Recogiendo los trocitos que ha dejado esparcidos por cualquier cuneta, reinventando una nueva personalidad. Así se encuentra el proyecto de la Unión Deportiva en la mitad más uno de la competición de Segunda división. Atrás quedó la primera vuelta que empezó luminosa y acabó sombría, con preguntas incómodas e interrogantes agudos sobre las posibilidades de un conjunto que se ha ido desgajando por el sendero de la Liga como una muñeca rusa. El grupo que se enfrenta esta tarde al Nàstic de Tarragona vuelve a reescribir su propio destino, como hizo en la jornada inaugural, porque se trata de una versión 2.0 de la UD que asombró en los primeros compases del torneo, un nuevo modelo actualizado por las adversidades que se enfrenta a la incertidumbre de una prueba de carga sin asentar aún los cimientos.

Hábilmente Paco Jémez ha ido preparando el camino del cambio. En sus sucesivas comparecencias públicas, entre líneas, el entrenador ha dejado deslizar que nadie a partir de ahora espere un fútbol de salón, traje largo y pajarita. Sobre todo, porque el equipo, a un punto del descenso, ya no está por la labor de morir con las botas puestas frente a cualquier adversario mientras los disgustos engordan y el crédito mengua. El técnico andaluz se sabe cuestionado por sus números y aunque su discurso grueso sigue marcado por el fútbol de toque, la pared y el pecho abierto, en la letra pequeña de sus palabras se esboza algún ramalazo de prudencia. En esta etapa del curso, Jémez no está dispuesto a desangrarse aunque la herida se la produzca bebiendo en una copa tallada en cristal de Bohemia.

La nueva Unión Deportiva se recuesta ahora sobre el diván, intentando encontrarse a sí misma, mientras la competición acelera sin clemencia para los más rezagados. Los amarillos llevan ocho jornadas sin probar bocado victorioso pero, a tenor de lo observado durante la semana, su moral se ha curtido tras el empate angustioso en Tenerife. En los peores momentos del Heliodoro, Las Palmas descubrió que la solidaridad y la concentración conducen por caminos felices. Aprendió a jugar varios partidos dentro de uno y esa experiencia puede resultar imprescindible hoy en Tarragona, frente a un rival de la misma calaña, que también se juega los cuartos y la vida.

Matías Lequi viaja con el equipo por primera vez porque en una sola semana de entrenamientos se ha convertido en mariscal de campo, ante la baja de David García. El central argentino desde la primera sesión de trabajo ha gestionado sus galones con precisas instrucciones a sus jóvenes compañeros de la zaga y ha generado la suficiente confianza para convertirse en la prolongación del técnico en el terreno de juego.

Si bien Lequi será la mayor novedad de la alineación hoy en Tarragona, donde ayer jarreaba agua del cielo, Mauro Quiroga, convertido en revulsivo de oro, también apunta a la titularidad. El espigado delantero se ha ganado a base de goles salvadores un lugar en un conjunto al que le falta Jonathan Viera, su referente ofensivo, que cayó en desgracia el pasado miércoles a causa de una rotura fibrilar. La ausencia obligada del canterano unido al buen rendimiento del argentino facilitan sobremanera la decisión al técnico, que no ha debido consultar con la almohada demasiado porque en esta plantilla cada vez más las habas están contadas.