Seis mujeres con savia de Veneguera

Siona Suárez, Juana Saavedra, Mari Pino Suárez, Adelina Suárez, Juana García y Consuelo Saavedra, reconocidas por su contribución al desarrollo rural

Seis mujeres con savia de Veneguera

Seis mujeres con savia de Veneguera / LP/DLP

Siona Suárez, Juana Saavedra, Mari Pino Suárez, Juana García, Adelina Suárez y Consuelo Saavedra son vecinas de Veneguera, unas de nacimiento y otras de corazón, cuyas vidas, sin haberlo previsto, se han entrelazado durante décadas. Sus orígenes están ligados a una tierra que antaño fue el principal motor económico para la subsistencia de los habitantes de la comarca del suroeste de Gran Canaria y sus historias son las historias de seis mujeres que labraron el campo y que empezaron primero como niñas trabajadoras, luego fueron madres y esposas trabajadoras y también cuidadoras de hijos, padres, abuelos o suegros.

Todas superan los 80 años y en sus memorias aún conservan los recuerdos de una vida cargando racimos de plátanos, empaquetando tomates o cuidando cabras y vacas, unas labores con las que contribuyeron al desarrollo socioeconómico de Mogán y por las que todas han sido recientemente homenajeadas por el Ayuntamiento para conmemorar el Día de la Mujer Rural. Octogenarias, sí, pero todavía atesoran la energía de un tiempo pasado que para todas, y a pesar de las penurias de la España de la guerra y la postguerra, fue mejor.

Siona Suárez Afonso (82)

Nacida el 11 de agosto de 1941 en una familia casi sin recursos, Siona pudo estudiar «muy poquito» con 13 años con una maestra que le daba clases por la noche, después de haber comenzado a trabajar a los 11 años en el almacén de tomates de Mogán. No tuvo infancia y desde muy joven tuvo que aprender a ser adulta. «Iba a trabajar y luego me tocaba hacer las tareas de casa; jamás jugué con una muñeca», cuenta.

«Yo trabajaba porque en casa nos hacía mucha falta, pero además a mi me gustaba la labranza»

Siona Suárez Afonso

— Tomatera

Del tomate pasó a las plataneras y las berenjenas y también a plantar cereales para alimentar la vacas que tenía la empresa para la que trabajaba. «Yo he pasado mucho trabajito; he jalado mucho por el sacho para plantar papas, judías y de todo lo que había para comer», rememora, «pero yo estoy muy orgullosa de ser de campo».

Siona aún mantiene relación con la tierra porque atiende el olivo, los naranjeros, mangueros y zapotes que cultiva en el jardín de su vivienda. Ha tenido una buena vida, dice, a pesar de las dificultades, y le queda la magua de que Mogán haya perdido cultivos en las últimas décadas.

Juana García Afonso (82)

Llegó al mundo un 29 de agosto de 1941 en una familia de 14 hermanos y desde que tuvo 12 años tuvo que lanzarse al campo. Empezó limpiando plataneras y cargando al peso los racimos. «Con esa edad aquello era un trabajo muy duro», recuerda. Después plantó tomateros y también trabajó en el almacén de empaquetado durante muchos años, hasta que pasada la treintena, y con la llegada del sector turístico, abandonó el campo y se marchó a trabajar como camarera de pisos en un complejo turístico.

«Me fui a trabajar como camarera de pisos a Puerto Rico pero el campo me gustaba más»

Juana García Afonso

— Platanera y camarera de pisos

Durante más de dos décadas ejerció esa profesión en los distintos establecimientos que iban abriendo al público en Puerto Rico, pero pese a todo Juana confiesa que le gustaba más el campo. «Entre una cosa y otra, así tenemos muchas hoy la espalda y las piernas doloridas», relata. Ya jubilada, su vida sigue ligada a la tierra porque tiene gallinas y se lamenta de que cultivos tan arraigados en el municipio de Mogán como el mango y el aguacate hayan sufrido las consecuencias de las olas de calor del mes de octubre y del verano.

«Jubilada si, pero yo no puedo estar parada», bromea. Juana está contenta porque el Ayuntamiento ha homenajeado a estas mujeres en vida y así puede disfrutarlo. Su vida ha cambiado, pero reconoce que echa de menos la época de antaño. «Hoy estamos mejor porque tenemos más comodidades, pero a pesar de eso trabajamos más porque queremos todo y eso tampoco es bueno; antes nos remediábamos con lo que teníamos».

