Literatura

En un lugar solitario

Hasta la publicación de la obra de la escritora Dorothy B. Hughes, la misoginia mandaba en el género de la novela negra

En un lugar solitario

En un lugar solitario / La Provincia

Javier Doreste

Javier Doreste

De las catorce novelas, numerosas críticas de novela policíaca y su extenso estudio de Earl Stanley Gardner, escritas por Dorothy B. Hughes, sólo conocemos editadas en español dos: El gorrión caído y esta que comentamos, En un lugar solitario. Sin embargo, en Francia y Estados Unidos su obra ha sido reconocida como una de las fundamentales en la creación del género negro, tanto cinematográfico como novelístico. No en vano, tanto El gorrión… como En un lugar… fueron llevadas a la pantalla, con notable éxito.

La primera interpretada por James Garfield y la segunda por Humphrey Bogart y Gloria Graham. El gorrión caído trata del regreso de un norteamericano, brigadista internacional de la guerra española, a la alta sociedad neoyorquina y el descubrimiento que hace de agentes nazis en esa misma sociedad. Alguno de esos agentes lo ha torturado en España, con la ayuda de los fascistas de Franco.

Entenderán ustedes que la ola del macartismo borrará a Garfield y a Hughes del imaginario colectivo americano. Y si la autora escapó fue por refugiarse en Nuevo México, donde pudo dar clases y escribir reseñas literarias sobre el género policiaco, además de publicar con regularidad sus catorce novelas. Pero su influencia se nota en la obra, entre otros, de Patricia Highsmith, Easton Ellis y Thomas Harris.

Hasta el momento de la publicación de En un lugar solitario, la mujer, en la novela negra y el cine del mismo género, se encarnaba en la terrible vampiresa, encargada de anular al detective, en la dulce secretaria sumisa o en la castradora ama de casa. La misoginia mandaba en el género. La hembra siempre como peligro para la virilidad y la independencia masculina. Hughes da la vuelta a la situación. Su personaje principal es un veterano piloto de combate, desmovilizado tras el final de la Segunda Guerra Mundial, que echa en falta la camaradería, el mundo exclusivo de hombres y la sensación de poder disfrutada al pilotar un bombardero sobre la Alemania nazi. Se había enrolado desde el principio, porque «era lo que había que hacer». Derrotar la bestia nazi, salvar los valores de la democracia americana, en la que Murray y Millett titularon: «La guerra que había que ganar». Y los años de guerra le habían construido un mundo controlado y ordenado dónde casi todo estaba dispuesto para que desarrollara su trabajo.

El regreso a la vida civil, a la América de la paz, supone un duro proceso de adaptación para la inmensa mayoría de los veteranos. Sus trabajos han sido ocupados, en muchos casos, por las antiguas y sumisas amas de casa. El entrenamiento y las habilidades adquiridas en la guerra, el arte de matar con eficacia, ya no sirven en la paz. Y pese a que la administración Truman desarrolló diversos programas para paliar el problema causado por la desmovilización de millones de soldados, muchos quedaron por el camino, descolgados, incapaces de adaptarse y poblaron con sus fantasmas algunas de las mejores obras de género negro.

El protagonista de En un lugar solitario es uno de ellos. Hasta su regreso, la mujer era algo siempre dispuesta y supeditada. El mundo que encuentra es totalmente distinto. Las mujeres tienen ideas propias, e incluso las que son amas de casa, opinan con libertad. La visión de su amigo Brub, veterano como él, reconvertido en oficial de policía, casado con una mujer con criterio, horroriza al protagonista Dix Steele. Siente que la antigua camarería se ha desleído y que la influencia de la esposa Silvia tiene un efecto anulador sobre su amigo.

Esta habilidad para introducirse en la mente de alguien completamente alejado de ella misma, hace de Hughes una de las mejores constructoras de personajes de la narrativa policíaca. Con increíble habilidad, la autora nos lleva por la personalidad y la mente de Dix Steele, como si ella misma hubiese pasado por las traumáticas experiencias de la guerra y fuese uno de esos veteranos, desnortados en el mundo de la paz. Esta capacidad para poner el dedo en la llaga, las consecuencias de la guerra y la robustez del sistema social americano, el de salvaje capitalismo, que absorbe la incorporación de la mujer a las cadenas de producción, lo que convierte esta novela en algo más que la simple persecución de un asesino en serie. La convierte en un tratado psicológico sobre el hombre medio americano, que se siente amenazado en su virilidad y en su posición por el avance las mujeres, provocado en gran parte por la guerra.

Además del personaje masculino principal, Steele, destacan las figuras de dos mujeres, Lauren y Silvia. Mujeres capaces de respuestas rápidas como si hubiesen asumido un rol, el de la independencia, que no les correspondería en el orden anterior al conflicto bélico: «¿Quién se dicha primero? Comentó. (…) El que no prepare café –dijo. Ella se desperezó como un gato. –Yo no preparo nada». Es un diálogo entre Dix y Lauren, la pelirroja, que en una novela de Cain asumiría el papel de la vampiresa manipuladora y destructiva. Pero aquí rechaza ese papel y es solo una mujer independiente, con una visión un tanto cínica de la vida pero dispuesta a mantener esa independencia. Este tipo de diálogos, ágiles y rápidos al estilo Chandler, abundan en la obra.

El otro personaje femenino es Silvia Nicolai, la esposa de Bruce, el policía amigo de Dix. A ella se refiere muchas veces el protagonista, cargado de misoginia, como la castradora, la que anula la autonomía de su buen camarada de los tiempos en que volaban juntos, arriesgando la vida sobre los cielos de Europa. Sin embargo Silvia es una mujer inteligente, observadora, en absoluto manipuladora, capaz de pensar por su cuenta, más allá de su marido y de su matrimonio. Una figura de mujer casada que no es la típica ama de casa de la posguerra, viviendo como reina de un hogar cargado de electrodomésticos. Bandera del estilo de vida americano.

Todo lo contrario. Será Silvia quien con su determinación y su inteligencia ponga las cosas en su sitio y descubra al asesino de mujeres que aterroriza a la población. Mucho antes de Milhone y Warshaski, Hughes compone un personaje femenino, perspicaz y observadora, más allá de la recoge chismes que es la Marple. Como mucho antes que Highsmith construye un antecedente de Ripley y lo lleva a través de doscientas sesenta y siete páginas, y nosotros con él, hasta la conclusión.

En un lugar solitario puede definirse como la primera de una escuela de obras sobre asesinos en serie. El propio Thompson, autor de El asesino dentro de mí y Un cuchillo en la mirada, reconoció la influencia que en su obra tuvo esta novela. Y los críticos en general reconocen que el antecedente, en cuanto a originalidad de criterio y ruptura de los esquemas del género, de Patricia Highsmith en Dorothy B. Hughes. Pero no se fíen de lo que les digo, lean la novela y disfruten con ella como uno lo ha hecho.