CARLOS DELSO

Presidente de DF Grupo

Ana SAMBOAL

Carlos Delso es un hombre sereno que, con la misma tranquilidad que explica la función de los fertilizantes denuncia los elevados impuestos o el elevado coste energético en nuestro país. Es consciente de que la figura del empresario y el sector en el que trabaja no tienen buena prensa, pero no por ello rehuye las preguntas, responde sin temor a resultar políticamente incorrecto. Él es el presidente de una empresa que fundaron su padre y su hermano mayor, Lorenzo, dedicada a desarrollar, comercializar y distribuir fertilizantes. La segunda generación ya está en el negocio, pero él no tiene prisa en dar el relevo: disfruta de lo que hace.

"Si todo fuera ecológico, sería imposible alimentara una buena parte de la población mundial"

"El tomate no sabe a tomate por las variedades que se plantan, no por los fertilizantes"

–¿Por qué son necesarios los fertilizantes?

–Durante los últimos cien años, las producciones extensivas de cereal o frutícolas han sido cada vez más intensivas. Las plantas tienen que comer lo que tienen en la tierra. Si lo agotan, la producción es mínima o de mala calidad. Hay que reponer esos nutrientes. La planta necesita nitrógeno, fósforo y potasa para desarrollarse, para crecer. Eso, además, facilita que la cosecha sea suficiente y los precios competitivos. Sin fertilizantes, no se puede alimentar a la población mundial, esto es elemental. Las tierras son las que son, en Siberia, en el Amazonas o en Europa no puedes crecer. Así que, con las mismas hectáreas, tienes que producir más, porque la población crece y las necesidades de alimentación también. Y eso solamente se puede conseguir con fertilizantes, un proceso inevitable. Mientras no se pueda cultivar en otros planetas, no se puede ser tan exigente con determinadas situaciones.

–¿Qué fertilizantes se necestian?

–Nitrógeno, fósforo y potasa al 95%. Son minerales, piedra, no son perniciosos en absoluto. Y el nitrógeno proviene del gas natural. Además, contienen elementos macronutrientes. El resto son otros micronutrientes que también son necesarios porque son correctores para las plantas. Y, efectivamente, en partes muy pequeñas, pueden tener alguna concentración de metal pesado, de cadmio o cinc, que, en determinadas cantidades, puede resultar nocivo, pero no en las que nos movemos. Para que una persona tenga una afección de cadmio con el fosfato tendría que comerse muchos kilos de fosfato de amonio. El fosfato, tal y como sale de la naturaleza, no es válido, hay que atacarlo con sulfúrico para que se convierta en soluble y sea asimilable por la planta. Sí es cierto que, en los procesos industriales, químicos, que se han hecho para realizar esa transformación, se generaron emisiones y residuos durante muchísimos años. Con los estándares europeos de hoy, ese proceso puede ser nocivo. El problema es el proceso de fabricación, los residuos que genera, más que el fertilizante en sí mismo. Por eso la producción se ha trasladado a los países de origen. Eso no quiere decir que no se haga lo mismo, que se sigue haciendo. No se hace ya en España o en Alemania pero sí en los países que tienen las materias primas y ahora se fabrica. En eso somos bastante hipócritas. Las pocas fábricas que existen todavía en Europa, cada vez menos, están sometidas a una regulación consistente, hay empresas externas que analizan todo cada día. Está totalmente regulado, excesivamente regulado, y eso incrementa los costes y baje la competitividad, por eso muchas tienen que cerrar.

"Los empresarios no podemos significarnos demasiado, porque los políticos pasan y nosotros permanecemos: la del empresario es una figura injustamente tratada, con una imagen que no se corresponde con la realidad"

Carlos Delso, en su almacén de abonos en Sagunto (Valencia). | FERNANDO BUSTAMANTE
–¿Hemos externalizado la producción a otros países porque no queremos ver el humo de las chimeneas o los residuos?

