Amalgama

El adulterio colectivo

Tres chimpancés. |

Tres chimpancés. | / FERRAN MONTENEGRO

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

David P. Barash y Judith Eve Lipton, respectivamente, doctores en Zoología y en Medicina, y docentes en psicología y psiquiatría en Washington, publicaron, en 2001, la obra The Myth of Monogamy. Fidelity and Infidelity in Animals and People, en la que informaban de cómo el comportamiento monógamo en la sociedad humana es biológicamente antinatura, algo casi exclusivamente propio de una docena de mamíferos entre miles de especies. La clave está en la importancia de las creencias religiosas como estructuras que ejercitan algo así como la capacidad hipnótica de producir comportamientos sociales por la vía de alienar a los individuos de su propia naturaleza. El interés de las iglesias de diferentes creencias y dogmas de todo el planeta por ocupar el liderazgo en la defensa de la familia tradicional está encaminado a encontrar una columna vertebral que valide la razón de su existencia: sin la gestión de los comportamientos sexuales no hay instituciones.

Hasta los años noventa, los comportamientos monógamos en las diversas especies animales se habían certificado por la observación paciente de los zoólogos. Nos vale uno de los miles de ejemplos: un estudio de los chimpancés en Costa de Marfil analizó parejas madre-hijo en 13 casos para determinar el perfil de ADN comparándolos con los machos del grupo y en siete de los 13 casos hubo que excluirlos como padres. Tal cosa ocurría en breves ausencias de las chimpancés con resultado de apareamiento con machos no pertenecientes al grupo, y como dicen Barash y Lipton: «¡Durante diecisiete años de observaciones continuas, los penetrantes ojos de los investigadores no lograron presenciar ni siquiera uno! Sin el análisis de ADN no habríamos tenido modo de desvelar este lado oculto de la vida amorosa de los chimpancés hembra». La situación es tan extremadamente curiosa que en las revistas de biología los títulos que empezaron a proliferar cada vez más eran y son los conducentes a confirmar los apareamientos múltiples y fuera de la pareja en especies diversas de animales, y añadían Barash y Lipton: «Ante la marea de pruebas en torno a la no-monogamia genética, toda evidencia en favor de la monogamia es en verdad algo grande».

En suma: «Es evidente que la familia monógama está bajo asedio, y no por obra del gobierno, ni por un declive de la moral y, desde luego, menos aún por un gigantesco plan homosexual... sino por los dictados de la propia biología. Los niños tienen su niñez ¿Y los adultos? El adulterio». Esto era a comienzos de este siglo XXI. Aun así, hay muchas especies animales, como los lobos grises, los albatros, los caballos de mar, los pingüinos, periquitos, palomas, cisnes, nutrias, orcas o gibones, que tienen comportamientos monógamos. Pero la fuerte característica del ser humano como ser eusocial nos indica que su comportamiento monogámico es meramente institucional y de control.

Un gran estudioso de los comportamientos sociales fue Wilhelm Reich, discípulo de Sigmund Freud que, con 23 años, en 1920, era ya miembro de la Asociación Psicoanalítica Vienesa, fundada por el propio Freud. Reich, en su tesis sobre el sexo, resultado de una energía básica, el orgón, desbrozó lo que era la represión sexual y su apoderamiento por las religiones, o por el fascismo y el comunismo, para mostrar que a cada humano reprimido y socializado se le insertaba una coraza, y en la rotura de esa coraza estaba la libertad, y no una libertad encaminada a un comportamiento compulsivo y caótico, sino sencillamente no culpabilista.

Reich fue un feroz crítico con la configuración autoritaria en todos los órdenes de la vida, que terminaron por hacer suyos los estados comunistas, igual que anteriormente lo habían hecho los fascistas, teniendo que huir, primero de los fascistas y luego del Partido Comunista (los estudiantes rusos de los años 20 habían entendido la liberación sexual del modo orgiástico, pero llegaron Lenin y Stalin y los mandaron al guano). Finalmente lo terminó encarcelando la política del macartismo, siendo aprisionado en Lweisburg, Pennsylvania, y muriendo en el calabozo. Autor de La función del orgasmo, en 1927, de La psicología de masas del fascismo, en 1933, y de La revolución sexual, en 1936, quedó frente a los comunistas que, en su pretensión natural socialista de gestionar el dominio de todo, incluido lo que los cuerpos hacen en la cama, pasaron rápido a la persecución de los homosexuales, opción que Reich consideraba natural, pero el comunismo consideraba perversión burguesa, y en 1934 se detuvo masivamente a homosexuales en Moscú, Odesa, Leningrado y Jarkov, siendo que en marzo se promulgó una ley que prohibía las relaciones entre hombres so pena de hasta ocho años de cárcel. El escritor comunista Máximo Gorki escribió: «Mientras en los países fascistas la homosexualidad, ruina de la juventud, florece por doquier impunemente, en los países donde el proletariado ha tomado, con audacia, las riendas del poder, la homosexualidad ha sido declarada crimen social y es castigada con rigor. Ya suena en Alemania esta consigna: extirpad la homosexualidad y el fascismo habrá desaparecido».

Las torturas y trabajos forzados a los homosexuales en Cuba lideradas por Che Guevara, fueron un correlato de esa forma de pensar de enjambre. Menos conocida es la misma actitud en Salvador Allende, otro comunista radical que, en su tesis doctoral de medicina del año 1933 como médico cirujano de la Universidad de Chile, defendía la eugenesia y, más concretamente, la esterilización de homosexuales («el homosexual orgánico es un enfermo y, en consecuencia, debe merecer la condición de tal»), y también de los locos y a los judíos, lo cual presentó como proyecto político en 1939, cuando era ministro de Salud. Salvador Allende tenía una frase tópica: «Me han dicho de todo, pero lo único que no pueden decirme es ladrón o maricón».

Cuando hoy día vemos que políticos autodenominados de izquierda o comunistas, se pasan a la defensa del LGTBi y, a la vez, cabalgando contradicciones, respetan a estas cabezas comunistas históricas, podemos comprobar que la idea central, de la sociedad que evoluciona, está en la disipación del sexo como algo que sale de las pulsiones familiares biológicas, y pasa a ser dominio del Estado. Todos los orgasmos son gestionados por el Estado.