a qué es materia biológica, qué son cuerpos biológicos y qué diferencias existen entre los animales y los humanos. Es en esa parte, primera, de su obra, Wir und die anderen (Tiere) -Nosotros y los Otros, los animales-, en la que me voy a centrar, pues de ella surgen las otras dos propuestas de la segunda y tercera parte de su obra: el sentido de la Super-vida, y hacia una Ética del No Saber.

¿Por qué reparo en esta primera parte, especialmente? Mi dialéctica peripatética con el Dr. Markus Gabriel y los restantes participantes en los encuentros de filosofía en Gran Canaria, está en la defensa de una teoría acerca de las conciencias, que implica una conciencia superior, a la que he denominado teoría del Ser Superior, no al modo teológico, sino porque el conjunto de los humanos produce una conciencia con un plus, que es la de los grupos humanos y la de la humanidad, conciencia independiente de sus componentes, así como los tejidos y las células que conforman a un humano son independientes a la propia independencia de ese ser humano. En “Der Mensch als Tier”, parte primera, el Dr. Gabriel aborda profusamente ese problema. Anecdóticamente, en su obra, expone: “quiero agradecer a Juan Ezequiel Morales, que hace posible inolvidables encuentros interculturales en Gran Canaria, que se reflejan en este libro en la medida en que lleva años asegurando que lo vivo es un gran tejido predominantemente invisible que merece llamarse Gran Ser (Großes Sein)”.

Mecanicismo y holismo

De hecho, Markus Gabriel entra en la contraposición a la concepción mecanicista: “Al mecanicismo se opone el holismo, que insiste con razón en que un ser vivo es, en última instancia, un organismo sólo en su conjunto”. Y un corolario: “en general, el ser humano es sencillamente demasiado complejo para poder explicarlo completamente de forma mecánica. En este contexto, complejidad significa que sólo podemos explicar y comprender un determinado conjunto dividiéndolo en partes”. Y en este punto Markus cuenta con la teoría vitalista del “injustamente olvidado biólogo y filósofo de la vida” Hans Driesch. Markus Gabriel ejemplifica: “Mi escritorio y mi taza de café interactúan entre sí (la taza está en el escritorio frente a mí). Sin embargo, los dos sólo forman una suma, porque su unidad de acción (en mi escritorio) puede ser disuelta sin que los objetos dejen de existir. Es diferente con un ser vivo. Si corto una rana por la mitad (¡por favor, no lo hagas!), deja de existir, deja de ser una rana. Por lo tanto, una rana no es la suma de un conjunto de células, sino un organismo”. Pura tesis del Gran Ser o Ser Superior, y sigue: “esta tesis no es en absoluto obsoleta, ni siquiera refutada científicamente, como suele ser el caso, sin pruebas ni examen histórico, con Driesch”. Se incluyen, claro, las disputas de Driesch con “Der Wiener Kreis”. Realmente, termina Markus afirmando que el mecanicismo ha tenido tanto éxito “porque alimenta la ilusión de la claridad y la capacidad de control de la naturaleza”. Al mecanicismo lo alimenta una ilusión.

Portada de Der Mensch als Tier

Portada de Der Mensch als Tier / La Provincia / DLP

Markus señala líneas rojas para acometer el estudio, y afirma que cualquier perspectiva externa que podamos adoptar para calibrar desde ahí el sentido de la vida, no es completa si no tiene en cuenta que en el ser humano “la naturaleza y el espíritu se dan la mano”, y que, por tanto, la autoexploración del ser humano une la antropología y la zoología, por lo que podemos hablar de una “Antropo-zoología”. Y es desde esta mirada poliédrica desde la que Markus Gabriel hace su investigación. En su texto, señala al animalismo como popular en filosofía contemporánea, y consecuentemente, también a la “teoría anfibia” como confrontadora del animalismo puro. La teoría anfibia, del griego “anphi-bios”, doble cuerpo, afirma que el hombre tiene dos formas de vida, de un lado somos animales como todos los demás animales, y de otro lado vivimos la vida superior de la razón.

La petulancia del ser humano para definirse como rey de la creación, incluso en modo ateo, ha de tener en cuenta, como dice Markus, el “que la investigación biológica evolutiva sobre la animalidad no explica al hombre más que la investigación geológica sobre el mármol explica el David de Miguel Ángel”.

