Entrevista | María del Carmen Pérez Castellano Ganadera y miembro de la ejecutiva nacional de COAG

María del Carmen Pérez Castellano: «El futuro del queso en Canarias se ha escrito toda la vida con nombre de mujer»

El pasado mes de marzo recibía el prestigioso premio Roque Nublo, galardón instituido por el Cabildo de Gran Canaria, una distinción que reconoce, en el ámbito económico, la trayectoria humana y profesional de esta ganadera, una persona luchadora y comprometida.

Mari Carmen Pérez Castellano muestra con orgullo sus quesos.

Mari Carmen Pérez Castellano muestra con orgullo sus quesos. / JUAN CASTRO

Sergio Lojendio

Sergio Lojendio

En su día tomó el testigo de la explotación familiar, la granja de Agua de Fontanales, en el municipio de Moya.

Así fue. Mis padres se habían dedicado toda la vida a la ganadería y cuando les llegó el momento de la jubilación decidí dar este paso, y sin dudarlo me puse al frente de la explotación, una granja que cuenta con ganado vacuno, caprino y ovino, que está localizada en Agua de Fontanales, en el municipio de Moya, donde elaboramos quesos con la mezcla de la leche de estas tres especies: semicurado, curado y de cuajo vegetal.

¿Pero lo hizo obligada o convencida?

Nadie me forzó. Siempre lo tuve muy claro y más aún a medida que iba creciendo y tomando conciencia de quién era y lo que quería. Ya desde muy niña me involucraba en las tareas del ordeño, en la elaboración de los quesos, la alimentación y el cuidado del ganado... Recuerdo que cuando comencé a estudiar en el Instituto no hacía más que llorar, desconsolada porque lo que quería y deseaba era estar en la granja, junto a mis animales. Cuando lo vives así desde niña se te mete en la sangre, es parte de tu ADN, y a pesar de que resulta sacrificado, también compensa porque te da enormes satisfacciones personales. Y en mi caso así sigue siendo. Esto es lo que me mantiene viva: mi razón de ser. Precisamente, esta misma semana estuve en Madrid, en una reunión de la Ejecutiva nacional de la Coordinadora de Agrupaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), y resaltaba que no debemos vender nuestro sector como un sufrimiento, como una penuria, sino por el atractivo que supone vivir con los animales, en un entorno natural, manteniendo el legado del paisaje, de la cultura tradicional... Además, ¿qué trabajo en sí no precisa sacrificio?

El sector primario envejece sin remedio, ¿verdad?

Esa es la tendencia y representa un problema de cara al futuro, un reto de cara a la supervivencia. Tenemos que luchar por mantenerlo vivo y hacerles ver a los jóvenes todo lo que significa este sector. En mi caso tengo la suerte de que uno de mis hijos trabaja a mi lado y será él quien mantenga el legado de la granja.

Pero no es lo general. La falta de relevo generacional es uno de los grandes hándicaps a los que se enfrentan.

Hay que atraer al talento joven. En el caso del mayor de mis hijos la decisión fue suya. Me comentó en su día que la ganadería le gustaba, que estaba convencido de que era a lo que quería dedicarse. Y yo, claro, pues encantada de la vida. Ciertamente, no es lo normal ni lo más habitual que los hijos de los ganaderos o ganaderas continúen sus pasos y se pongan al frente de una explotación. Y a lo mejor parte de la culpa de que eso suceda las tenemos los padres y las madres, cuando les insistimos en que estudien y les repetimos que lo mejor que pueden hacer es dedicarse a otra cosa. En mi caso, desde niños les he inculcado a mis dos hijos que estudiaran y se formaran, que hicieran una carrera universitaria si eso era lo que realmente querían, pero sin olvidar nunca dónde han nacido y dónde se han criado, dónde están sus raíces, lo que han mamado, todo lo que significa estar y vivir en el campo, trabajar con los animales, en un sector productivo y que resulta básico. Y que tampoco olviden lo que significa, porque antes que ellos fueron sus padres, y antes sus abuelos.

¿El futuro del queso en Canarias se escribe con nombre de mujer?

Se escribe con nombre de mujer de toda la vida pero, por el contrario, la titularidad de las granjas siempre la han ostentado los hombres. Creo que no se le ha dado el suficiente valor a esas mujeres sacrificadas, mantenedoras de los negocios y también de la familia, de las tareas del hogar, del cuidado de los niños y los mayores... Es verdad que las mujeres rurales han estado viviendo en un segundo plano, la gran mayoría sin cotizar a la Seguridad Social y estamos peleando para que el día de mañana puedan acogerse al derecho de percibir una pensión de jubilación digna. Por ejemplo, se da la circunstancia de parejas que se rompen y ellas siempre llevan las de perder, sometidas muchas veces a los hombres porque no tienen recursos para mantenerse ni siquiera un lugar adonde ir. Lo cierto es que poco a poco nos estamos situando en el lugar que nos corresponde sin que eso signifique una disputa entre géneros, pero sí ganando visibilidad y el protagonismo que hemos merecido como mujeres trabajadoras.

¿El asociacionismo es una pieza clave?

Sin duda, y lo digo con conocimiento de causa porque a día de hoy soy presidenta de hasta tres asociaciones.

Eso habla de su carácter luchador y también de su compromiso, ¿no?

