Un pionero con bendición divina

El apóstol canario del sexo

Ex religioso reconvertido en empresario de una cadena de ‘sexshops’ en Canarias, José Toledo fallece a los 81 años | Sus enfrentamientos con la Iglesia y los políticos los alternaba trayendo a las Islas a Cicciolina o Dalila

José Toledo  fotografiado en el seminario de Las Palmas durante su adolescencia.  | LP/DLP

José Toledo fotografiado en el seminario de Las Palmas durante su adolescencia. | LP/DLP / miguel ayala

Miguel Ayala

Miguel Ayala

El negocio del sexo en España ha perdido a uno de sus personajes más singulares con el fallecimiento la pasada semana a los 81 años en Las Palmas de Gran Canaria del empresario y ex religioso José Manuel Toledo Godoy quien, con 25 años y tras colgar los hábitos «por alguna mala experiencia en el seminario», como él reconocía, dio un giro a su vida inaugurando en Canarias los primeros sexhops de las Islas en los años 80 del siglo pasado, media docena de tiendas que primeramente comenzaron a funcionar en Puerto del Rosario, capital de Fuerteventura, en 1981, hasta que en 1985 decide dar el salto a Gran Canaria y poco después a Lanzarote. Cuando hablaba de sus inicios profesionales en tierras majoreras, Toledo Godoy recordaba «las manifestaciones» organizadas por el párroco de Puerto junto a un grupo de feligreses a las puertas de su negocio. «Una jueza también amenazó con montar concentraciones», relataba Toledo, «para impedir que me dieran la licencia de apertura y hasta los mandos del Cuartel de la Legión en la capital majorera», instalaciones junto a las cuales abre el primero de aquellos establecimientos, trataron de amedrentarlo «cuando un teniente coronel supo que vendía revistas para adultos y me advirtió con cerrar el local».

(L)  | LA PROVINCIA/DLP

(L) | LA PROVINCIA/DLP / miguel ayala

José, una década más tarde, convierte su atrevida iniciativa comercial en un próspero negocio que le permitiría traer al Archipiélago a las principales estrellas del porno de la época, desde Dalila a la Cicciolina pasando por Susana Sabrok, Ramón Guevara o, entre otras, Barbarella y Roberta Cavalcanti, copiando el modelo de promoción iniciado en la Sala Bagdad, en Barcelona. A esa lista de nombres se les sumarían posteriormente personajes televisivos de la década de los 90 del pasado siglo en España como La Veneno, Carmen de Mairena, la Bruja Lola... Es entonces cuando el empresario se embarca en una lucha por los derechos en Canarias de las y los miembros del colectivo LGTBIQ+ y otros grupos excluidos como las personas con limitaciones auditivas o movilidad reducida, decisiones que le generarían serios enfrentamientos públicos con las autoridades de las Islas. La llegada y democratización de Internet, en las primeras décadas del sigo XXI, hiere de muerte a los sexshops debido a la difusión gratuita en la red de contenidos audiovisuales de tipo sexual que para esos negocios, mantenidos en buena parte por el alquiler y venta de películas para adultos, supuso un duro varapalo económico.

Comienza entonces el declive del empresario grancanario —«no calculé la amenaza de Internet», admitía— y Toledo Godoy, el generoso anfitrión a quienes en tiempo de bonanza se pegaban todas y todos, cae en el olvido, una situación que sólo empeoró con el coronavirus, estocada definitiva para los negocios de aquel hombre nacido en el seno de una humildísima familia numerosa cuyo principal objetivo en la vida, o al menos uno de ellos, fue, según sus propias palabras, «pasármelo bien».

Porque, pese a los duros momentos a los cuales durante sus 81 años de existencia se enfrentó José Manuel Toledo Godoy, el empresario disfrutó abordando incluso con humor diversos pasajes de su biografía aunque en la intimidad, sólo ante el pequeño grupo de personas al que en la última década redujo su círculo de amigos, lloraba cuando repasaba algún episodio de su periplo vital.

«Siempre tendré la duda de si mi padre me quería», confesaba al rememorar su niñez en la localidad grancanaria de Arucas, entre plataneras y junto a una numerosísima y humilde familia que vivía sin luz ni agua corriente. «Hubo noches, cuando se enfadaba conmigo, que me dejaba en la calle para que durmiera a la intemperie... ¡Pero cómo iba a dormir yo, si era un niño y estaba muerto de miedo allí fuera, solo entre todos aquellos bichos y todos aquellos ruidos!», se preguntaba en muchas ocasiones. Y es ahí, bajo la protección materna, donde comenzó la aventura de Jomatog.

