Centenario de una visita histórica

Einstein, en España

El Premio Nobel de Física en 1921 manifestó su particular reconocimiento al canario Blas Cabrera Felipe por haber demostrado de «forma consciente y cariñosa» que había estudiado «el trabajo de su vida»

Einstein en Madrid (1923), junto al rey Alfonso XIII con un grupo de científicos, entre otros el canario Blas Cabrera Felipe, segundo por la derecha en primera fila.jpg

Einstein en Madrid (1923), junto al rey Alfonso XIII con un grupo de científicos, entre otros el canario Blas Cabrera Felipe, segundo por la derecha en primera fila.jpg / La Provincia

¡Viva el inventor del automóvil!, dicen que le gritaron a Albert Einstein una mañana de hace cien años, 1923, cuando paseaba por la Castellana en Madrid. Seguramente él no lo entendió ya que no hablaba español, como tampoco entendía por qué tanta gente que no sabía nada de Física o de Matemáticas, y muchos no entendían ni siquiera el francés, idioma que utilizaba para sus exposiciones en Madrid, acudían a oír sus conferencias. Era, sin duda, por su leyenda de ser el mejor físico teórico de la historia y por su indudable magnetismo personal cuestiones ambas que le llevaron con el paso de los años a que la revista Times de Nueva York lo eligiera como el hombre más destacado del siglo XX.

No fue fácil traer a Einstein a España. La primera invitación de la que hay noticia es de la primavera de 1920. Los físicos y matemáticos españoles, encabezados por Julio Rey Pastor y Esteve Terradas, tomaron la iniciativa y el 22 de abril el primero de ellos le escribió a Einstein formalizando una invitación conjunta del Institut d’Estudis Catalans y de la Junta para Ampliación de Estudios (hoy CSIC) proponiéndole una gira de conferencias en Barcelona y en Madrid en ese otoño. «Su visita», concluía Rey Pastor, «merecerá la duradera gratitud de la cultura española». Como vemos, para Rey Pastor entender la Física era una parte de la cultura, cosa que algunos no aceptan aún.

Einstein tenía compromisos internacionales. Todas las Academias y universidades del mundo estarían encantadas con su visita. Él empezó por aceptar una invitación a acompañar a Weizmann, el presidente de la Organización Sionista Mundial, para en 1921 ir a Estados Unidos a recoger fondos para crear la Universidad Hebrea en Jerusalén. Después había viajado a Inglaterra. Ya en 1922, después de visitar Francia, partió hacia Japón invitado por la editorial Kaizosha para dar allí una serie de charlas sobre sus teorías físicas. Escribe: «En Berlín soy el hombre más envidiado por haberme invitado a ir a Japón». Al regreso de ese viaje parará en Palestina y después viene a España, llegando a Barcelona el 23 de febrero de 1923. Posteriormente seguirá viajando por otros países europeos y americanos. Lo llamaban de todo el mundo.

Tanto en Barcelona como en Madrid, Albert Einstein cobró 3.500 pesetas, cantidad similar al salario anual de un profesor universitario

Para venir a España, Einstein puso como condición dar las conferencias en francés, idioma que conocía pero con algunas lagunas. Einstein aludía a su «fobia a los idiomas», a lo que Rey Pastor, su interlocutor principal, contestó que eso no sería ningún problema «Nuestro francés es más bien deficiente», explicaba, «y usted puede cometer faltas sin temor». Si era necesario la audiencia podría limitarse a los que hablaban alemán. «Es nuestro deseo que permanezca usted en Madrid tanto tiempo como sea posible para que podamos obtener el mayor beneficio posible de sus valiosas enseñanzas». Esas enseñanzas a las que alude Rey Pastor eran los cambios que Einstein había introducido en la Física: la imposibilidad de un observador universal, la inexistencia de un tiempo o un espacio absoluto, la concepción de la masa como una forma de energía, el que la gravedad se debía a la curvatura que los cuerpos producían en el espacio-tiempo… Y tantas otras cosas. Es decir, una nueva forma de afrontar la realidad.

