Música | Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC)

Juanjo Mena, la BBC y Kang

El maestro Mena quiso abrir programa con las danzas del ballet Don Quijote, en el que recrea Gerhard la vitalidad y el color del barroco español con imaginación innovadora

Concierto inaugural de la BBC Philarmonic en el Auditorio Alfredo Kraus, el pasado jueves. | |

Concierto inaugural de la BBC Philarmonic en el Auditorio Alfredo Kraus, el pasado jueves. | | / Juan Castro

Guillermo García-Alcalde

Guillermo García-Alcalde

Con el Auditorio Alfredo Kraus abarrotado y constantes ovaciones de satisfacción a lo largo del programa, dio comienzo el número 39 del Festival Internacional de Música de Canarias, fiel a la cita anual a despecho de las evoluciones políticas y económicas del tiempo vivido. El presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, y el presidente fundador del Festival, Jerónimo Saavedra, asistieron a la apertura, simbolizando la continuidad en cualquier circunstancia. Actuaba por primera vez la Orquesta Filarmónica de la BBC de Londres, una de las grandes de Europa, dirigida por quien fuera durante muchos años su director titular, el español Juanjo Mena, que no solo desarrolló con ella una gran etapa concertística sino una formidable colección discográfica.

En ese cometido figura el registro de la obra orquestal completa del catalán Roberto Gerhard, autoexiliado frente a la dictadura franquista y nacionalizado en el Reino Unido: una auténtica figura en el conjunto europeo, lamentablemente mal conocido en España. Entre el impacto internacional de Manuel de Falla y la Generación del 51, tan solo la de la República adquirió relevancia interior. En ese lapso, la puesta al día de los lenguajes no fue valiente sino muy descontextualizada de los movimientos europeos. Gerhard es una de las pocas excepciones, aunque localizado en el espacio británico. Llegó a practicar el serialismo, sin descuidar nunca la riqueza del acervo hispánico.

El maestro Mena quiso abrir programa con las danzas del ballet Don Quijote, en el que recrea Gerhard la vitalidad y el color del barroco español con imaginación innovadora. Vivas o lentas, esas piezas están muy por encima del facilismo nacionalista: con una muy rica instrumentación, un admirable tratamiento rítmico y la atrevida alternancia (o la fusión) de los temas populares y los sistemas, modos y armonías del primer tramo del siglo XX, alcanzó el autor un estilo personal muy atractivo. El director lo bordó junto a su magnífica orquesta británica.

El momento cumbre estuvo en una obra genial y en su interpretación memorable: el Concierto para violín y orquesta Op.15 del más grande de los compositores ingleses de todos los tiempos, Benjamin Britten. Noventa instrumentistas en el colectivo y una violinista tan inspirada como virtuosa, la joven coreana Clara-Jumi Kang, tañedora de un fabuloso Stradivarius y propietaria de una sensibilidad y una maestría indescriptibles, sonaron en perfecta simbiosis con el marcaje y la gestualidad de Juanjo Mena. Este gran artista construyó un Britten que nunca habíamos escuchado en vivo, tal vez por su riesgo (la paradoja de la belleza y su arquitectura).

Un lenguaje novedoso, politonal y de generosa libertad aparente en la métrica, inigualable en la transición constante de fragmentos temáticos que pasan del lirismo al dramatismo en la inagotable agilidad del juego, y la nobleza de un estilo refinado y trágico construyen, sin un solo instante de caída, este fabuloso paisaje dedicado por el autor a las viudas de soldados británicos que murieron en España luchando contra el franquismo. La joven violinista Kang desgranó sin un solo desfallecimiento las estructuras solísticas, dificilísimas casi todas pero coherentes con la profunda espiritualidad de la obra y sus instantes más expresivos. Su legendario instrumento cremonense secundó de manera admirable todo lo que la solista quiso expresar. Una obra agotadora y aplaudida en la sala con auténtico entusiasmo, como también el trabajo estructural y creativo de Juanjo Mena, a mi juicio, inmejorable.

Tal vez estas exigencias , magnificadas por la suntuosa escritura orquestal, redundaron en el cansancio de los instrumentistas. Se hizo notar, dentro de los márgenes de exigencia, en los tres bellos tópicos de Ravel que cerraban programa. Una música muy amada pero necesitada en este caso de respiración y reposo tras el esfuerzo en Britten, los viajes y la adaptación a los instrumentos más voluminosos, que no viajaron con sus tañedores y les fueron prestados por sus colegas grancanarios.

La poderosa ovación final pedía propinas, que no se dieron por el cansancio físico de los británicos. Pero la memoria de esta sesión inaugural será muy duradera.

Suscríbete para seguir leyendo