–Sí, pero también es más lógico hacerlo en el origen que en el destino. El coste logístico de transportar un producto con un valor de cuatrocientos euros por tonelada es porcentualmente menor que si transportas uno que vale cien.

–¿La sostenibilidad medioambiental es cada vez más relevante?

–Es evidente que hay que racionalizar el uso de los fertilizantes. Partiendo de esta premisa, innovemos. La normativa europea empuja cada vez más, acabará por analizar los suelos de cada agricultor y diciéndole qué fertilizante puede aplicar y cuál no. Se parte de la base de que en el suelo hay recursos, pero el problema es que las plantas no pueden asimilarlos. La investigación va dirigida a desarrollar bioestimulantes, algas, determinados factores que movilizan esos recursos del suelo para que la planta pueda asimilarlos. De ese modo, se necesitará menos fertilizante tradicional. Hay una nueva ley en estudio, a punto de concluir, que tiene en cuenta este tipo de cosas. Pero al agricultor habrá que compensarle, porque disminuirá la producción. De lo contrario lo van a dejar y nuestra producción agraria acabará dependiendo de otros países.

–¿Los fertilizantes orgánicos, la reutilización de residuos, no es la respuesta?

–Cualquier fertilizante orgánico, de restos de cualquier ciudad, que se recoge y reutiliza, este tipo de cosas que están ahora tan de moda, tiene muchísimos más metales pesados que el fosfato. Es lo primero que le tienen que explicar a la gente. Todo lo que desechamos, lo desechamos precisamente porque no lo podemos consumir. Es el mismo caso que el de los purines de la cría del cerdo. Lo que pasa es que las cantidades son muy pequeñas y, aplicadas a grandes superficies, no tienen una especial nocividad. Los productos ecológicos están muy bien, porque no usan pesticidas, ni fertilizantes, aunque los procesos de control deberían ser mucho más estrictos. Pero si a ti te cuesta tres euros producir un tomate ecológico y cincuenta céntimos uno normal, ¿qué segmento de población puede permitirse pagarlo? ¿Un cinco, un diez por ciento? Si todos los productos fueran ecológicos, sería imposible alimentar a una buena parte de la población mundial. Por tanto, vamos a decirle a la gente la verdad: es muy bonito, pero sólo lo van a poder pagar los ricos, ¿qué va a comer el noventa por ciento restante? Demagogia pura.

–¿Afecta a la cantidad y también a la calidad?

–La calidad, el sabor es subjetivo. ¿Qué es calidad? ¿Es tamaño, el sabor, la imagen del producto? Si el tomate no sabe a tomate, no es por los fertilizantes sino por otras cuestiones. Se utilizan variedades a las que no les afectan determinadas enfermedades. Pierden calidad, pero hacen que se produzca el doble y el precio es la mitad. Al final, tiene que haber un equilibrio, como en todo.

“El coste energético en España es vergonzoso, a la gente hay que decirle que lo que está subvencionado se paga con todo lo demás”

–¿En qué momento está su empresa, DF Grupo?

–El problema de la industria nacional es que no tiene materias primas, hay que comprarlo todo fuera y está sujeto a la cotización del dólar-euro. Puedes ser muy competitivo, pero con un cambio desfavorable y los costes energéticos, laborales y medioambientales, te resulta imposible competir. Por eso, sobre todo a partir de 2008, los productores de materias primas se hacen con la industria europea, que ha acabado casi toda cerrada. La producción se concentra en los puntos de origen. Nosotros, a partir de 1987, cuando comenzaron las importaciones, trabajamos de la mano de la alemana BASF. Y, desde entonces, uno de nuestros activos más importantes ha sido la agilidad para adaptarnos, porque, por acuerdos políticos o por normativa, podemos pasar de importar el cien por cien a no poder importar nada. Y siempre hemos sobrevivido a estas situaciones. Hoy, en un mercado europeo totalmente maduro, que no da más de sí, el futuro pasa por la exportación y la diversificación. Hemos diversificado hacia actividades logísticas, ligadas a grandes graneles, a lo que conocemos y somos capaces de hacer de forma eficiente. Y también nos internacionalizamos. A finales de los noventa, comenzamos a trabajar en Portugal y hoy tenemos el treinta por ciento de la cuota de mercado. Por sus relaciones con distintos países de África, pasamos a Angola o Mozambique.