La respuesta de Einstein fue corta, y en ella planteó de nuevo el tema del idioma: «Aceptaré su invitación con la condición de que limite mis conferencias al área de la ciencia y de que me pueda valer de dibujos y fórmulas matemáticas. Dada mi total incapacidad para hablar español y mi deficiente conocimiento del francés, sería incapaz de presentar mis conferencias si sólo tuviera que valerme de palabras. El alemán es el único idioma en el que puedo hablar inteligiblemente acerca de mi teoría». (Tomado y adaptado de Thomas F. Glick: Einstein y los españoles).

Reconocimiento a Blas Cabrera

En Barcelona, estuvo cinco días, dio tres conferencias y visitó la ciudad donde fue bien acogido por autoridades, científicos y ciudadanos. Aquí su interlocutor principal fue Esteve Terradas, en aquel entonces catedrático de Acústica y Óptica en la Universidad de Barcelona. Terradas, junto con el canario Blas Cabrera Felipe, habían sido los introductores en España de los trabajos de Einstein en un congreso celebrado en Zaragoza en 1908. Después siguieron siendo, junto con el matemático Julio Rey Pastor, las voces más autorizadas en la nueva física que proponía el sabio alemán. A pesar de que la admisión a las tres conferencias estaba restringida, por invitación a los que tenían formación científica («pressuposen coneixements de física i matemàtica»), no había bastante espacio para acomodar a todos los que deseaban oírle. Los asistentes debían matricularse y pagar 25 pesetas para asistir. A Albert Einstein lo retribuyeron con 3.500 pesetas, cantidad parecida a la que cobraba un profesor de la universidad en un año. Además dio una conferencia más filosófica en la Academia de Ciencias de la Ciudad Condal. Todas las intervenciones, o al menos una interpretación de las mismas, a las que hace referencia este artículo están disponibles en internet.

En Madrid, adonde llegó el 28 de febrero de 1923, estuvo diez días, fue recibido por el rey Alfonso XIII, visitó por tres veces el Museo del Prado, Toledo, donde se quedó extasiado con el cuadro del Greco El entierro del conde de Orgaz (ahora del señor de Orgaz) y El Escorial. Y, por lo que contaba la prensa se lo pasó bien. También aquí le retribuyeron con 3.500 pesetas por las tres conferencias.

Como en Barcelona, las conferencias versaron sobre la relatividad especial, la general y sus consecuencias. Habló también en el Ateneo y en la Residencia de Estudiantes, visitó a Ramón y Cajal y tuvo una fuerte presencia social.

El científico estuvo tres veces en el Museo del Prado y quedó deslumbrado en Toledo por la pintura de El Greco. También visitó el Escorial

Pero quizá el acto más destacado fue la sesión que en su honor organizó la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, donde bajo la presidencia del rey Alfonso XIII lo nombraron académico correspondiente, estando a cargo del discurso de presentación Blas Cabrera Felipe, a quien conoció en Zúrich en 1912, que avaló la nueva física de Einstein dando por zanjada cualquier duda al respecto. La respuesta de Einstein comenzó indicando su aprecio por las palabras de Cabrera, «porque demuestran la forma consciente y cariñosa con que ha estudiado usted el trabajo de mi vida».

Antes de regresar a Barcelona Einstein se detuvo dos días en Zaragoza donde dictó dos conferencias (a 575 pesetas por cada una). A Einstein la Universidad Central (hoy Complutense) le ofreció ocupar una cátedra creada al efecto, y en 1933, cuando ya Albert Einstein había decidido dejar Berlín le reiteró la oferta, que el sabio alemán aceptó en principio. «El ministro español anuncia que el físico ha aceptado una cátedra —rezaba el New York Times—. La noticia se recibe con alegría». El periódico señalaba que ello no afectaría a sus períodos anuales en Princeton, pero luego se vio que eran puestos incompatibles. Dejó en España muy buen recuerdo y fue sin duda un acicate para el progreso de la Física en nuestro país. Lástima que la Guerra Civil arrasara con todo.

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