El adiós de Cinesa en El Muelle: ¿El crepúsculo de los cines o Una nueva esperanza?

La salida de la empresa del centro comercial engrosa la larga lista de cierres de salas en Las Palmas de Gran Canaria, pero dos grandes grupos ya negocian su reapertura

El público en Cinesa El Muelle durante el Festival Internacional de Cine Las Palmas de Gran Canaria.

El público en Cinesa El Muelle durante el Festival Internacional de Cine Las Palmas de Gran Canaria. / L. P.

Nora Navarro

Nora Navarro

El cierre progresivo de las salas de cine en Las Palmas de Gran Canaria, cuyo último golpe ha sido el The End que cuelga Cinesa en el centro comercial El Muelle, reaviva la inquietud en torno al erial cinematográfico en que deviene una capital de casi 400.000 habitantes, donde la pérdida de espacios y la merma de una oferta de cine independiente más diversa nos ha robado París y la perspectiva de que Sam toque otra vez esa canción de otros tiempos. 

El adiós de Cinesa, que echa el cierre el próximo 1 de mayo tras repetir como sede del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria por tercer año consecutivo, parece que vuelve a proyectar «el crepúsculo de los cines» en la ciudad, aunque también podría inaugurar, como en las nuevas entregas de la saga galáctica, «una nueva esperanza». 

Y es que el grupo Divarian Propiedad SA, propietario del centro comercial El Muelle, ya se encuentra en negociaciones con dos empresas de exhibición cinematográfica de renombre internacional para reanudar este servicio, mientras se resuelven las negociaciones entre el centro comercial y la Autoridad Portuaria de Las Palmas y Puertos del Estado para la ejecución de una reforma integral del primero. «No habrá que esperar mucho», apuntan fuentes implicadas en las negociaciones sobre el futuro de estos cines, de los que aseguran que «hay un porcentaje bastante alto de que, antes de que termine el año, se vuelva a ver cine en el centro comercial El Muelle, con una empresa potente detrás». 

Otros tipos de cine

Pero una de las demandas principales del público cinéfilo afincado en la Isla estriba en la falta de espacios que programen otros tipos de cine, fuera de los esquemas del mainstream, que despliegan miradas diversas y autorales, desde otros lenguajes o latitudes, como el que vertebra el festival capitalino que hoy culmina su 22ª edición y que, por el momento, queda huérfano de sede. «Ahora tendremos bastante poco», lamentaba su director, Luis Miranda, al comienzo del certamen, sobre la perspectiva de un panorama cinematográfico más plural en la ciudad. 

«Normalmente, para una persona cinéfila, la primera reacción ante el cierre de cualquier sala de cine es de una profunda tristeza, como si le robaran parte del placer que imagina que experimentaría en ella. Diferente es pensar qué tipo de cine se nos está ofreciendo en esos lugares», reflexiona Vicky Pérez, de la Asociación de Cine Vértigo, radicada en la capital grancanaria. «¿Es la iniciativa privada la responsable de que en todas las salas se vea casi lo mismo? No. ¿Alguien cree que es importante educar la mirada y ver algo más que el mismo tipo de cine narrativo? Vivimos rodeados de imágenes de cine, pero nuestra interpretación quizás sea cada vez más básica. Y parece que a nadie le importa», añade.

En esta línea, los Multicines Monopol, que permanecen cerrados desde octubre de 2020, fueron nuestro «rosebud», el reducto que abría una ventana de aire fresco a otros imaginarios, códigos y coordenadas del séptimo arte, junto a ciclos especiales, temáticos o de cine clásico, que se proyectaban en versión original subtitulada como principio. Su clausura puso fin, además, a la existencia de salas de cine fuera de los grandes centros comerciales en toda Gran Canaria. 

Los Multicines Monopol, que permanecen cerrados desde octubre de 2020, fueron nuestro «rosebud»

Y es que, a lo largo de las tres décadas del siglo XXI, las salas de cine independientes han caído como fichas de dominó tras colisionar contra icerbergs que adoptarían distintas formas: desde el visionado y la descarga de películas en línea a la consolidación de las plataformas digitales y el consumo de filmes a la carta en el sofá, pasando por las consecuencias de la pandemia y las innovaciones tecnológicas que solo pueden desembolsar los grandes conglomerados, reconfigurando el cine como experiencias inmersivas, interactivas y panorámicas en salas Premium o 4DX.

Multicines Monopol.

Multicines Monopol.

Como fichas de dominó

En la primera década de los 2000, los Multicines Royal, fundados por Jesús Rodríguez Doreste, que iluminaban con sus luces de neón el encuentro de Murga con León y Castillo, bajó la persiana en 2006 ante la acentuada caída de espectadores. Le siguieron, un año después, los cines Galaxy’s, en la calle Mesa y López, impulsados por el empresario Francisco Melo Sansó, recientemente fallecido el pasado 9 de febrero, a su vez artífice de los Monopol, que fundara en 1985 y 1998, respectivamente, entre otros. También en esta década, en concreto, en 2004, cayó el último cine monosala que logró sobrevivir a la oleada de los multicines en la ciudad, la mítica sala El Capitol, en la arteria de Tomás Morales. 

