Literatura

La biografía ampliada de Leopoldo María Panero ahonda en los entresijos de sus años canarios

J. Benito Fernández presenta a finales de marzo la nueva edición de 'El contorno del abismo' que ofrece nuevos datos sobre la vida del poeta

Ilustración del poeta Leopoldo María Panero realizada por Juan María Vargas

Ilustración del poeta Leopoldo María Panero realizada por Juan María Vargas / LP/DLP

Martina Andrés

Martina Andrés

«Escribe, escribe mucho, intenta hacer ese libro, lo único por lo que habrá valido la pena sufrir», le recomendaba Ana María Moix a Leopoldo María Panero allá por principios de 1968. Por ese entonces, el joven poeta todavía no había cumplido los 20 años, hacía seis que su padre, el también poeta Leopoldo Panero, había fallecido por una angina de pecho con poco más de 50 años, y ya había sido militante en el Partido Comunista. También había entablado amistad con Vicente Molina Foix y con Pere Gimferrer y era un poeta que apuntaba maneras, que podía ser «un Byron o un Shelly», como subrayaba el autor de Arde el mar.

El sufrimiento al que se refería su amiga —y por aquel entonces amada— Moix, era al del amor no correspondido, ese que sume a Leopoldo María en la tristeza y el malestar mientras no deja de escribir poemas. Mientras lidia con la depresión temprana. Mientras se las ve con su primer intento de suicidio con Somatarax. Mientras vive su primer ingreso en un centro psiquiátrico. «A partir de este internamiento, Leopoldo conoce a la que será su compañera más tenaz: la locura», escribe J. Benito Fernández en la edición de 1999 de El contorno del abismo. Vida y leyenda de Leopoldo María Panero, publicada en la editorial Tusquets.

La locura —y los azarosos derroteros de la vida— fue la que llevó al poeta madrileño a pasar sus últimos años de vida en la capital grancanaria, en el Hospital Psiquiátrico Insular. En Las Palmas de Gran Canaria residió desde 1997 hasta su muerte en 2014. Esta última etapa de su vida, estos años insulares de paseos por Triana y Vegueta, de sentarse en un banco de la calle Tomás Morales, de recitales entre las paredes de la cafetería El Esdrújulo, de subidas y bajadas de la guagua y de infinitos cigarros y refrescos de Coca-Cola, son los que recoge la nueva edición de El contorno del abismo (Anagrama, 2023), biografía que, tras 24 años, vuelve para contar el periodo más tardío de la vida del poeta. Obra ampliada que se presentará el próximo 29 de marzo a las 19.00 horas en la librería Agapea de Las Palmas de Gran Canaria.

Tal y como cuenta el biógrafo y autor de este volumen, J. Benito Fernández, Leopoldo María Panero llega a la ciudad gracias al poeta italiano Claudio Rizzo que reside en el Archipiélago desde finales de los años 60. Él fue el que hizo todas las gestiones para traer al madrileño a la Isla y el que lo acogió durante unos meses en su casa tras su última fuga del Sanatorio Psiquiátrico Hermanos de San Juan de Dios de Mondragón.

«Aquello no llegó a buen puerto y acabó en el Hospital Psiquiátrico Insular», explica Fernández, que también se refiere a la incomodidad y el desasosiego que inundaban a Panero sin importar el sitio en el que estuviera: «Leopoldo no se encontraba bien en ningún lugar. Cuando estaba en Las Palmas tenía obsesión por volver a Leganés. En Leganés quería marcharse, pretendía vivir en un piso de alquiler en la localidad. De Mondragón pretendió salir durante mucho tiempo; tuvo varias fugas», relata.

Portada de la nueva edición de 'El Contorno del abismo'.

