Dicen los cubanos que éste es el invierno más frío que se recuerda en los últimos años, pero diciembre de 2014 no será precisamente recordado por unas tem-peraturas que, aunque bajas para los caribeños, no descienden más allá de los 14 grados. Lo que sí pasará a la historia es el anuncio del restablecimiento de relaciones entre EE UU y Cuba que quedaron oficialmente rotas en 1961, un acontecimiento que permite a la población cubana ver una luz al final del túnel.

Más de cincuenta años de Revolución, en su mayor parte con el embargo económico impuesto por EE UU a lo que hay que sumar una errática política económica, han diezmado a un pueblo al que cada vez más le cuesta disfrutar e incluso reconocer los éxitos de la Revolución. De ahí que el miércoles de la semana pasada la noticia del intercambio de prisioneros entre ambos países y de la normalización de relaciones fuera recibida con júbilo. La Habana contuvo el aliento a las doce del mediodía, momento en el que estaba anunciada la comparecencia televisiva del presidente cubano Raúl Castro. Todos los eventos y actividades se paralizaron para escuchar una alocución que deparó sorpresas con mayúsculas.

La posible liberación de los tres agentes cubanos que seguían presos en cárceles de EE UU desde hace 16 años era un gesto que ya en algunos círculos se baraja- ba pero la reanudación de las relaciones entre ambos países y el cruce de buenas palabras entre Obama y Castro resultó inaudito para una población que se ha educado y ha crecido considerando a EE UU como el enemigo público número uno.

Alegría y contención

No faltó quienes derramaron lágrimas de alegría y con mayor o menor contención podría hablarse de entusiasmo generalizado en la población. Con todo, y aunque hubo algunas celebraciones espontáneas en las calles con banderas y concentraciones de estudiantes, el ambiente en las calles era más bien de normalidad. Oficialmente todas las celebraciones están concentradas en la liberación de los tres "antiterroristas" (según la terminología oficial) Gerardo Hernández, Antonio Guerrero y Ramón Labariño, que el régimen cubano ha convertido en auténticos héroes y cuyo cautiverio ha estado presente en la vida diaria de los cubanos. No en vano su puesta en libertad tiene a la isla sinceramente emocionada. La televisión cubana retransmitió la emotiva llegada de los "héroes" a sus barrios en la ciudad de La Habana y se improvisó un encuentro con estudiantes en la Universidad. Hubo gente que salió a la calle con banderas. Y la portada del diario Granma estaba dedicada a ellos con el titular "Volvieron" y una foto de Raúl Castro con los cinco (dos de ellos fueron liberados hace dos años). Su retorno es sin duda una alegría para los cubanos fundamentalmente por la faceta humana de una historia con una repercusión mediática similar a la del niño Elián. Ahora bien y aunque de esto se habla menos en los informativos y en los debates televisivos nacionales, las conversaciones privadas de los cubanos y cubanas tienen puestas las luces largas.

En las casas, donde hasta el azúcar y el café están racionados y donde en estos momentos la patata es un bien al alcance de unos pocos, de lo que realmente se habla es de cómo afectará el desbloqueo de las relaciones entre Cuba y EE UU y si finalmente se levantará el embargo y si esto conllevará a una democratización del régimen.

"Ahora así la cosa puede cambiar", comenta Alexis, natural de Matanzas, que trabaja por apenas 300 pesos al mes en moneda nacional (unos diez euros) en un hotel de Varadero donde la vida transcurre al margen de acontecimientos políticos. En realidad él vive de las propinas que le dejan los turistas y por ello se sabe privilegiado. El viernes cogió la guagua para regresar a su casa y atravesó los mismos baches que desde hace años destrozan los neumáticos de quienes tienen la suerte de disponer de un coche. Quizás ahora con los cambios algún día alisen el pavimento, debió pensar este cubano que como la mayoría de los once millones de habitantes de la isla viven a diario "en la lucha".