Entrevista | Fernando Menis Arquitecto

Fernando Menis: «La arquitectura de kilómetro cero propone un modelo sostenible para la sociedad futura»

Este arquitecto tinerfeño ha sido capaz de proyectarse al mundo desde el espacio de una Isla, y lo ha hecho con una firme declaración de principios, desde la filosofía de que es posible una arquitectura y también una sociedad respetuosa con el medio ambiente y perdurable en el tiempo.

El arquitecto Fernando Menis.

El arquitecto Fernando Menis. / LP/DLP

Sergio Lojendio

Sergio Lojendio

Cuando hablamos de algo emblemático lo asociamos a lo icónico, a volúmenes majestuosos. ¿Es quizás una interpretación incorrecta?

Ciertamente lo de icónico suele derivar en algo majestuoso, pero considero que también podría aplicarse este término a lugares como el American Bar, obra de Adolf Loos, en la ciudad de Viena, que cuenta con tan solo 2,50 metros de ancho por 4 de largo, o a la tienda de Olivetti en la plaza de San Marcos de Venecia. Por eso prefiero hablar de arquitectura de referencia. En arquitectura, la dimensión no tiene importancia, y me explico: lo relevante es la calidad. En ese sentido, lo que catalogo como arquitectura de referencia no está directamente relacionada con el tamaño.

Pero un edificio con una gran volumetría impacta, sobrecoge, llama la atención y provoca la atención, la mirada.

En ocasiones, el hecho del emplazamiento provoca que la arquitectura sea más o menos visible. Por ejemplo, el Auditorio de Tenerife, obra de Santiago Calatrava, es tremendamente visible: una infraestructura pública instalada en un lugar que se prestaba a levantar un gran edificio escultórico. El arquitecto así lo ideó y el cliente aceptó esa fórmula. Y se me viene ahora a la cabeza la sede del Colegio de Arquitectos en Santa Cruz de Tenerife, obra de los arquitectos Vicente Saavedra y Javier Díaz-Llanos, una referencia formidable para nuestro gremio, reconocida internacionalmente, que se encuentra en un lugar icónico, las Ramblas, como también lo es la escultura Lady Tenerife, de Martín Chirino, y que denominaría arquitectura entre manzanas: una obra sencillamente perfecta.

La funcionalidad del Auditorio de Torun, en Polonia, una obra suya nominada y premiada a nivel internacional, se ha convertido en icono de esa ciudad medieval ¿Un modelo a imitar?

No me cabe la menor duda y no es decir por decir, sino que me apoyo en los datos. Allí se desarrollan entre 400 y 500 actos al año, desde funciones de Carnaval, conciertos de ópera, presentaciones de coches.., en una población que cuenta con un número de habitantes muy similar a la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.

Ahí interviene la gestión de los espacios, claro.

Desde la preocupación y el interés que muestra la propiedad, al trabajo de gestión de la gerencia, que son fundamentales.

Precisamente, otra de sus obras, el Magma Arte & Congresos, ¿representa acaso esa paradoja de un edificio que siendo icónico y visible se ha convertido en invisible?

Ciertamente. En Adeje, en el sur de Tenerife, donde prácticamente no existe arquitectura de referencia, este lugar ha desaparecido como referencia. Esos bloques geométricos que surgen del suelo, que proyectan la fuerza de nuestra naturaleza, sorpresiva, con cambios de escala y una resolución técnica compleja representó mi escuela, una segunda universidad, y la que me preparó para dar el salto hacia afuera. A día de hoy me produce una enorme desazón ver su estado de abandono, su parálisis. Ni siquiera tienen el detalle de llamarme cuando modifican algo.

La cara más amable sería la de la Iglesia del Santísimo Redentor, ubicada en el barrio lagunero de El Cardonal, reconocida con el Premio Internacional de Arte y Arquitectura religiosa Faith & Form.

Lo que destacaría, más allá del premio, que tiene su importancia, es, sobre todo, el hecho de que esta iglesia ha puesto a un barrio deprimido como Las Chumberas, que ha vivido un calvario con los problemas de estructura de sus bloques de edificios, en el plano internacional, convirtiéndose en motivo de orgullo para los vecinos, en un elemento de identidad que lo ha convertido además en un auténtico icono. Se trata de una edificación generosa con el espacio público, donde he experimentado el potencial acústico del hormigón, desmitificando su supuesta ineficacia en este aspecto. Además es un espacio concebido para incitar a la reflexión, a la meditación, un punto de encuentro entre diferentes culturas, donde una persona cualquiera que sea su raza, condición o creencia puede acudir a encontrarse consigo mismo en el templo i a reunirse en el centro cultural. Hemos creado un lugar donde no había un lugar.

¿Un edificio es un lugar?

Una obra debe concebirse para el lugar donde va a asentarse. Mi casa, por ejemplo, presenta una arquitectura de líneas tranquilas, una vivienda incluida en la manzana, con una forma singular de rematarla.

Toma prestado el concepto de la gastronomía y formula lo que denomina arquitectura de kilómetro cero. ¿Qué encierra esa filosofía?

