Moya.

Román del Pino, el chapista escultor

Las obras de este ‘seguidor de Chirino’ nacido en la capital grancanaria se presentan en un nuevo establecimiento que combina el arte con la gastronomía de la tierra

Román del Pino, con dos de las obras expuestas en Moya. | | JOSÉ CARLOS GUERRA

Román del Pino, con dos de las obras expuestas en Moya. | | JOSÉ CARLOS GUERRA / Javier Bolaños

Javier Bolaños

Javier Bolaños

Román del Pino nació en el barrio de San Antonio de Las Palmas de Gran Canaria, junto al Castillo de Mata. Su padre era mecánico de profesión, y él era «un balilla» que se pasaba el tiempo entre los hierros. De ahí que, mientras otros pensaban en el fútbol y en la lectura, él prefiriera aprender a soldar, gracias también a que tenía el permiso paterno para trajinar con sus herramientas. De ahí salió una pieza de vidrio con aluminio fundido en su interior. Fue su primera obra de arte que recuerda, de la que se siente muy orgulloso.

En su conversación sale a relucir el escultor Luis Montull, del que recuerda que cuando era niño se asomaba a la cristalera de su estudio profesional mientras esperaba en la parada de guagua. Pero, sobre todo, guarda un especial cariño del fallecido Martín Chirino, con el que tiene algunas fotos, y de quien asegura que le arropó mucho, al igual que la Fundación que gestiona su legado. «Siempre se preocupó mucho de mí, y me dijo que siguiera con el hierro, que no lo trabaja nadie. Para mí es el mejor escultor de hierro que ha parido este país».

Con el tiempo cogió el rumbo profesional como chapista, reparando abolladuras a todo tipo de coches. Una profesión que mantiene en la actualidad, pero que no le ha hecho olvidar su gran afición por doblar hierros y crear piezas de arte. De ahí que en estos años mientras golpeaba los coches para dejarlos como nuevos haya también asistido a cursos para seguir esculpiendo sus obras: calderería, trazado, soldadura, dibujo y talleres de arte. En cualquier caso, es claro al afirmar que ha sido «un autodidacta», que ha expuesto en el Club Prensa Canaria, Museo Municipal de Arucas, en Madrid, Barcelona, Málaga, París, Italia, Marbella y Alemania. Y asegura que uno de sus trabajos está en manos del famoso violinista Ara Malikian, que se llevó en una de sus visitas profesionales.

El más grande de sus trabajos artísticos mide tres metros de altura. Se llama Origen, es de 2018, está en el pago de Juncalillo de Gáldar, y está dedicado a los comienzos de las carreras de coches en Gran Canaria.

En su faceta profesional trabaja las chapas de los coches, y en su faceta artística el hierro, principalmente, moldeándolo con el soplete. «Tengo una fragua, pero ralentiza mucho el trabajo», aclara.

Román del Pino, junto a Florencio Cazorla y Carolina Méndez. | | JOSÉ CARLOS GUERRA

Román del Pino, junto a Florencio Cazorla y Carolina Méndez. | | JOSÉ CARLOS GUERRA / Javier Bolaños

Entre llamadas de peritos y sufridos dueños de coches chocados, Román decidió que los fines de semana se los iba pasar en Moya. Y allí surge una estrecha relación con Florencio Cazorla y Carolina Méndez, que hace un tiempo decidieron ampliar su negocio gastronómico. Tras ayudarles en su puesta en marcha, hace unos días inauguraban La Trastienda, emplazado entre el ayuntamiento y el parque.

De esos intercambios de palabras surgió la idea de que el nuevo local especializado en el queso y el vino, pero en el que también se sirven garbanzadas, albóndigas y los tomates aliñados, se expusiera algunas de sus obras. Pero no solo las suyas, sino aprovechar sus paredes como centro de exposición para otros artistas. «Queremos que este lugar sea un espacio de encuentro de artistas», dicen.

Esta taberna es ahora un punto de ebullición de clientes pidiendo sus platitos y su copa, lo que refleja la novedad de su estreno. Y en sus paredes encontramos un gran cuadro al que Román del Pino tituló La Dama del Mar, que recoge un extracto de una canción del la banda de música de Mägo de Oz. A unos pasos, Poema agrario, un cuadro de grandes dimensiones en el que destacan un arado, picón rojo y lanzaroteño, y arena, que es un homenaje a su maestro Martín Chirino y a César Manrique. Una tercera obra es Epílogo que tiene una forma de timple en hierro, y cuyo título también toma de una canción del citado grupo de música. A esto se suma algunos detalles que adornan el establecimiento, como sus símbolos identificativos en los baños, y una máquina de coser de la marca Alfa reciclado como un cochito. Incluso, el cartel principal de la entrada.

Una de las curiosidades de este local es que antes de que se cocinaran platos fue una sucursal bancaria, por lo que mantenía una caja fuerte y numerosos hierros para preservar su seguridad. De ahí que Román colaborara en desmontar todo esos amasijos, para poder habilitar el espacio para disponer de las mesas y el resto de servicios básicos. Antes había sido una comisaría de policía.

«Siempre hemos tenido la ambición de mezclar quesos, vinos y comida casera canaria, y que todo sea artesanal. Y apareció Román con su idea, y decidimos abrirle un hueco al arte», señala Florencio en una leve pausa, que destaca que los clientes pueden apreciar las obras mientras disfrutan de la comida y la bebida, bajo un decoración muy cuidada, para lo cual contó con la empresa Bolpe.

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