Entrevista | Marta Pazos Directora, escenógrafa y actriz

Marta Pazos: «A veces se va mucha gente de la sala y hay que convivir con eso»

La dramaturga visita la capital grancanaria para dar una ponencia y un taller como parte de la programación de MAPAS 2023

Marta Pazos, actriz, directora y escenógrafa, en el Teatro Guiniguada el pasado miércoles.

Marta Pazos, actriz, directora y escenógrafa, en el Teatro Guiniguada el pasado miércoles. / Andrés Cruz

Martina Andrés

Martina Andrés

La dramaturga Marta Pazos (Pontevedra, 1976) ha visitado Gran Canaria para ofrecer una ponencia y un taller, ‘Cazar al conejo blanco’ en el Teatro Guiniguada. Una dramaturga de vanguardia y transgresora que juega de forma constante con el color, los sonidos, la música y todo lo relacionado con la experiencia. Una directora que admira a los creadores más jóvenes y que está en constante transformación.

Estos días ha realizado en el Teatro Guiniguada un taller llamado ‘Cazar al conejo blanco’. ¿Por qué este título? 

Le he dado este nombre porque para mí la creación tiene que ver con esa idea de perseguir algo, como Alicia con el conejo blanco, que no sabe a dónde la va a llevar. Pero esta urgencia, esta certeza de que no se puede quedar parada, es lo que le hace descubrir e ir hacia la aventura. Para mí la creación es justamente esto. Es un taller sobre el análisis del proceso creativo en artes escénicas, también sobre los agentes que intervienen en él. Yo llevo años monitorizando mis propios procesos y he aprendido mucho. Esto me ha servido para generar un pensamiento crítico sobre mi obra y sobre mi forma de crear, no solo lo que hago, sino también cómo lo hago. En mi caso, que la parte de más trabajo es la de puestos de dirección, busco como se puede liderar desde un liderazgo regenerativo. 

Alguna vez ha dicho que las stories de Instagram ‘son literatura postdramática’. Usted reflexiona también sobre cómo los móviles han cambiado la recepción de la obra por parte del público. ¿A qué conclusiones ha llegado en este sentido?

Primero a no dar nada por hecho, a no ser muy prejuiciosos con nuestra propia obra, con nuestros equipos y con nosotros como artistas. A estar en una eterna transformación y en un eterno aprendizaje. También a poder contrarrestar esta velocidad que el sistema en el que vivimos nos está imponiendo e ir al encuentro de tu propia velocidad, de trabajar desde un sitio más orgánico que tenga más que ver con cómo estás tú en ese momento en el que te enfrentas a la creación.

¿Y usted ha podido encontrar su propia velocidad?

(Risas). Bueno, yo estoy entrenando para eso, ¿no? Para mí es capital el proceso y la persona en la que te transformas cuando estás haciendo un proyecto artístico, siempre implica una transformación muy grande. No tengo tanta ansiedad de llegar a un sitio, como cuando era mucho más joven que todo era llegar, llegar y llegar. Ahora me he dado cuenta de que no hay que llegar a ningún sitio… El otro día alguien decía algo así como que la obra es el resto del proceso, es lo que sobra del proceso. Para mí esta es una idea muy afortunada, no querer cerrar las cosas, ni siquiera hacer conclusiones. Estos días en el taller estamos viendo eso, como hoy pienso una cosa pero después de las experiencias a lo largo de la mañana, al día siguiente pienso otra cosa. Es muy interesante esto.

Es imposible al final tener certezas.

Sí, para mí lo que es posible es tener coherencia, que yo sea coherente con lo que pienso, lo que digo y lo que siento, que esto esté alineado y eso sí que es muy importante. Eso puede ser una certeza, esa búsqueda de la coherencia. Pero después, todo se mueve todo el tiempo, el arte es como la vida, no es agua estancada. Todo el tiempo se está moviendo, eso es lo fascinante también.

Alfredo Sanzol le hizo una invitación para dirigir un espectáculo y le puso una condición: tenía que hacerlo con actores menores de 30 años. Eligió a Lorca y su Comedia sin título porque para usted su teatro imposible conecta con el espíritu de cuando somos jóvenes y queremos cambiar las cosas y el mundo que nos rodea. ¿Cree que los jóvenes de hoy siguen teniendo estas pulsiones?

En los últimos años he hecho proyectos muy conectados con la gente joven. Y veo ese prejuicio de cómo desde una edad ves la juventud ahora y cómo tú la juzgas según la juventud que tú viviste. Estar en contacto con la gente joven me ha ayudado y me ha dejado fascinarme por la gente de esta generación. Y también está el tema de la inspiración: siempre venía de generaciones mayores que la mía, las generaciones anteriores. Esos eran los y las artistas que a mí me inspiraban. Pero, de un tiempo a esta parte, he girado esto. Y entonces, los artistas y las artistas que busco son menores que yo. Y estos son ahora los grandes referentes. Es muy nutritivo esto. El haber nacido siendo nativos y nativas digitales lo cambia todo. Muchas veces pienso cómo sería yo joven ahora, qué me influiría. Es interesante pensarlo, para mí es inevitable. Tengo una relación con la juventud muy positiva y desde una fascinación por la novedad y la implicación. Por ejemplo, desde ideas como el feminismo. Yo tengo una hija de 13 años que, bueno, es lo que ha mamado en casa, pero tiene unas ideas que a mí me parecen fascinantes. Y yo veo como era yo con 13 años y ese pensamiento ni se me pasaba por la cabeza. Es un momento muy propicio y muy bueno, una edad de oro en muchos aspectos. También hay una parte de estar en brazos de Morfeo, no despertar, estar dormido, no activo. Claro, la juventud está compuesta por unas personas y por otras y por algo muy diverso. Y muy afortunado. Cuando yo era joven, el concepto de diversidad ni se podía nombrar. Y ahora, afortunadamente, podemos hacerlo. 