Se trata de una apuesta por la verdad desnuda de los materiales que componen cada concepto de un proyecto arquitectónico, una propuesta que se proyecta a la investigación de los beneficios de la cultura para construir un futuro mejor; es básicamente una respuesta a los problemas de la arquitectura pero también de la sociedad, en general, lo que significa adoptar una posición frente a la vida, prevaleciente ante las dudas que se nos presentan ante cualquier época de crisis.

A propósito, junto a Dulce Xerach ha promulgado un manifiesto. ¿Se entiende como una declaración de principios?

Este documento recoge nuestro compromiso de promover y extender la filosofía de kilómetro cero al ámbito de la arquitectura con el fin de estimular la economía de los lugares y entornos donde construir o rehabilitar, reduciendo así el impacto de la construcción en la calidad del medioambiente. Esta propuesta se refleja en la creación de edificios integrados en el paisaje natural circundante y que proponen una redistribución más justa de la riqueza para, de esta forma, lograr un consenso con los entornos naturales y urbanos en los que opera la arquitectura. Con la filosofía del kilómetro cero, la arquitectura se adapta mejor a la realidad de la gente, retornando así a los orígenes y a la lógica. Todo pasa por desarrollar el gusto por la arquitectura contemporánea, de calidad y respetuosa con el paisaje.

Y sobre planos, ¿cuáles serían las líneas maestras?

Las líneas maestras se resumen en consumir y trabajar con productos buenos, limpios y justos; respetar el paisaje natural que rodea las edificaciones; fomentar el uso de materiales locales, del barrio o lo más cercanos posible, a la hora de construir o rehabilitar; reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera provocadas por el transporte de materiales de construcción; fomentar la venta directa de estos productos desde el proveedor minorista al constructor y utilizar, preferentemente, mano de obra local. Para que un edificio sea considerado dentro de la filosofía Kilómetro Cero debe contar con al menos 2 materiales locales principales; el 30% de ellos deberán ser locales y al menos el 50% adquiridos a proveedores establecidos en un radio de 200 Km. del lugar de la construcción y ninguno de esos materiales debe causar daño a la salud humana.

¿Y el Viera y Clavijo?

En cuanto a este proyecto, que se encuentra en fase de realización, me gustaría, sobre todo, que no se advierta la mano del arquitecto. Contamos con un edificio singular, de estilo neogótico, el único de este tipo. Está bien construido, pero a punto de venirse al suelo, y afortunadamente lo hemos cogido en el momento límite. Sí desearía que nuestra intervención, aún incumpliendo algunas leyes de conservación, no se notara, que pasara desapercibida. Nuestro propósito es que la gente sienta el lugar como siempre, que lo haga suyo. Este espacio cuenta con un jardín que supone una oportunidad fantástica. Espero que la obra se pueda acabar pronto y que la contrata nos proporcione un edificio magnífico lo antes posible.

Lo cierto es que del proyecto inicial se cayó definitivamente la sede del Museo Rodin.

Una verdadera lástima y desde mi punto de vista un error mayúsculo, provocado por intereses políticos. El proyecto se había concebido para albergar un gran museo para la ciudad y de la Isla, preparado para permanecer los siguientes cien años, con piezas de un genio como Rodin, el padre de la escultura, junto a obras de artistas locales. No es más que ese mestizaje al que se refería el crítico Eduardo Westerdahl, quien concebía la Isla como un espacio siempre abierto al roce con lo internacional.

¿La arquitectura aspira a ser atemporal?

Yo, al menos, así la concibo, no como un simple elemento de quita y pon.

¿El edificio que alberga la sede de Presidencia del Gobierno sería un ejemplo?

Está feo que lo diga yo, porque fue quien lo proyectó, pero de hecho cuenta con elementos singulares como es el caso de un antiguo balcón de madera recuperado del edificio de la familia Hamilton, que armoniza en una perfecta combinación con la piedra. Cuando se lo planteé al entonces presidente del Gobierno de Canarias, Jerónimo Saavedra, él me comentó que quería un palacio y lo que concebimos fue eso, un palacio, sí, pero con un sentido atemporal. Como creador me gustaría que dentro de 500 años siguiera funcionando tal y como lo hacen los palacios de Florencia, que primero fueron propiedad de una familia, después hospitales, también colegios y ahora se han convertido en las sedes de instituciones, pero continúan activos, vivos.

¿Y las políticas urbanísticas?

El urbanismo es nuestra gran asignatura pendiente. Las Islas están picoteadas, mal resueltas, desde un urbanismo planificado sin amor ni vocación, a partir de conceptos especulativos. Y no se trata sólo de recuperar lo que se encuentra en mal estado, sino de reconducirlo.

¿Y las políticas urbanísticas?

Recuerdo de mi etapa de estudiante que la asignatura que se consideraba la maría era el urbanismo, porque al fin y al cabo eran los abogados quienes acababan siendo los planificadores, cuando estimo que es una parte de un todo multidisciplinar que debería coordinar un arquitecto-urbanista.

Razón y emoción, ¿dónde está el límite?

Soy una persona metódica, a la que le encanta controlar las estructuras, los costos, todo lo que representa el acto intrínseco de construir, porque además del evidente valor de lo estético siempre intento mantener los pies sobre la tierra. Aunque sí es verdad y lo confieso abiertamente, que a veces me flota la cabeza.

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