El desafío de resetear la masculinidad

Expertos en igualdad coinciden en que el modelo hegemónico anula emocionalmente a muchos varones y les traslada una idea errónea de lo que significa ser hombre

El desafío de resetear la masculinidad.

El desafío de resetear la masculinidad.

O. Pereda/ M. Ayala

Alarma y triunfo. Entre esos dos parámetros tan distantes entre sí, con las dramáticas cifras en nuestro país de mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas durante el pasado diciembre y las tres semanas de este mes de enero y el exitoso estreno en Netflix de la serie española Machos alfa, es imposible desviar la mirada informativa de un asunto tan delicado como el machismo, sus consecuencias en la sociedad y las iniciativas puestas en marcha para paliar y concienciar sobre este problema. «No es habitual que los medios de comunicación se pongan en contacto con nosotros para hablar de este tema», reconocen desde la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género en Canarias, «pero durante los últimos días hemos recibido varias solicitudes de entrevistas», añaden sobre un interés que esa agrupación vincula a los feminicidios y la emisión de la producción audiovisual que coprotagoniza la actriz grancanaria Kira Miro.

El patriarcado concede privilegios, promete a los varones poder, acceso a las mujeres, dinero y un perfil agresivo, pero los privilegiados son solo unos pocos

El patriarcado mata y ahoga a las mujeres. Pero también somete a los hombres, «los oprime, los castra emocionalmente y los perjudica». La psicóloga social Gemma Altell y Dani Rius, el impulsor de El Taller, un espacio en Cataluña especializado en las masculinidades antimachistas, coinciden en que derrumbar el modelo social basado en el liderazgo del hombre poderoso, fuerte, sexual y sin vida emocional es uno de los retos sociales más importantes.

«El patriarcado concede privilegios a los hombres, pero no a todos. Es un sistema que promete a los varones poder, acceso a las mujeres, dinero y un perfil agresivo, pero los privilegiados son solo unos pocos», destaca Altell, muy inspirada por los libros de la escritora feminista y activista social estadounidense Gloria Jean Watkins, conocida como bell hooks, fallecida en 2021 y autora, entre, otros libros, de Enseñar a transgredir (Capitán Swing).

Canarias tampoco se muestra impasible ante esta problemática y durante los últimos años, a través de distintas asociaciones privadas y entidades públicas, se han llevado a cabo diferentes acciones destinadas a erradicar en las Islas los comportamientos machistas derivados del patriarcado, cuyo logro más evidente es haber conseguido introducir dicho término la cotidianidad de nuestro vocabulario.

Analfabetismo emocional

El patriarcado avasalla a muchos varones, los castra emocionalmente y les obliga a tener un aprendizaje erróneo sobre lo que significa ser hombre. «Eso es justo lo que hay que cambiar. Hay que identificar qué daño hay detrás de ciertos roles, saber qué ha llevado a los hombres a ser ese tipo de hombres. El objetivo es cambiar esa mochila, ese aprendizaje», sentencia Altell.

Y es este mismo patriarcado el responsable de que muchos varones sean analfabetos emocionales e incapaces «de hacer algo fundamental como gestionar sus emociones, pedir ayuda cuando lo necesitan, mostrar debilidad o disfrutar de la crianza de sus hijos», asegura Rius.

Los cursos antimachistas que muestra la serie de Netflix Macho alfa y que existen en la vida real —aunque con muchas diferencias—, son «útiles» porque ponen su granito de arena en la deconstrucción del patriarcado. Pero Altell apuesta por llegar a los hombres que no acuden a esos cursos, los que se quedan fuera del radar feminista. «Hay que conseguir atraer a los hombres de la calle. ¿Cómo? A través de políticas públicas que fomenten estrategias», expone.

La Asociación de Hombres por la Igualdad de Género en Canarias, en ese sentido, ha sido pionera en la puesta en marcha en las Islas de talleres y conferencias dirigidas, especialmente, a hombres de diferentes edades aunque mostrando especial atención a los jóvenes y menores estudiantes.

También se mueve en esa línea el colectivo Mojo de Caña, fundado en 2001 y con delegaciones en Tenerife, La Palma, Gran Canaria, Córdoba y Madrid, en cuya trayectoria destaca la organización de encuentros y charlas en el Archipiélago sobre las nuevas masculinidades y el feminismo con las cuales buscan «promover un modelo de hombre diferente frente a un sistema universal que garantiza el predominio del varón sobre las mujeres y que denominamos patriarcado», como definen ellos mismos su actividad en la web de la asociación. Con la colaboración del Cabildo de Gran Canaria, Mojo de Caña celebró en 2022 las jornadas Vacuna contra el machismo. Dósis de nuevas masculinidades.

