Literatura

¿Cómo se escribe desde el cuerpo?

La escritora argentino-mexicana Sandra Lorenzano reveló su mirada sobre la forma literaria en el marco del ciclo ‘Escritoras en la Casa-Museo Pérez Galdós’

Sandra Lorenzano en la Casa-Museo Pérez Galdós.

Sandra Lorenzano en la Casa-Museo Pérez Galdós. / Ángel Medina

Nora Navarro

Nora Navarro

La escritora y docente Sandra Lorenzano (Buenos Aires, 1960), residente en México, visitó la capital grancanaria el pasado martes para impartir la lectura ‘Escribir desde el cuerpo’ en el marco del aclamado ciclo ‘Escritoras en la Casa-Museo’, por el que han pasado grandes narradoras y poetas como Brenda Navarro, Cristina Morales Sabina Urraca o Aida González Rossi.

«¿Desde dónde escribimos quienes escribimos?», cavila la escritora Sandra Lorenzano. Su pregunta baila en el mismo acorde que afinó Alejandra Pizarnik desde ese adverbio interrogativo: «¿De dónde viene esta conspiración de invisibilidades?». Ambas poetas, nacidas en Argentina, abren caminos a través de las palabras para nombrar lo que no se ve, pero que existe y nos sucede. Clarice Lispector lo resumió de este modo: «Escribir es así: ?», y dejó flotando el signo de interrogación en la página.

Lorenzano convocó a ancestras y coetáneas, a seguidoras, cómplices y paisanas del país de las letras y de la isla a la que regresa con frecuencia, el pasado martes, en la casa natal de Benito Pérez Galdós, al que también se dirigió al tomar asiento, como ya hiciera hace unos años Almudena Grandes, también en el mismo acorde. 

A menudo, Lorenzano recuerda que Grandes y ella nacieron el mismo año, en el mismo día, con dos meses de diferencia. Y esta vez también manifestará que la ausencia, como el exilio, no es una cuestión del espacio, sino del tiempo. Y que también sucede en el cuerpo, donde se cruzan «el deseo y la memoria, las historias y el presente, la piel y las ausencias», reflexiona la escritora.

Lorenzano evoca las palabras de María Negroni: «Escribir es como abrazar un cuerpo que no se ve»

El deseo, la violencia, el exilio y la memoria son las agujas con que Lorenzano teje su vasto mundo literario, «que son cuestiones que atraviesan el cuerpo», sostiene. En este sentido, escribir desde el cuerpo consiste en «tratar de hacer visible lo inasible», lo que, anidado en el silencio, permanecería innombrado. «Lo que pasa con el alma es que no se ve», sigue el poema pizarnikiano, aunque Lorenzano cita a su vez a otra contemporánea argentina, María Negroni, cuando reproduce las palabras de Bernard Noël en su ensayo El arte del error: «escribir es como abrazar un cuerpo que no se ve».

Pero Lorenzano también ahonda en el anhelo de que la palabra abrace a un cuerpo, como un viaje de ida y vuelta entre dos silencios que se encuentran. «Si la escritura es un mensaje en una botella lanzada al mar, como decía Paul Celan, escribimos con la esperanza de que llegue a la tierra del corazón de alguien más», explica. «Escribir es, también, un acto de amor».

El deseo, la violencia, el exilio y la memoria son las agujas con que Lorenzano teje su vasto mundo literario

Y detrás de esta mirada poética -poeta es quien mira poéticamente, recuerda la escritora- respira la propia historia de Sandra Lorenzano, quien a los 16 años se vio forzada a emigrar con su familia a México desde Buenos Aires, huyendo de la feroz dictadura militar de Videla. «El exilio significa no tener álbumes de fotos de la infancia», revela, pero al igual que la filósofa María Zambrano, la poeta supo reinventar «el exilio como patria». «Para mí, el exilio es un quiebre en la lengua», confiesa quien, después de retorcer el habla y las formas bajo los códigos de supervivencia de una adolescente, emprendió la búsqueda de una lengua propia desde la herida, que hoy cristaliza en una larga trayectoria como poeta, narradora, activista, académica y, actualmente, docente en la prestigiosa Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Cuenta que, a veces, todavía se tropieza con esos «insignificantes restos de patria» que nombraba Sylvia Molloy, pero que, sobre todo, la construyen, donde caben desde los viejos tangos de su abuela hasta su lucha y compromiso por los derechos de las mujeres desde México. «También escribo para que ese quiebre en la lengua duela menos», expresa. Y porque escribir es también un acto del deseo. Así lo aseguraba Cristina Peri Rossi, Premio Cervantes, 2021: «De todas las catástrofes, incluida la del exilio, nos salva la libido». «Bendita, diosa libido», ríe Lorenzano.

Con todo, la autora de las novelas Fuga en mí menor (Tusquets), La estirpe del silencio (Seix Barral), El día que no fue (Alfaguara), así como de los poemarios Vestigios (Pre-Textos) o Herencia (Vaso Roto Ediciones), siempre vuelve a la primera orilla para mirar con todo el cuerpo el horizonte. Quizás por eso rememoró el concierto reciente de Fito Páez, donde dio rienda suelta a otra de sus pasiones, que es bailar. Cuenta que el rockero de Rosario clamó, guitarra en ristre: «¡Inyéctense un poco de libertad!». 

Sandra Lorenzano junto a Victoria Galván, directora de la Casa-Museo Pérez Galdós.

Sandra Lorenzano junto a Victoria Galván, directora de la Casa-Museo Pérez Galdós. / LP/DLP

Así escribió Lorenzano el final de este viaje colectivo de las que están y las que se fueron -pero están- en la casa de Benito Pérez Galdós, que culminó con una celebración del cuerpo cuando una aprende a mirarse en el espejo a la edad que hoy tendría Almudena Grandes. «¡Inyéctense un poco de libertad»!, brinda Lorenzano. Durante una hora, mujeres de todas las edades e inquietudes nos reencontramos en su espejo. Nos despedimos bailando en el mismo acorde.