El pollo que llega entero y en piezas de Brasil tiene que afrontar un largo viaje en barco desde el país sudamericano. El presidente de Impocarne y propietario de Cárnicos Menceyes, Samuel Ascanio, explica que la duración de la travesía se prolonga, por lo general, un mes. Durante el trayecto, apunta el empresario, es importante que la temperatura a la que se encuentra la carne no supere los 17 grados bajo cero. Con su compañía importa 1.300 toneladas de pollo al año, que al llegar al Archipiélago, tienen que superar los controles administrativos y sanitarios pertinentes. "El pollo tiene muy buena acogida", por lo que, subraya, está constantemente entrando contenedores. En 2015, más de 11.750 toneladas partieron de países de la Unión Europea (UE), mientras que la que salió de países extracomunitarios ascendió a más de 26.000 toneladas. Solo la mercancía que llega del Estado brasileño representa el 98,7% de la carne de pollo que procede de terceros países, lo que da medida de la importancia de este mercado para el Archipiélago, expone Ascanio. No en vano, en Brasil se encuentran dos macrocompañías cárnicas: JBS y BRF. Ésta última empresa controla el 70% de la producción mundial de proteína cárnica.