Lo que intento, y con toda mi alma, es defender los derechos de los queseros de Gran Canaria; peleo por que los productores vayan a vender a los mercados, directamente al consumidor, y lo hago con todo el empeño del mundo desde mi condición de presidenta de la Asociación de Mercados Agrícolas, Ganaderos y pesqueros de Gran Canaria. Recuerdo en los inicios que había algunas queserías que se mostraban reacias a salir a vender. Hoy me siento orgullosa de que muchas ganaderías de Gran Canaria practiquen la venta directa al consumidor. En la Confederación de Asociaciones de Mujeres del Mundo Rural (CERES) mi tarea está enfocada en ayudarlas a empoderarse y, sirviendo como ejemplo, mostrarles que se puede ser madre y ganadera, y además llegar a alcanzar las cotas que te propongas.

Es necesario superar la figura de los intermediarios, esos personajes a los que en su día cantaron Los Sabandeños.

Claro, es fundamental. La cuestión está en luchar por que el producto tenga su valor y también mantenga la calidad, para que no muera en un intermediario que al final lo único que busca es llevarse la gran tajada, la mejor parte sin que en la mayoría de los casos le importe nada más que su propio interés. Esa siempre ha sido mi lucha desde el primer día que salí a vender los quesos, cuando en el Ayuntamiento de Moya nos iniciaron en la estrategia de venta en las ferias y en las fiestas del pueblo. A raíz de ahí, recuerdo que llegaba a casa y me preguntaba: ¿pero cómo es posible que con tanto trabajo yo haya ganado esto y el intermediario se lo lleve todo? No podía, no me entraba en la cabeza. De ahí mi batalla, reivindicando un margen mayor de beneficio, y recibiendo como única respuesta quejas, problemas, lamentos... Una vez le dije al intermediario que llegaría el día en que no tendría ningún queso que llevarse, y él se reía a carcajada limpia. Pues llegó ese día y se lo recordé cara a cara. Ha sido una lucha infatigable, de muchos años.

¿Las subvenciones del Régimen Especial de Abastecimiento (REA) a la leche o el queso representan para ustedes una competencia tan desleal?

No me cabe duda. Ya planteamos en su momento desde COAG que se redujera a la mitad la subvención que se concede a determinados productos venidos de fuera, entre ellos la leche y el queso. También es verdad que teniendo en cuenta la carestía de la cesta de la compra y la situación laboral de muchas familias, además de los bajos salarios que se pagan en Canarias, es lógico que se apueste por el producto más barato. Pero creo que debemos educar y hacer pedagogía, poner en valor un producto de calidad porque, además, detrás de un trocito de queso existe y se saborea una gran historia.

¿A qué sabe el queso amarillo en lonchas?

Pues sabe a leche en polvo. Y frente a eso, que considero es algo insano, está nuestra producción artesanal, que lleva el sello de ganaderías familiares, que nos habla del pastoreo o la trashumancia, prácticas que representan valores culturales. Incluso ya se está utilizando al ganado para la prevención de incendios forestales.

La pandemia fue dura...

Muy dura. Recuerdo que durante el tiempo del confinamiento los mercados estaban cerrados a cal y canto, pero afortunadamente y gracias al apoyo del Cabildo de Gran Canaria, que habilitó un canal, sacamos muchísimos productos a la venta y pudimos soportar aquellos malos momentos.

Por aquel entonces nos creamos un mundo ideal, más próximo y humano, y pensamos que tanta desgracia nos iba a hacer mejores. ¿Una ilusión?

Mucha palabrería, mucha ilusión, pero aquello se olvidó pronto. Sí es verdad que cada vez me encuentro a más personas que asisten a las ferias de quesos y que se acercan a comprar productos a los mercados tradicionales, pero hay quienes no parecen recordar que gracias a los agricultores y ganaderos en aquellos momentos tan difíciles tenían para comer, algo que echarse a la boca. Yo recuerdo recorrer Las Palmas de Gran Canaria de una punta a la otra repartiendo quesos.

¿Cree que existe cierto desprecio social hacia la gente que trabaja en el campo?

Ya desde niña, y no quiero pronunciar una palabra que a algunas personas les pueda sonar fea, había quien nos miraba de manera diferente, vamos a llamarlo así. Creo que poco a poco, y a medida que han avanzado los años, hemos ido ganado cierto reconocimiento social. Siempre he dicho que si entre nosotros no nos valoramos, nadie ajeno al sector va a hacerlo. A mis hijos los eduqué en el convencimiento de que por proceder de una familia ganadera no eran menos que nadie. Y recuerdo cuando iban al colegio y decían, con dignidad y orgullo, que su madre vendía quesos. Ante todo y por encima de todo, humildad y respeto.

En el proyecto de los Presupuestos de la Comunidad Autónoma para el ejercicio 2024, el sector primario pierde más de 23 millones de euros, un recorte del 15,6% respecto a las cuentas de 2023. ¿Qué le parece?

Son cosas que no se entienden. Hay que apoyar al sector de manera decidida, no solo de boquilla, y, sobre todo, poner el acento en los jóvenes, que se enfrentan a muchas trabas administrativas, a una excesiva burocracia. Los hay que a pesar de todo mantienen la ilusión, y a ellos habría que ponerles una medalla. Y es que si no se apuesta por esto, la agricultura y la ganadería morirán, y con ellas también una forma de vida.

Los costes de producción son un pesado lastre.

En los dos últimos años con la subida de precios de los piensos y los forrajes mucha gente se ha visto abocada o bien a sacrificar animales, o bien a cerrar sus explotaciones porque les resulta imposible asumir los gastos.

¿Y qué paisaje nos queda?

Pues lo que nos queda son las lamentaciones, porque no sólo perdemos a personas, a familias dedicadas a la ganadería, sino también paisaje, cultura, identidad... ¡Perdemos tantas cosas!

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