En el inicio del verano de 1986, el PSOE logró su segunda mayoría absoluta consecutiva. Felipe González descolgó el teléfono y convirtió a Luis Carlos Croissier en el primer ministro canario de la etapa democrática. El aruquense tenía solo 36 años, si bien para entonces ya había acumulado la suficiente experiencia como para que no extrañase en demasía verle portar una cartera de cuero con el escudo constitucional: la de Industria y Energía.

Nacido en 1950 en Arucas, a los 17 años abandonó la Isla para iniciar sus estudios de Economía en la Universidad Complutense de Madrid. En la capital española tomó contacto con la política y en aquellos finales de los sesenta se enroló en las filas del Partido Comunista de España (PCE), que dirigía desde París Santiago Carrillo. En ese tiempo conoció la dureza de la clandestinidad.

A ese mismo París le condujeron sus pasos cuando obtuvo la licenciatura. En la capital francesa realizó estudios de postgrado y a su vuelta a España, en 1974, cambió de rumbo y pasó a engrosar la nómina del PSOE. "Era ya la dictablanda, la verdadera clandestinidad la viví en el PCE", insiste Croissier. La entrevista para fiscalizar su entrada en las filas socialistas se la realizaron los históricos Javier Solana y Manuel de la Rocha.

En 1975 inició la meteórica carrera que le condujo once años más tarde a recibir la llamada del presidente González. En el año de la muerte del dictador ingresó en el Cuerpo Superior de Técnicos de Administración Civil. Después asumió la Subdirección General de la Oficina Presupuestaria del Ministerio de Industria y Energía y en 1982, con llegada del PSOE al poder, se hizo cargo de la Subsecretaría de Industria.

Las potabilizadoras

En su etapa de subsecretario llegaron las primeras subvenciones para las potabilizadoras de Gran Canaria. Le duró ese cargo dos años, pero no para dar un paso atrás, sino para presidir el Instituto Nacional de Industria. Fue la última encomienda antes de convertirse en ministro.

De entre las decisiones que tomó entre 1986 y 1988 recuerda la especial dureza de la reconversión industrial. "Había que acometerla y nadie lo había hecho hasta ese momento", rememora. Trabajadores de astilleros, mineros, operarios de la siderurgia... Los enfrentamientos, sobre todo en la cornisa Cantábrica, coparon las primeras páginas de los periódicos.

Dos años después, le encomendaron la puesta en marcha de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Fue el primer presidente del supervisor bursátil español que rige hasta nuestros días. Agotó los dos mandatos que permite la ley, ocho años en total.

Las incompatibilidades severas derivadas de su cargo le llevaron a iniciar en 1996 labores de consultoría en Hispanoamérica de la mano del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, entre otros. Cumplido el plazo de alejamiento, inició su andadura en la empresa privada.

En la actualidad es vicepresidente de Adolfo Domínguez, además de sentarse en los consejos de administración de Repsol y Testa Inmuebles en Renta. Las tres son sociedades cotizadas. Además, es presidente de Eolia de Energías Renovables.

Casado, padre de dos hijos y abuelo de dos nietos confiesa que desde el fallecimiento de su madre escasean sus visitas a Gran Canaria. "Pero al menos una vez al año voy para allí", matiza. En cada una de sus llegadas le aguardan viejos amigos y el paisaje de la Arucas que le albergó desde sus primeros días y hasta su adolescencia.