Portada de la nueva edición de 'El Contorno del abismo'. / LP/DLP

Fracaso, soledad y locura

J. Benito Fernández llega a la historia de la familia Panero gracias al documental de El desencanto, de Jaime Chávarri. El personaje de Leopoldo María rápidamente lo cautivó: «Me quedé atrapado con las reflexiones y cogitaciones sobre el fracaso, la soledad o la locura que hacía acodado en la barra de un bar. Además, su figura romántica, como un Byron cualquiera, caminando entre lápidas y sepulturas del cementerio, me impresionó», cuenta. Esto fue en el cine Palace de Madrid en 1976. Muchos años después, en 1988, fue recibido por Felicidad Blanc, madre del poeta, en su casa de Irún. Entre un mar de humo, se lo encontró tumbado en una cama. «Leopoldo, enfundado en un pijama de abierta solapa ensuciado por restos de babas, me saludó con un sobrio 'qué hay' de mirada fija. Aquella imagen en penumbra me causó un gran impacto», relata el autor al comienzo de la edición de 1999 de El contorno del abismo. Era su primera vez frente a frente con Panero.

Tras años de rastreo, entrevistas, minucioso análisis de la correspondencia del poeta, búsquedas en hemerotecas, cotejo de datos, lectura de diarios y recopilación de bibliografía, en 1999 la biografía por fin veía la luz. Pero la vida de Leopoldo siguió su camino y con el paso de los años el volumen se volvió incompleto.

Nuevas fuentes, nuevos amigos

Para ampliar la historia vital del poeta, J. Benito Fernández ha tenido que recurrir a nuevas fuentes: a las personas, amigos o conocidos, que Leopoldo María Panero fue haciendo durante su etapa vital en Canarias. Todo ello para poder presentar la que el autor denomina «la biografía definitiva del poeta» en la que, ahora sí, se recoge toda su vida y en la que se presenta como novedad este periodo en el Archipiélago además de otras correcciones puntuales.

«En todas mis biografías siempre utilizo la misma metodología. La correspondencia, como los diarios, son cruciales para un biógrafo, no sólo porque el personaje en ocasiones queda al desnudo sino porque es una buena brújula para el relato. Sitúan al protagonista en tiempo y lugar», explica Fernández.

Con respecto a los nuevos testimonios que ha recogido para esta nueva edición, el biógrafo destaca estas amistades insulares que cosechó el poeta: «En este nuevo libro hay muchas fuentes nuevas. Todos los amigos que hizo en la isla, quienes le acompañaron en sus desplazamientos (no olvidemos que el hecho de vivir en una isla, no significa que estuviese aislado), los que le visitaban desde la Península. Todos han sido muy generosos conmigo».

Tal y como Fernández indica, fue un canario el que más hizo por ayudar y apoyar al autor de Narciso en el acorde último de las flautas: el escultor y grabador Luis Arencibia, «una bellísima persona que residía en Leganés. No creo que nadie haya soportado tanto a Leopoldo como Luis», añade.

Canarias ofrecía a Panero y Panero ofrecía a Canarias. Aunque es cierto que a pesar de las amistades, las conversaciones, las lecturas de sus poemas, las visitas y lo apacible que a priori puede ser la vida en una isla, el alma del poeta nunca llegó a calmarse. «Leopoldo era un enfermo y como tal difícil de apaciguar», sentencia Fernández.

Contar la vida de alguien, más aún la de alguien como Leopoldo María Panero, no es una tarea fácil. La memoria es traicionera y la realidad atraviesa a cada persona, a cada testigo, de una manera distinta. Las subjetividades son aliadas en la labor biográfica, pero también enemigas cuando se contradicen. «Cuento la vida de un hombre, pero existe la posibilidad de que otro cuente esa misma vida y sea distinta. [En El contorno del abismo] Digo que nunca será la historia verdadera porque utilizo la memoria de los interlocutores y la memoria suele ser caprichosa. Me han contado un mismo lance personas distintas y la información era completamente diferente. Con eso trabajamos. Unas más que otras, pero todas las biografías se han convertido en obsesivas. Cuando no te cuadran los datos, cuando te sustraen información, te llevas los problemas a la cama», relata J. Benito Fernández.

Panero fallecía un 5 de marzo de 2014 en la capital grancanaria. Pronto se cumplirán 9 años de su desaparición. De su silencio. Porque la poesía es un rezo al silencio/ Y el poeta es una criatura inmunda, apuntaba Panero. Tengo miedo de vivir, la vida me asusta..., relataba en otro poema. Pero, a pesar de todo —del miedo, del desamor, la locura, las drogas, la enfermedad y, en fin, las asperezas de la vida que en su caso fueron bien rudas y difíciles de limar—, Leopoldo María Panero nunca dejó de escribir.

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