Para usted es importante que haya voces diversas dentro de los espectáculos, para que reflejen la diversidad de la vida. ¿Cree que lo consigue siempre? ¿Cómo lo hace cuando se enfrenta a obras más clásicas, como puede ser alguna de Shakespeare?

Pues tiene que ver con la elección del equipo. Que no siempre vengan del mundo del teatro, que vengan de otras artes. El dejar, por ejemplo, una diversidad de acentos, no homogeneizar aunque se trabajen textos clásicos. Que los intérpretes puedan conectar con su propia identidad. A mí esto me gusta mucho. Diversidad de sonidos en la escena. Una diversidad de cuerpos, también. No hacerlo desde una heteronorma ni desde algo homogéneo u ortodoxo, sino poner cuerpos diversos y en muchos aspectos inesperados en relación con el personaje. A veces, no atribuyo el personaje a un intéprete o a una intérprete del mismo género para el que ha sido escrito, sino que yo intento conectar más con una energía del intérprete o de la intérprete que sea vecina o contraria a ese personaje y, entonces, pueda trabajarlo desde otras perspectivas.

Ha dicho en alguna ocasión que tiene una forma de entender el arte que se resume en poner las cosas encima del escenario y que el público o lo disfrute o se enfurezca, pero que pase algo, que sus cuerpos y sus mentes cambien al salir. ¿No le da miedo enfurecer al público más de la cuenta?

(Risas). Sí, sí. Bueno, para mí el arte tiene que ser una herramienta de transformación y de generar un pensamiento. Cuando pienso en crear una obra de arte, no pienso en el gusto. Porque a mí también como público puede haber cosas que me gusten o que no. Pero a lo mejor lo que me gusta no me transforma, y salgo y a los diez minutos me he olvidado. Y a lo mejor una obra que como espectadora me produce rechazo, que incluso no soy capaz de verla hasta el final y me tengo que levantar enfurecida e irme..., pues a lo mejor genera un nuevo pensamiento en mí o un discurso que antes no había o la capacidad de diálogo con otros espectadores. Para mí lo interesante es eso: lo que se genera más allá de la duración de la propia obra. Lo hablaba con el grupo de participantes del taller, que a veces se va mucha gente de la sala y hay que convivir con eso también. Y también es positivo, yo no le quiero gustar a todo el mundo. Entiendo que hay personas a las que no les gusta mi arte. Lo respeto profundamente.

Con 23 años decide dejar a un lado la pintura y meterse de lleno en el teatro. José Manuel Mora dijo de usted que «pinta un lienzo desde el patio de butacas». El color está muy presente en su obra, como por ejemplo en Matria, el montaje que ha expuesto recientemente en la National Gallery de Praga. ¿Diría que es su marca de identidad?

Hay una parte que es muy reconocible de mi trabajo que es el color, porque empleo el color de manera radical. Y también porque estoy haciendo un estudio sobre la percepción, sobre cómo se percibe el color y como es un elemento transformador. Matria lo hacía así de manera muy rotunda: cuando tú estás expuesta a determinados colores durante un tiempo, esto hace que el balance de tus ojos cambie, como el balance de blancos de una cámara, y entonces cuando sales de la exposición de este color ves colores que no existen. Te metías dentro de Matria, donde trabajé el amarillo flúor, y estabas unos minutos ahí dentro y tus ojos se habituaban a aquello, era un cubículo muy saturado. El museo era todo blanco y, cuando salías de la instalación, veías el museo púrpura durante unos segundos. Yo trabajo esto. También el haber encontrado este camino de investigación en el color me está dando muchas satisfacciones. Sí, es algo que podríamos decir que define mi obra. También la música, el sonido. Todo lo que tenga que ver con lo experiencial. Y cada vez mi trabajo va más a eso, a la experiencia.

Se le define como una directora transgresora, de vanguardia. ¿En algún momento se ha sentido atrapada por esta etiqueta?

Es que siempre he intentado huir de etiquetas. Es como que si te cuelgan eso y ahora, imagínate que el camino de la investigación me lleva al barroquismo y de repente soy barroca... Entonces, soy y en mariposa yo me transformo. A mí lo que me interesa es eso, esa transformación. También considero que a veces es inevitable que te etiqueten o esta necesidad de meterte en una corriente determinada. Y al principio sí, a veces escuchaba o leía cosas sobre mí con las que no me sentía identificada. Otras veces al revés. ¿Transgresora? Depende. Porque en algunos entornos mi trabajo se considera demasiado blanco. En otros entornos, se considera demasiado radical. Es un trabajo con el contexto, porque el contexto es tan sumamente cambiante que, claro, el propio contexto muchas veces modifica tu obra. Por eso apelo a lo que te da sentido a ti, a ser coherente contigo y con tu obra.