Entrevista

Ruben Östlund: "Detesto el cine de autor, me parece puro postureo"

La última película del sueco, 'El triángulo de la tristeza', que opta a tres Oscar, arremete contra los inmensamente ricos, los 'influencers'... Y, en general, contra casi todo

Ruben Östlund: "Detesto el cine de autor, me parece puro postureo".

Ruben Östlund: "Detesto el cine de autor, me parece puro postureo".

Nando Salvà

Gracias a su nuevo largometraje, ‘El triángulo de la tristeza’, Ruben Östlund, el también director de comedias negrísimas como ‘Fuerza mayor’ (2014) y ‘The Square’ (2017), se convirtió en uno de los pocos directores que han ganado en dos ocasiones la Palma de Oro, el premio cinematográfico más prestigioso del mundo. Mientras transita del superficial mundo de la moda a la cubierta de un yate de lujo y de ahí a una isla desierta donde se libra una encarnizada lucha por la supervivencia, la nueva película arremete contra los inmensamente ricos, los oligarcas rucos, quienes desfilan por las pasarelas, los traficantes de armas, los ‘influencers’, los idealistas de pacotilla y, en general, contra casi todo. ‘El triángulo de la tristeza’ tiene tres nominaciones en los Oscar 2023, entre ellas la de mejor película.

-¿Cómo se sintió al ganar su segunda Palma de Oro?

-Francamente bien. Creo que ganar por segunda vez sirvió para despejar todas las dudas que pudieran seguir existiendo sobre mi primera Palma de Oro, para confirmar que soy un director valioso. También sirvió para volverme avaricioso. Tras ganar la primera, ni siquiera me atrevía a soñar que algún día podría ganar la segunda. Ahora que tengo la segunda, en cambio, pienso ir a por la tercera.

-La victoria de ‘El triángulo de la tristeza en Cannes generó división de opiniones. ¿Qué piensa de ella?

-Que es lógica si se tiene en cuenta que mi película no encaja en el patrón del cine de autor. Y yo detesto el cine de autor o, al menos, el que se autodenomina así; me refiero a ese tipo de películas que, para convencernos de su importancia, recurren a planos muy largos y muy quietos. Me parecen puro postureo. Cuando viajo en avión y me fijo en las pantallas del resto de pasajeros, me doy cuenta de que las películas que ven no son cine de autor sino comedias de Adam Sandler y de Marvel. ¡Y yo quiero que ‘El triángulo de la tristeza’ se vea en los aviones! En mis películas intento hablar de temas relevantes como lo hago cuando estoy sentado a la mesa con mis amigos, de una forma inteligente pero divertida, no en un tono deprimente o pomposo.

-¿Cómo dio con la premisa argumental de ‘El triángulo de la tristeza’?

-Mi mujer es fotógrafa de moda, y me cuenta muchas historias sobre ese mundo. Una de las cosas que más me interesa de él es que, junto con el dinero y la educación, la belleza es una de los pocos activos que permiten ascender en la escala social. Y, aunque a primera vista puede parecer injusto que una persona sea capaz de triunfar en la vida simplemente por tener una cara bonita, en realidad es más bien todo lo contrario porque, después de todo, si tienes belleza a nadie le importan tus orígenes ni tu estrato social. Es llamativo que, en sus escritos, Marx no hablara de ello en sus escritos.

-Es interesante que en la película, a diferencia de lo que ha venido sucediendo en el mundo real, quien se ve en la obligación de usar la sexualidad como moneda de cambio es un hombre y no una mujer...

-Sí, en general me interesó invertir los roles de género para cuestionarlos. Por ejemplo, la película se pregunta: ¿acaso un matriarcado no sería susceptible de reproducir las mismas dinámicas de sexismo y explotación que el patriarcado? No quiero mostrarme insensible a los terribles abusos sufridos históricamente por la mujer, pero no creo en ese discurso según el que los hombres siempre son los perpetradores y las mujeres siempre las víctimas. Es un relato que nos impide avanzar como sociedad.

-No es casual que acabe de citar a Marx, cuyo pensamiento aparece citado recurrentemente en la película...

-Mi madre que se hizo socialista en los años 60, y todavía se considera comunista. Cuando yo era niño, ella se pasaba el día hablando de sociología y teoría marxista; como resultado de esa educación, mi hermano se hizo de derechas, y cada vez que la familia se reúne nuestras discusiones son de lo más ruidosas. Creo que hay mucha verdad en el análisis marxista, el comportamiento de las personas está determinado en gran medida por su posición en el sistema económico. En cambio, la vertiente utópica del comunismo me parece problemática. No creo que un mundo nuevo y mejor pueda surgir después del capitalismo. La desigualdad entre las personas es casi como la gravedad: un fenómeno inevitable. Ahora bien, debemos librar una lucha permanente contra el exceso de desigualdad. 

-¿Es ‘El triángulo de la tristeza’ anticapitalista?

-No, no tengo nada por defecto en contra de los ricos, lo único que no me gusta de ellos es que no pagan impuestos. Ademas, veo cosas positivas en el capitalismo, y lo mismo puede decirse de Marx y Lenin. Cuando la gente de izquierdas habla del estado del mundo, describe a los ricos como mezquinos y egoístas y a los pobres como gente honesta y noble. Por supuesto, las cosas no son tan simples. ¿Qué se supone que debe hacer un multimillonario? ¿Donar todo su dinero a la caridad? Eso no resuelve el problema. Sí, la película se mete con los ricos, pero también con varios otros grupos.

-Habrá quien diga que es hipócrita que usted, que es un artista perteneciente a la minoría privilegiada, haga películas que se meten con el mundo del arte, como ‘The Square’, y con los ricos, como ‘El triángulo de la tristeza’. ¿Qué opina? 

-Que no estoy de acuerdo. ¿Por qué no puedo morder la mano que me da de comer? ¿Quién debería reírse de los artistas y los ricos? ¿Un miembro de la clase obrera? No lo creo. Lo lógico me parece confrontar mi propio gruo social, ponerme a mí mismo en el centro de mis críticas.

-También hay quien dice que Ruben Östlund es un misántropo...

-Sí, piensa que odio a la gente. Pero no es así. Mis películas pueden parecer nihilistas, pero yo no lo soy; me encanta socializar, y conversar. Tengo una imagen positiva de las personas. Pero, como cineasta, lo que más me gusta explorar son las tesituras que exponen nuestros aspectos más fallidos. En concreto, me interesan los conflictos entre la naturaleza humana y las expectativas sociales. Somos animales de rebaño, nos aterra no ser aceptados por el grupo, y esa tensión puede dar lugar a situaciones muy incómodas y muy cómicas. 

-¿Situaciones como la secuencia de 15 minutos que ocupa el centro de ‘El triángulo de la tristeza’, y por la que corren ríos de vómito y diarrea?

-Eso es. El vómito es un tabú, porque lo asociamos con enfermedades, bacterias e infecciones, y yo me propuse que esta película contuviera la escena de vomitona más salvaje de la historia del cine. Me encanta hacer que el espectador se ría a carcajadas y, apenas unos segundos después, se sienta fatal por hacerlo. Es una de mis señas de identidad.

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