Antropoceno

Markus deshace uno a uno los mitos de que el ser humano es tan poderoso como para acabar con todo. Comenta el concepto “Antropoceno”, del Nobel de Química Paul Crutzen, cuya tesis de que el ser humano es un factor geológico destructor con su incidencia sobre el planeta, dice Markus, es una tesis que ha entrado en crisis. Las especies han ido desapareciendo desde el principio de los tiempos, y surgiendo otras, explosivamente, como en el cámbrico, y lo que ahora ocurre no deja de ser un punto más en la evolución de la vida en la Tierra. Incluida la amarga ironía, dice Markus, de que “por ejemplo, si ves un documental sobre el cambio climático en un streaming, se emite en media hora la misma cantidad de CO2 como la que emite alguien que conduce seis kilómetros en un coche de gasolina (al menos según algunos cálculos). Click por click, like por like, search query por search query, consulta a consulta, estamos contribuyendo al calentamiento global, por no hablar de la gigantesca cantidad de energía que necesitamos para los servidores, gracias a los cuales la humanidad está ahora globalmente conectada en red en el Internet”. Pero el punto de la teoría es que, afirma Markus, ninguna especie es la cima de un árbol genealógico, ya que la evolución no es una línea, sino un complejo entramado de diferentes acontecimientos sobre los que no tenemos ningún control: “Es arrogancia humana el creer que vivimos en el Antropoceno. El hombre no es importante para el planeta. En cualquier caso, el propio planeta no se da cuenta si vivimos en el Antropoceno, y a la llamada Naturaleza no le importa el tipo de biodiversidad que haya… El hombre ni es la corona de la creación ni es su destructor”.

Markus señala a las bacterias, los hongos y las plantas, por ejemplo, como que probablemente seguirán existiendo mucho después de la extinción del hombre, de forma que si algo ha de ser considerado como la corona de la creación serían las formas de vida microbiológicas. Incluso, Markus propone un experimento mental para superar la idea errónea de que los humanos son animales en el sentido biológico de la palabra: “Preguntémonos simplemente con qué forma de vida entraría en contacto una civilización inteligente extraterrestre… podría ser que un análisis detallado de las formas de vida que encuentran entre nosotros les llevara a que deben comunicarse con las plantas y no con los animales. Después de todo, las plantas constituyen una impresionante biomasa y en muchos niveles de los que no solemos ser conscientes, son los verdaderos diseñadores de los procesos de la vida… O quizás los extraterrestres también sean más propensos a comunicarse con las bacterias o los hongos, porque éstos se encuentran en todas partes, incluso en las profundidades del mar o en la estratosfera”, destaca.

El vicio del cientifismo

El corolario de la investigación de Markus Gabriel termina en el planteamiento de la filósofa francesa Corine Pelluchon, y su propuesta de una Nueva Ilustración, en cuyo centro se encuentra el ser humano, pero considerado como un animal, “anfibiamente”. El humanismo de Markus Gabriel termina afirmando que hay un vicio en la razón, el del cientifismo: “El cientificismo es la falsa noción de que existe una ciencia singular, omnisciente en última instancia”, y que su uso librará a la humanidad de todos los males, especialmente la enfermedad, la muerte y la inseguridad política. Luchar contra el cientifismo es la labor de una Nueva Ilustración, sin cometer el error de negar el conocimiento científico.

La diferenciación anfibia que hace Markus Gabriel del humano como ser con razón, apoyado en las autoridades pensantes a través de los siglos humanos, es algo que en mi teoría del Gran Ser se considera como un fluido más; así como está la sangre en lo material, está la razón en lo cognitivo. La razón no es solo humana, se desarrolla en el humano como se desarrolla en cualquier otro ser, en cada uno conforme a las posibilidades materiales de percepción y expresión. Si en la Tierra el humano acaba con la vida, ésta surgirá con el tiempo, ya sea en millones o billones de años. Si pensáramos que el humano destruye la Tierra, aunque la reduzca a pedazos, este material vagará por el espacio y volverá a formar parte de otras bases que albergarán, de nuevo, la inteligencia y la super-inteligencia. El ser humano no es sino un humilde y miserable albergue de una forma de expresión de la razón ridícula y potencialmente evolutiva, pero que más allá de él, puede llegar a tomar formas de Superinteligencia, inabarcables e inconmensurables para nosotros.

En Der Mensch als Tier está el mejor Markus Gabriel, que, después de explicar que el mundo no existe, defiende que el ser humano va, sí o sí, camino a una Nueva Ilustración y, para ello, lo hace como un animal más, pero estudiado antropo-zoológicamente.

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