Los cines Galaxy's.

Los cines Galaxy's.

El aterrizaje de Yelmo, que hoy mantiene sus salas en los centros comerciales de Las Arenas, Vecindario y Los Alisios, así como de Cinesa, que se emplazó en los de El Muelle y Siete Palmas -que actualmente explota Ocine, con el mejor equipamiento tecnológico del país- cambiaron las normas de un juego cinematográfico que volvió a desplazar hacia los márgenes el circuito alternativo del séptimo arte, toda vez que supuso la sentencia de las salas pequeñas y medianas. El mapa se completa con la presencia de Artesiete en el centro comercial Las Terrazas.

El Monopol no va a volver

A pesar del anhelo compartido de la cinefilia grancanaria, «los Multicines Monopol no van a abrir nunca más». Así lo afirma Alfonso Melo, último propietario de los multicines, que ahora pertenecen al «banco malo» o Sareb (Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria) y que permanecen en estado de abandono total en el edificio de la Plaza de Las Ranas. 

«El cine ya no es nuestro», aclara Melo, y precisa que «después de seis años de penurias, lo hundieron». En concreto, Melo señala como «culpables» a los ayuntamientos de Telde y Las Palmas de Gran Canaria, este último impulsor del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, que alojó su sede en los cines Monopol hasta 2019, toda vez que el Consistorio teldense les debe una cuantiosa compensación económica, fijada por sentencia, por el cierre de los Cines Arnao, en dicho municipio.

«El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria nos debe todavía 12.000 euros correspondientes a esa edición del Festival», explica. «Y el de Telde nos debe 7 millones, que nos van pagando a cuentagotas, porque los Monopol se hipotecaron para poder costear los cines de Telde», añade. «Ellos nos llevaron a la ruina».

Alfonso Melo avanza que en las próximas semanas, antes de las elecciones, se lanzará una campaña a los medios de comunicación en la que «explicaremos con detalle la situación actual del Monopol y señalaremos quiénes son los culpables de su cierre definitivo». 

Espacios de resistencia

Al igual que el papel prescriptor que desempeña el festival de cine grancanario, la Asociación de Cine Vértigo, fundada en 1998 en la capital grancanaria por un grupo de amantes del cine, mantiene vivo el acontecimiento de la sala de cine como espacio de desafío, de interpelación, pero también de encuentro y de diálogo. 

Su labor infatigable por abrir ventanas a medida que se cierran otras puertas se proyecta en las pantallas de los ciclos que programan periódicamente en el Cicca y en la Casa de Colón, erigiéndose esta última también en sede de la Semana del Cine Japonés y Semana del Cine Coreano, programadas por Vértigo, así como de la Muestra Ibértigo de Cine Iberoamericano, que explora el potencial creativo y vanguardista del cine iberoamericano, sus vínculos con Canarias y las trabas que debe sortear para circular por los canales habituales de distribución y exhibición.  

En cuanto a la simplificación del horizonte actual del cine en la Isla, «hay iniciativas para romper este círculo, pero tienen que ir lideradas por lo público», apunta Vicky Pérez, quien cita como ejemplos las proyecciones del Festival de Cine de Málaga fuera del Festival o, en el contexto de Canarias, las proyecciones de cine independiente de estreno que programa Tenerife Espacio de las Artes (TEA).

Un futuro incierto

Con todo, Francisco Melo Junior, productor y exhibidor de cine, se muestra optimista con respecto al rumbo de las salas, que conoce bien, pese al fundido a negro de los últimos años. «La situación no es tan catastrófica y creo que la gente va a volver masivamente a las salas de cine en 2023», confía. 

Y es que, a su juicio, la sala de cine no ha perdido su poder como espacio de legitimación, de modo que su camino pasaría no tanto por competir con las plataformas de streaming como por «dialogar y convivir» con sus tiempos. 

"Creo que la gente va a volver masivamente a las salas de cine en 2023», apunta Francisco Melo Junior

«La tendencia es que una película permanezca 17 días en sala; luego pasa a vídeo bajo demanda y luego se emite en abierto», señala Junior. «¿Qué significa esto? Que el cine siempre es la primera ventana y así seguirá siendo. Sin ir más lejos, Netflix y Disney han comprobado que siempre funcionan mejor las películas que se estrenan antes en cines. Ahora el reto es programar películas para distintos perfiles. Por ejemplo, los datos revelan que el perfil medio en los últimos años es femenino, adulto y urbano, así que programemos películas para ellas. Además, los cinéfilos siempre preferirán ver el último estreno en pantalla grande. La clave es que el mercado se reinvente, y se está reinventando, una vez más», celebra. 

Y es que, como concluye Pérez, «el cine ha de verse en las salas para las que fue hecho». Y sigue con una cita de la directora argentina María Álvarez: «En una sala oscura, en una pantalla mucho más grande que nosotros, en un horario puntual, vestidos con ropa de calle, sentados junto a gente desconocida, sin poder parar la película por nada ni nadie. El cine manda. Nosotros, meros mortales, somos sus fieles devotos».