–¿Por qué África y no América?

–Porque confluyen tres condiciones estratégicas que no se dan en ninguna otra parte del mundo. Antes decía que las tierras cultivables son las que son, que tienes que fertilizar más para obtener más rendimiento y una mayor producción. África es la única excepción. Tiene tierras cultivables, pero es que, además, allí, el consumo medio de fertilizantes por hectárea es de veinte kilos. En España, Europa, Estados Unidos, en el mundo en general, en Indonesia, estamos hablando de dos mil kilos en algunos casos. Es cien veces menor en África. Un tercer factor importante: el mayor crecimiento de la población, exponencial, se está produciendo en África. Es donde más necesidad de producción hay. Y estamos hablando de alimentación, no de elaboración, hablamos de cereales o de maíz. El gran inconveniente es la situación geopolítica de la mayoría de los países. Podemos llamarlo inestabilidad, corrupción o de muchas maneras, pero la situación es complicada.

–¿Pero es estratégico a largo plazo?

–Está a quince kilómetros. Nuestros clientes, agricultores y empresas de Andalucía se han ido allí, a Marruecos. En este caso ya no hablamos del continente, sino de un país donde las explotaciones agrícolas son más rentables, se puede producir más y está aquí al lado. Y nosotros tenemos que ir donde van nuestros clientes. Marruecos tiene un potencial de crecimiento muy importante, una estabilidad a medio plazo muy superior al resto de los países y un plan de regadíos muy importante a diez o quince años. Está todo por hacer y tú puedes añadir valor y crecer. Y lo mismo pasa con Argelia. En América Latina, el coste logístico es importante. Allí, prácticamente no hay producción, solo hay distribución, es otro tipo de cultivo. Son propiedades mucho más grandes, latifundios. Es un negocio interesante, pero creo que esto lo dejamos para la siguiente generación.

–¿El negocio en España pesa menos en términos relativos?

–De lo que es el mercado accesible de fertilizantes agrícolas, en España estamos entre el dieciséis y el veinte por ciento. Es una cuota importante. Pero es muy difícil crecer, por eso estamos abiertos a movimientos corporativos, que nos puedan permitir ganar tamaño en un mercado maduro como este. No hay otra forma, los márgenes son muy ajustados.

“Tenemos un escenario impositivo brutal y eso provoca una sensación general de frustración”

–¿Cómo surge el negocio logístico?

–De la necesidad de diversificar. Tú puedes diversificar en un sector totalmente diferente, puedes –como nosotros hemos hecho– fabricar casas modulares o trabajar en la industria del automóvil o puedes diversificar dentro del sector que tú conoces en diferentes actividades. Nosotros tenemos que dar al cliente un servicio global. No le podemos decir al agricultor: tienes un montón en Tarragona, llevas un camión y vas a por ello. No, porque él quiere un producto, un día determinado y al mejor precio posible. Y tú, para hacer eso, tienes que optimizar toda la cadena logística. Nosotros cargamos en cualquier puerto del mundo. Hacemos todo tipo de logística. Por ejemplo, en Portugal, cada día llevamos a una fábrica de coches de VW cinco mil litros de un “coating” para la pintura, o arena a Sagunto para la industria cerámica o cereales para compañías de grandes piensos o alimentación. Lo único que no tenemos son vehículos, ni los queremos. Los transportistas son los más eficientes haciendo lo suyo, eso está externalizado.

–¿Las decisiones políticas les condicionan?