Juana María Saavedra (86)

Nació en La Aldea el 27 de diciembre de 1937 en una familia que se mudó a Agaete cuando era pequeña. Desde muy joven, con apenas nueve años, empezó a trabajar lavando ropa en una asequia bajo un puente de Agaete, pero cuando su padre falleció, cuando ella tenía unos 15 años, su madre se mudó a Veneguera para que su familia le echase una mano en la crianza de los hijos.

«Trabajé en los tomateros, las berenjenas y las cosas de casa, y hoy si puedo no me paro»

Juana Saavedra Suárez

— Agricultora

«Planté tomates, recogí berenjenas y trabajé en el empaquetado, además de las labores de casa; yo no paraba y hasta la fecha si yo puedo no me paro», señala. Se casó con 29 años y tuvo tres hijos, aunque uno lo perdió al nacer. Juana era de esas mujeres que tenía que dejar a su hijo durmiendo en un cajón en la finca en la que trabajaba para poder realizar su tarea, aunque uno de sus sobrinos le ayudaba a cuidar de sus vástagos.

Trabajó en unas berenjenas que le «partían la espalda», efectos que todavía nota a día de hoy. Tras una vida dedicada al sector primario, Juana se jubiló a los 60 años cuando estaba en el almacén de empaquetado porque «el cuerpo no me ayudaba más».

Adelina Suárez Valerón (86)

Nació en Veneguera el 2 de enero de 1937 en una familia dedicada a la ganadería, pues su padre tenía vacas. Tuvo que dejar la escuela y empezar a trabajar con 12 años en los tomateros y al acabar la jornada del día se iba al almacén por la noche a empaquetar, y lo hacía caminando por el barranco.

«Aprendí a coser y a poner inyecciones, y luego las ponía de forma gratuita a todo el que me lo pedía»

Adelina Suárez Valerón

— Tomatera y costurera

Pero además del campo, Adelina pudo irse a la capital a estudiar costura, lo que le permitió sacarse un dinero durante el verano cuando se acababa la zafra. «Allí la señora de la familia con la que me quedaba me enseñó a poner inyecciones y yo luego las ponía aquí a todo el que me lo pedía de forma gratuita». Y cuando cuidaba las vacas con su padre también elaboraba queso.

Mari Pino Suárez Valerón (81)

Su vida discurre en parte en paralelo a la de su hermana Adelina. Mari Pino nació el 30 de septiembre de 1942 y también empezó a trabajar con 11 años, sobre todo ayudando a cuidar a los hijos de una de sus tías, además de limpiar en lo locales de los dueños de la finca donde trabajaba y donde mucha gente iba a comer.

«Tuvimos suerte y no hemos pasado trabajo porque teníamos de todo en la finca para comer»

Mari Pino Suárez Valerón

— Empaquetadora

Ayudaba a su padre con las vacas y las plataneras en una finca que tenía en propiedad compartida. «Nosotros no pasamos trabajo porque teníamos de todo en la finca para comer», recuerda. Destaca la colaboración que había entre los vecinos y en las fincas. «¿Que había que amarrar tomates? Todo el mundo se apuntaba, el cariño nos ha unido siempre».

Consuelo Saavedra (96)

Nació en La Aldea, se crió en Agaete y luego su familia, conocida como ‘Los Escoberos’ por su artesanía de hojas de palma, se mudó a Veneguera. Consuelo trabajaba pero no dejó el colegio. «Iba a la escuela por la mañana y por la tarde hacía gorros de palma, pero la escuela no la dejaba por nada del mundo», recuerda.

«Iba a la escuela por la mañana y por la tarde trabajaba, pero el colegio no se podía perder por nada»

Consuelo Saavedra

— Agricultora y artesana de palma

De adulta plantó tomateros, berenjenas y calabazas en un terreno que su padre tenía arrendado, y lo que producían lo vendían. «Yo quieta no me estaba porque quería ganar mi dinero; para mi trabajar la tierra no fue duro, será porque estaba acostumbrada», cuenta. Se casó y tuvo cuatro hijos, a los que crió mientras trabajaba hasta que se retiró con 81 años. «Yo nunca quise retirarme, solo quería trabajar para comprar lo que hiciese falta».

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