Canarismos

Entre más llora, menos mea

Luis Rivero

Luis Rivero

Seguramente el lector habrá escuchado esta frase si en alguna ocasión ha presenciado la escena de la perreta de un chiquillo caprichoso que no hay manera de que pare, ante lo que el padre, dirigiéndose a la madre (que intenta consolarlo), pero en un claro mensaje al chiquillo perretoso, dice: «Déjalo, que entre más llora, menos mea». Con ello se le da a entender que nada va a conseguir con la llantina pertinaz que a menudo se emplea como estrategia para obtener un capricho y salirse con la suya. La frase pone en relación dos actos reflejos en el ser humano gobernados por la instintualidad, cuales son: «llorar» y «orinar» (aquí se emplea la voz malsonante, «mear»). Tal relación es inversamente proporcional la una a la otra («más llora»/«menos mea»). Ambas funciones fisiológicas expresadas por cada uno de los verbos implicados, «llorar/mear», se definen con simplicidad: «llorar» es derramar lágrimas (y las lágrimas son el líquido segregado de las glándulas lagrimales).

El llanto se asocia sobre todo a los niños y, en los adultos, generalmente a la mujer, por razones de patrones culturales de educación. Es un acto instintivo que surge de un estímulo que puede ser externo (como el humo que provoca la lacrimación), pero fundamentalmente interno, esto es, por efecto de las emociones o sentimientos (dolor, sufrimiento, frustración, tensión, rabia). La medicina hipocrática y medieval asociaba las lágrimas con los humores del cuerpo, y consideraba el llanto como una purga de los excesos de humores del cerebro. Hoy se sabe que el llanto emotivo (causado por emociones) tiene efectos benefactores: la segregación de lágrimas con hormonas ligadas a los estados emocionales liberan del estrés causado por las emociones / sentimientos responsables del llanto. Por su parte «mear» es expeler naturalmente la orina; la orina es el líquido que secretado por los riñones, pasa a la vejiga y es expulsado a través de la uretra. [La orina posee una curiosa etimología, el término, del latín urina, parece derivar del sánscrito var (uar-ur) que significa ‘fluir, correr, líquido, lluvia’, y a su vez de ur que significa ‘fuego’ en caldeo, lo que la simbología relaciona con «el fuego de naturaleza interior». Extraña asociación esta de la orina («caldeada») que se relaciona con el fuego y nos evoca aquella advertencia que antaño hacían las madres a los chiquillos cuando en verano se hacían fogaleras en barrancos y solares (por san Juan), de no estar jugando alrededor del fuego «porque después te meas en la cama»].

La mayor o menor cantidad de líquido que se segrega en forma de orina dependerá, entre otras cosas, del agua que se pierda a través de la sudoración, de la saliva y del llanto. Esto confirma la relación de directa dependencia entre ambos fluidos corporales («lágrimas/orina») de la cual la sabiduría popular siguiendo el método arcaico de «observación/constatación/conclusión» (en base al cual el vulgo elabora sus propios dichos) ha sabido extraer como corolario esta apreciación que formula de manera categórica: «entre más lloras, menos meas». De suerte tal que el derramar muchas lágrimas disminuye (proporcionalmente) las ganas o necesidad de mear. De manera que la próxima vez que vea un chiquillo con una perreta, «llorando como un marrajo» (símil que hace alusión a como abre la boca el «marrajo» que es una especie de tiburón que muestra una boca muy grande, para decir que alguien llora de manera ruidosa y desconsoladamente), acuérdese que «entre más llora, menos mea», pero, eso sí, «no deje que el chiquillo se desale».