Visto de frente y en plena acción, Gregorio Montesdeoca es la competencia directa de Les Luthiers, al menos en lo que a logística se refiere. "Cuando iba a las romerías con mi guitarra me daba la sensación de que se le podía sacar más provecho. Así que cada vez que no podía dormir me ponía a darle vueltas a la cabeza y al final encontré la fórmula..."

Y vaya si la encontró. Usted le da un minuto a este vecino de 72 años de Hoya Pedregal, que es "un sitio que está por Almatriche, en la capital", y antes de que llegue el segundo 61 le está interpretando una isa, una folía, unos tanguillos o unas malagueñas mientras toca siete instrumentos. "Lo que no hago es cantar, que tengo la boca ocupada con la armónica. La voz la pone mi mujer", puntualiza.

Y es que al guineo de las cuerdas Gregorio le añade la producción musical de media orquesta sinfónica, como se aprecia en la disección adjunta, cuando en las romerías grancanarias se presenta vestido de típico y cargando, atención, con una retahíla de platillos de tamaños y colores varios, un cuerno de vaquilla "que se usa de huesera en las rondallas" y un tambor hecho con una calabaza de agua y que también hace las veces de botijo -grifo incluido- en el que porta un cuarto de litro de gasolina (vino, según él) para aguantar los tenderetes.

Un brasero

A semejante cuadro le añade un amplificador que va con dos pilas enchufado al culo de su tuneada guitarra y asomando por detrás del tambor, un cencerro a la sombra, un vasito para los buches de gasolina en la otra punta, para culminar "un pequeño braserillo para los pejines que, eso sí, no suelo llevar encima. Pero oiga, funciona".

Y todo esto, según él, nació después de que su sinvivir encontrase remedio con el "ruidito" que hacía el botón de su chamarra mientras tocaba alguna pieza del folclore isleño. "Eso me dio la clave", afirma de forma tajante.

El bueno de Gregorio se puso manos a la faena y en una semana acabó su instrumento, que tiene sin patentar -todo un peligro- a pesar de que el propio consejero insular Carmelo Ramírez le aconsejó pasar por la oficina de Patentes, un señor de La Aldea quiso comprarle el aparatito por 600 euros y los alemanes le siguen embobados por la romería de Arguineguín cual flautista de El Pajar. Nuestro hombre, cuya imagen está repartida por media Europa, asegura que interpretar una folía con semejante armamento es cosa fácil. "No pesa y sólo se trata de mover la mano de arriba a abajo y los dedos de dentro hacia afuera. Eso sí, ya no la quiero cargar más". Menos mal...