Seminario

Como sucedía con otras familias de la época, la imposibilidad de mantener a todos sus miembros obligó que a José Toledo lo ingresaran de niño en un internado religioso de donde paso ya adolescente al seminario. Estaba convencido de que era algo por lo que sentía vocación, «pero empecé a vivir cosas en el seminario que me demostraron que quienes me adoctrinaban no predicaban nunca con el ejemplo». José Toledo, con pelo castaño, alto y de ojos claros, «además de pobre y un gilipollas», matizaba él, se forma en en seminario «donde agradaba mucho». Es más: era uno de los monaguillos que acompañaban en sus apariciones bajo palio al obispo canario del momento. «Era un cuadro», confesaba. «Vi cosas que no tenía que haber visto y no me refiero solo a temas sexuales».

«Desencatado», decía, con 25 años cuelga los hábitos y se traslada a Madrid, donde realiza el servicio militar y comienza a trabajar en Telefónica. «Yo solo había visto Las Palmas de Gran Canaria y Arucas; Madrid me asombró, sobre todo la libertad de aquel lugar» a principio de los años 80 del siglo XX. «Había de todo: teatro, conciertos, museos, terrazas, locales nocturnos..», relataba sobre aquella época. Es también ahí donde descubre el interés que genera entre buena parte de la población masculina un nuevo tipo de negocio: los sex shops.

En esa etapa es cuando Toledo Godoy comienza a relacionarse de forma natural con hombres de su misma eda. Llamaba la atención su belleza, su educación y sus orígenes canarios pero, sobre todo, generaba curiosidad que fuese un exreligioso. «Aquello era una pasada», admitía antes de definirse a carcajada limpia como «un conquistador».

Conoce a Camilo Sesto e inician una relación que dura más de un año. «Siempre me reservaba una mesa a pie de pista en la sala de fiesta donde actuaba y no comenzaba a cantar hasta que yo llegaba», presumía sobre una historia que se rompe cuando el cantante exige al grancanario formalizar lo que para Toledo Godoy no era más que una amistad con derecho a roce. Punto. «Camilo era muy complicado», justificaba Toledo.

Tras reunir dinero, José decide abandonar la capital de España y montar en Fuerteventura su primer sexshop, en 1981, junto al cuartel de la Legión en la capital majorera. «Vi a muchos militares entrar en los negocios de Madrid», reconocía. Como contábamos al principio, las protestas fueron frecuentes entre buena parte de la sociedad majorera, en especial con la Iglesia. «Cuando me asomaba a la puerta del local y veía allí fuera al cura me enfadaba mucho y le gritaba 'cállate, cogeculos, y vete de aquí'», recordaba Toledo.

De Puerto del Rosario da el salto al centro comercial Nilo, en Maspalomas (Gran Canaria), en 1985, cuando el turismo gay empieza a dar sus primeros coletazos en la Isla. Poco después, antes de que el centro comercial Yumbo se convirtiera en referente europeo del turismo LGTBIQ+, compra dos locales en dicha área comercial y en 1992 inaugura en la calle Doctor Miguel Rosas de Las palmas de Gran Canaria la más grande de todas sus tiendas, dedicada no solo a la venta de artículos y al comercio y alquiler de películas sino, también, a las cabinas de vídeo y espectáculos de sexo en vivo.

El éxito es arrollador y por aquel local desfilarían a lo largo de varios lustros personajes como Dalila, Cicciolina, Sabrina Sabrok, La Veneno, Malena Gracia, Carmen de Mairena, la bruja Lola, Chiqui Martín, Barbarella, Susana Reche, Gustavo Fernández...

En esa época José da un giro a sus iniciativas promocionales y decide implicarse en reflotar y apoyar eventos de la ciudad donde tiene abiertos sus negocios, en especial el Carnaval, pero, sobre todo, batallar por los derechos de las mujeres y hombres LGTBIQ+.

Así, en 1999, Toledo trata de inscribir como candidata a Reina del Carnaval capitalino a la ganadora de Eurovisión de 1998, Dana International.

«La organización finalmente impidió que concursara», explicó Toledo, «esgrimiendo que, al residir en Israel, Dana no podría atender los compromisos obligatorios. Acabó actuando en la Gala de la Reina», una participación por la que Toledo desembolsó 9 millones de pesetas —54.000 euros—.

