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Opinión

Germán y los cinco argentinos

Germán y los cinco argentinos

Soy germanista. Lo seré hasta el día de mi muerte, e incluso hasta después que llegue esta si tengo la dicha de alcanzar la Gloria eterna donde no habrá atisbo que no sea felicidad y gozo. Soy germanista desde que aquel muchachito de Guanarteme deslumbraba por su juego y su nombre comenzaba a estar en boca de todos en elogios proféticos que apuntaban a estrella del futuro, incluso en las voces y escritos de periodistas de primera línea de entonces como Antonio Lemus, Andrés Ruiz, Pascual Calabuig y Gregorio Martín Díaz y al mismísimo, querido y recordado, don Luis Doreste Silva, cronista oficial de Las Palmas de Gran Canaria, 'forofo' germanista de primer orden, muchos años compañero de asiento nuestro en el palco del Estadio Insular.

Felicidad y gozo de germanistas fue el gol que Germán le marcó a Iríbar en San Mamés en el partido de Copa que nuestro equipo empató 2-2- al Athlétic de Bilbao. Un gol de antología que Germán obtuvo en la Catedral tras recoger un balón en medio de campo, regatear a uno, dos, tres contrarios, y batir a Iríbar de excelente disparo, que puso en pie al público que unánimemente dedicó al jugador grancanario una prolongada gran ovación. Gol que pudo ver toda España, a través de TVE y que suscitó comentarios de periodistas tan prestigiosos como Matías Prats, Gilera, Vicente Marco?, fervientes germanistas desde entonces? Al igual que años después, en la década de los años 70 del pasado siglo fuimos testigos partícipes de la ovación de gala, en estallido de unánime y gran alegría en las gradas del Estadio Insular, al producirse su sensacional gol -el segundo de la noche ante el Real Oviedo- tras una jugada acreditativa de su excepcional categoría, que tuvimos la dicha de narrar para toda España a través de Radio Popular -que transcribimos desde la cinta magnetofónica en que lo guardamos- : "Fernández pasa a Germán, caracolea, busca el centro dentro del área, deja rodar el balón, lo cambia de un pie a otro, empalma un magnífico disparo con la izquierda y ¡¡Gooool!!", señoras y señores, el balón entró por la misma escuadra". El partido terminó 2-0, ambos de Germán, el primero de penalti.

Germán revalidó su grado de 'Maestro' lo que, en definición de Ernesto Cortázar, lo convertía en un modelo a seguir. Ver jugar a Germán era una gozada, incluso para algunos 'antigermanistas'. Elevó al fútbol, revivió el juego limpio, el 'dribling', el gambeteo, el toque, el deporte nítido. Él nos hizo gritar, llorar, emocionar de verdad, y a veces, por qué no decirlo, gritarle de enojo? Germán no ha sabido nunca por qué le llaman 'Maestro'. Fue un auténtico maestro dentro del terreno de juego: frío, cerebral, calculador, estilista, organizador y realizador impecable. Poseyó un dribling fácil, desconcertante, que ejecutaba en un espacio mínimo de terreno donde, inesperadamente, podía cambiar el giro de una jugada, de una situación?

Germán revive ahora otro día de gloria con ocasión de la presentación del libro 'Germán Dévora, el Maestro', del compañero periodista Ignacio S. Acedo. No va a estar solo. Le acompañará mucha gente, la afición amarilla, germanista o no, y unos compañeros de excepción, 'Los 5 argentinos', Carnevali, Wolff, Brindisi, Fernández y Morete, con quienes 'El Maestro' puede compartir el verso "ya somos el pasado que seremos" que el gran Borges inmortalizó en su 'Elegía de un parque'. Carnevali, Wolff, Brindisi, Fernández y Morete son los cinco argentinos que si siempre fueron 'nuestros', a partir de ahora lo son más y de pleno derecho con la insignia de oro y brillantes de nuestra querida Unión Deportiva Las Palmas. ¡Arriba d'ellos...!

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