«Somos conscientes de que el camino para luchar contra el machismo es largo y lleno de obstáculos. Nos resulta imposible llegar a la inmunidad total», dicen aprovechando el lema al que hace referencia su iniciativa igualitaria, porque «la efectividad de las vacunas no llegan a proteger la sociedad al 100%. Ojalá eliminar el machismo fuese tan sencillo», añaden.

Otro ejemplo donde se constata que en el Archipiélago, más allá de las modas y los luctuosos sucesos que están marcando actualmente la agenda informativa del país en lo concerniente al drama de la violencia de género, siempre ha existido una enorme sensibilidad con este asunto lo aporta la tinerfeña Villa de Tegueste, localidad en la cual se celebró ya en 2014 el taller Nuevas masculinidades: oportunidades para el cambio, una cita promovida por la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de la Villa en colaboración con la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género en Canarias.

Quince hombres de Tegueste, con edades comprendidas entre los 20 y 50 años, participaron en el proyecto, pionero en aquel entonces en Tenerife, que además de sensibilizar y prevenir la violencia machista pretendía implicar en pro de la igualdad «deconstruir el modelo de masculinidad tradicional y machista».

Asistir a un curso no libra a los asistentes del machismo; el trabajo de deconstrucción debe ser de por vida, una actitud, una filosofía

Dani Rius, el promotor de El Taller, añade que asistir a un curso de masculinidades no libra a los asistentes del machismo porque «todos somos hijos de nuestra época. El trabajo de deconstrucción es de por vida, es una actitud, una filosofía», añade.

Guías

Varias instituciones públicas y asociaciones, entre ellas la Consejería de Derechos Sociales, Igualdad y Juventud del Gobierno de Canarias, ya han puesto en marcha o ultiman sus estrategias de prevención, con publicaciones, medidas, cursos o programas de promoción de las masculinidades antimachistas e igualitarias para cuestionar y combatir la masculinidad hegemónica, así como el diseño sobre qué tipo de servicios tienen que atender a los hombres que ejercen violencias, ya que, según los expertos, la masculinidad hegemónica es una de las causas estructurales de las violencias machistas.

El desafío de resetear la masculinidad.

El desafío de resetear la masculinidad.

En algunas regiones, una de las primeras acciones será una guía de acompañamiento a grupos de hombres para desmontar el machismo y conseguir que la deconstrucción sea feminista, es lograr un cambio radical, no postureo.

Una cita de la feminista Adrienne Rich asegura que la «objetividad es el nombre que se da en la sociedad patriarcal a la subjetividad masculina», y frente a la masculinidad hegemónica que quiere encarnar lo que debe ser, lo normal, es necesario construir masculinidades antimachistas, igualitarias, inclusivas y diversas.

Ninguno de los expertos consultados se muestra muy cómodo con la expresión nuevas masculinidades. Tampoco masculinidades disidentes o alternativas. «Siempre ha habido hombres que individualmente han desobedecido al machismo. Además, hay nuevas masculinidades que son machistas», matiza la psicóloga Laia Rosich, que pide utilizar el concepto de masculinidades antimachistas, igualitarias e inclusivas.

Esteve Segura, responsable de Plural, otro centro especializado en la revisión de los modelos de masculinidad, tampoco se muestra muy cómodo con el concepto patriarcado. «Es demasiado abstracto», critica. En su opinión, sería mejor hablar de «aspectos problemáticos de la masculinidad». Asegura que el modelo hegemónico concede determinados privilegios a los hombres, demostrados con datos. Por ejemplo, menor riesgo de caer en la pobreza, menor riesgo de ser apartado del mundo laboral al tener hijos y menor riesgo de ser agredido sexualmente. Pero los varones «también sufren un coste personal con el modelo hegemónico, que impone un tipo de hombre competitivo, líder, fuerte, que jamás se derrumba y que ni cuida ni se cuida».

Contestar la pregunta de qué es ser hombre es, en su opinión, difícil y complejo. El objetivo —concluye— es conseguir que nadie se sienta desubicado con la masculinidad del siglo XXI.

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