Ese mismo año presenta a la Gala Drag Queen de Las Palmas de Gran Canaria al joven sordomudo Miguel Ángel Medina, cuya victoria ha sido de las más celebradas porque sentó algunas de las bases de las actuaciones futuras, como la sorprendente variación del vestuario en el ya clásico striptease.

Todas esas iniciativas, algunas de las cuales le supusieron serios problemas, quedan casi en anécdotas comparadas con lo que supuso su decisión en 2005 de presentar a Reina del Carnaval de Las Palmas de GranCanaria a Isabel Torres, primera transexual que concursaba en este certamen y cuya participación dio la vuelta a España.

«Quería apoyar a quienes habían reasignado su género y continuaban excluidas de los concursos pese a que en su DNI figuraban como mujeres», contaba José mientras se enfrentaba a los políticos y responsables de los carnavales grancanarios de la época, que no admitían a una transexual en el concurso «porque no es una mujer», argumentaban. La participación de Isabel Torres tras semanas de dimes y diretes políticos supuso la apertura en nuestro país para que otras mujeres transexuales pudiesen competir en este tipo de eventos. «Nos costó pero lo logramos», celebraba José.

La falta de apoyo por parte de los gestores de las carnestolendas capitalinas a una denuncia de la Delegación del Gobierno por el uso de un grupo de culturistas como acompañantes de Dana Internacional, a quienes definieron como agentes de seguridad, por lo cual tuvo que pagar una multa, supuso su desvinculación total de la fiesta, que nunca le reconoció su aportación ni en estos temas ni en haber presentado a una joven con movilidad reducida al concurso de reina, Mónica Pulido, con una fantasía que le costó 45.000 euros. «Fue una decepción porque el jurado la dejó fuera de los premios cuando era la más votada en las encuestas de los digitales», lamentaba Toledo, que impugnó el resultado de la Gala. El juzgado admitió a trámite la demanda pero al final Toledo la retiró. El empresario, tras conocer de cerca la situación de personas con movilidad reducida, regaló 10 sillas eléctricas a personas necesitadas de la isla.

Matrimonio gay

El 7 de octubre de 2005, organizada y financiada por Toledo, se celebra en Las Palmas de Gran Canaria la primera boda gay. Manuel Álvarez, policía local, y Juan Martín contraen matrimonio en el Pueblo Canario. Jerónimo Saavedra, exministro y exalcalde, ofreció entonces ante los más de 500 invitados un discurso sobre la igualdad y el respeto. «Qué bonito estuvo», recordaba sobre aquella velada celebrada en un hotel de lujo de la capital grancanaria: «una cosa así hay que hacerla en un lugar como este», añadía.

Entre 2006 y 2008, los negocios de Jomatog sufren el primer varapalo serio de su historia con la implantación masiva de Internet en los hogares. «Teníamos en las tiendas más de 1.000 socios en el videoclub que en pocos meses se quedaron en tres». Algo similar sucede con los clientes de las cabinas, «que de más de cien diarios pasamos a sólo una decena; quince como mucho». Además, el Gobierno de Canarias pasa de cobrar un cinco por ciento de IGIC a gravar con un 13,5 por ciento a quienes comercializaban artículos eróticos en el Archipiélago.

«Quieren acabar conmigo», repetía. «Con todo lo que yo he hecho por estas islas», lamentaba sobre el hecho de que nadie le tratara de ayudar cuando su situación financiera comienza a desmoronarse. Aquella fue una de las últimas estocadas que recibe José Toledo, a quien Hacienda embarga dos locales comerciales por la mala praxis del gestor del empresario. «No paso hambre pero ya no puedo llevar la misma vida de antes», admitía a sus amistades, que lo veían cada vez más solo, más triste y, también, más asustado. «¿He trabajado tanto para llegar a esto?», se preguntaba.

José cae en el olvido para muchas y muchos de sus palmeros: en los restaurantes donde dejó verdaderas fortunas no le trataban igual y lo mismo sucedió en los medios de comunicación, donde invirtió ingentes cantidades de dinero en publicidad. «Ya no soy noticia», decía.

El uno de abril de 2023, José llama a sus dos inseparables amigos, Elisa y Gonzalo, a quienes les dice que no se encuentra bien. Unas horas más tarde ingresa en el Hospital Dr. Negrín de Las Palmas de Gran Canaria, de donde nunca saldría con vida tras detectársele un tumor. Diez días después lo entierran en el cementerio de su Arucas natal. «Que no me incineren Ayala, que me da miedo», rogaba a quien firma este reportaje.

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