El entrenamiento acaba de empezar sobre el verde del Municipal de Vecindario. Los jugadores practican un repertorio de movimientos, remates, pases y estrategias, pero su pensamiento está lejos del esférico, de los focos, la atención mediática y muy lejos de las grandes cifras que maneja la Primera división. El delantero Yeray Ortega ha dejado de perseguir el balón. Piensa en el corrector que necesita su hija para que sus piernas se formen correctamente, en esa llamada que le exige el pago de los 37 euros que cuesta la mensualidad del comedor escolar y entonces su mente se dispara hacia un listado de números bañados en rojo, en su hipoteca, el coche, en las letras de un banco que no perdona unos intereses que se van doblando por cada mes perdido.

"Hemos llegado a las necesidades más básicas y el simple hecho de comer y pagar la luz se nos está complicando mucho", asegura el delantero. A pesar de que los jugadores llegaron a un acuerdo con la directiva del club del Sureste para rebajar sus fichas, en torno a un 50 por ciento y bajo la premisa de cobrar cada mes, éstos llevan cuatro meses sin sueldo, además de algunas cantidades atrasadas, y, actualmente, cubrir necesidades tan básicas como la vivienda, los alimentos, medicinas o la atención escolar de sus hijos se ha convertido en un drama para la plantilla de la UD Vecindario. "Las cantidades que acordamos son básicas, como los sueldos de cualquier trabajador, y cuando éstos te faltan se te hace muy complicado", asegura Yeray López, uno de los capitanes, en un lamento en el que advierte: "Si esto no empieza a cambiar tendremos que dejarlo. Hay gente que ha perdonado mucho dinero y tenemos la sensación de que la deuda de este club la estamos pagando los jugadores", afirma Ortega.

Los ahorros flaquean y muchos, los que pueden, han tenido que recurrir a sus familiares y amigos. Otros piensan en aceptar cualquier puesto de trabajo. "Yo ya no puede más", asegura Yeray Ortega, "tengo prestamos de 3.000 euros que al doblarse los intereses van ya por los 13.000 y ya le he dicho al banco que se puede llevar la casa, el coche o lo que sea. Si no llega a ser por la familia, a la que estoy muy agradecido, yo ya estaría desamparado", explica éste, con la voz casi quebrada. "El que no tiene ese apoyo está prácticamente mendigando", añade éste.

Su ejemplo no difiere del resto de una plantilla, compuesta por 22 futbolistas, entre veteranos y jóvenes, que intenta hacer piña y grupo para superar las adversidades y en la que los entrenamientos se dejan de lado cuando hay que subir la moral de un compañero cabizbajo. "No somos una excepción a la crisis y como cualquier españolito de a pie lo estamos pasando muy mal, pero la gente piensa que por ser futbolistas no pasa nada si no cobras tres meses y no es así porque hay familias detrás. Que se pongan en nuestra piel", afirma Ortega, que añade: "Yo tengo miedo de ir a la ortopedia con mi hija que necesita un corrector para las piernas porque no voy a poder pagarlo y estamos hablando de algo tan importante como es la salud". "La situación es crítica para muchos que somos padres y estos problemas los llevamos acusando mucho tiempo", añade su compañero Yeray López, "encima se junta la crisis deportiva, algo que lógicamente va unido y la gente no se da cuenta de que no competimos en igualdad de condiciones porque por los problemas no nos dejan preparar los partidos".

A pesar de que el futuro se presenta incierto, la plan- tilla cuenta con el compromiso del presidente de la entidad, Pablo Álvarez, para pagar los retrasos según se ingresen las subvenciones públicas anuales. Su realidad llega hasta un futuro inmediato, el alivio que pueda suponer esta retribución pero más allá desconocen lo que vaya a pasar. "Nosotros queremos seguir y sacar esto adelante pero vemos que por unas gestiones que no se hicieron bien en su momento ahora lo estamos pagando tanto las personas que ahora llevan el club como, principalmente, los jugadores y uno tiene un límite", señala López.