No serás olvido

No serás olvido

No serás olvido

María José Pérez Andreu

El 4 de abril de 1923 nacía en Santa Cruz de Tenerife Rafael Arozarena Doblado. Hoy 4 de abril de 2023 cumpliría cien años. También murió en su ciudad, el 30 de septiembre de 2009. Entre otros, tiene el Premio Canarias de Literatura y la Medalla de Honor de la U.I. Menéndez Pelayo. Era miembro de la Academia Canaria de la Lengua y en 2017, fue elegido por el Gobierno de Canarias para celebrar el Día de Las Letras Canarias.

Quizá hay muchos vecinos de Santa Cruz que hoy no saben quién fue Rafael Arozarena Doblado. Quizá les suene más una novela que lleva por título Mararía. Aunque afortunadamente también existen santacruceros que saben que Rafael Arozarena es el autor de Mararía, que en este año 2023 cumple cincuenta años de su publicación. Pero Rafael es algo más que su emblemática novela. Él se consideraba por encima de todo poeta. Pero… vayamos a Rafael Arozarena vecino de Santa Cruz.

Es Rafael Arozarena Doblado hijo Ilustrísimo de la Muy Noble, Leal e Invicta Villa, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago por méritos propios, no porque nadie se los haya regalado. Es la ciudad que le vio nacer y morir. Su ciudad. Su ciudad amada, con la que tenía un íntimo y secreto compromiso que no olvidó a lo largo de sus 86 años. Quedó reflejado en su obra, tanto en verso como en prosa y presumía de haber nacido en Santa Cruz en cada ocasión que se presentaba. Santa Cruz era para Rafael la ciudad de la jacaranda, del kiosko de la Alameda del Duque, de la calle Cruz Verde. La ciudad en la que las calles están dedicadas a las flores: la rosa y el clavel. Y a las santas Rita y Rosalía. Al callejón de las marañuelas y en lo más hondo de los barrancos, Proserpina. Orgulloso de que su ciudad no tuviera monumentos a los caballos. La Santa Cruz que tenía en sus calles Los vendedores de África.

Santa Cruz a la que el poeta desentierra la bella palabra: TAGANANA. Todos los confines de la ciudad tienen cabida en su recuerdo, en su prosa, en su poesía. San Andrés e Igueste San Andrés en su Domingo con misa en Igueste, la simple estampa de un barranco. Con un cura sentado en un sillón bajo la sombrilla roja de un flamboyán y la totalidad de un cielo de lavándulas azules. Anaga donde peinó la cabellera de laurel a su madre y susurró el arrorró aprendido con el viento y las abejas. El parque García Sanabria, protagonista de su hermoso cuento La reina de la primavera. Los cuentos Mr. Keet y la polilla y La Bella Durmiente del museo, donde refleja el abandono (hace unas cuantas décadas) de los grandes tesoros culturales y naturales que posee Santa Cruz. Su posterior Génesis de un Museo, donde se muestra feliz por la existencia del Museo de la Naturaleza y Arqueología actual, en el que contribuyó de manera desinteresada a su creación y del que se sentía muy orgulloso. La Santa Cruz que pregonó en la primavera de 2007, con el sugerente título, Santa Cruz 2007: entre la memoria y el afán. Pregón en el que recuerda muchas cosas, pero permítanme señalar algo tan bello como que las ventanas y balcones de la ciudad estaban a la altura del saludo y las puertas abiertas de par en par. En la que los chicos de barrio como él (nació en El Toscal) soñaban que los barrancos se convertían en preciosos jardines colgantes, como los de Babilonia. La Santa Cruz que queda reflejada en su novela Cerveza de grano rojo.

Además, Rafael Arozarena dio a su ciudad algo que ninguna ciudad del mundo tiene. Un cielo fetasiano. Un cielo fetasiano que Rafael pintó para Santa Cruz. En fin, la ciudad en la que no tiene un rincón, placa, busto, calle, plaza… que le recuerde.

No Rafael, no serás olvido, porque siempre permanecerás en el corazón de la gente que te quisimos.