–Efectivamente. Tengo que decir, con todo el respeto, que no tengo nada contra ellos. Los empresarios no podemos significarnos demasiado, porque ellos pasan y nosotros permanecemos. He asistido a alguna reunión en París de la Comisión Europea y, al final, te das cuenta de que, desgraciadamente, se ponen en liza los distintos intereses, los de las personas que están en la comisión… Al final, son intereses comerciales que castigan, por ejemplo, en este caso, a todos los productores del norte de África. En esa reunión, un embajador, no citaré de qué país, dijo: “Ustedes no hacen más que ponernos inconvenientes, luego se quejan de que vienen aquí, a la Unión Europea, nuestros ciudadanos. Se quejan, pero no nos ayudan a crear nuestra propia industria, nuestro desarrollo. Pues sepan que, cada inmigrante que llega a Europa, tiene cinco familiares”. Tal vez las formas no fueran las correctas, pero su discurso tenía un fondo de verdad. Al final, los políticos viven de los votos. La opinión general es la de las ciudades. La de los agricultores, de los profesionales, tiene menos peso.

–¿En España, el marco legislativo es adecuado?

–Para responder a esas preguntas están las organizaciones empresariales. Pero sí quiero decir que el empresario es una figura injustamente tratada y con una imagen que no se corresponde con la realidad. Naturalmente, delincuentes y sinvergüenzas hay en todos los sitios. El marco legal para desarrollarnos en España como queremos es complicado. En fertilizantes tenemos un margen medio de un tres por ciento. Si el coste energético de cuatro o cinco euros en tonelada es superior al que tiene nuestro competidor al otro lado de Bayona, eso le da una ventaja decisiva. Es vergonzoso el coste energético, y todo porque al final somos muy ecológicos y hay que consumir renovables. A la gente hay que decirle la verdad, hay que decirle que, cuando aprieta el botón del aire acondicionado, la energía eólica y solar, que está tan subvencionada, se está pagando con lo demás. Eso sí que no es sostenible. Y todo por no tener una cesta energética en condiciones, como otros países. Y, al final, si hay un problema en una central nuclear, que con la tecnología de hoy es impensable, pues el aire pasa a través de los Pirineos. La política vive de los votos y los votos se consiguen diciéndole a la gente lo que quiere oír. Pero dile lo que cuesta, dile que, de este recibo de cincuenta euros, cuarenta pagan subvenciones de determinadas cosas.

–¿Y la fiscalidad?

–El escenario impositivo es brutal. Los impuestos que pagamos las empresas se van al cincuenta por ciento. Eso es confiscatorio. Y se te quitan las ganas. ¿Trabajo veinticuatro horas para qué? ¿Dieciocho horas para la administración y seis para mí? Oye, pues trabajo ocho y ya está. Esta mentalidad y esta sensación de frustración es general entre los empresarios. No necesitamos que nos pongan medallas, somos empresas con afán de lucro, pero no se puede confiscar a la gente, porque al final la estás desmotivando. Tenemos un tamaño de gasto público desbordado, diecisiete países en uno y un montón de cosas que no son sostenibles a base de presionar e incrementar los impuestos. Nadie habla de reducir gasto, sino de aumentar los ingresos. Y esto es un desastre.

–Hable del mercado laboral.

–No hay ningún empresario que prescinda de una persona si tiene un comportamiento normal, racional y no tiene ningún problema. Esto no existe. ¿Sabe lo que es empezar con una persona nueva, que aprenda, formarla? Pero, si te están diciendo: tienes que coger a alguien como mínimo una semana, no vale un día –no lo digo por nosotros, lo digo, por ejemplo, por la hostelería–, concluyes: si tengo que pagar el coste de una semana, en vez de cerrar a las diez de la noche, cierro a las ocho. El registro horario en Alemania directamente no existe. La gente quiere ganar más dinero, trabajar más horas, pero es que al final no las puede hacer. Y esto incrementa los costes. Es todo muy complicado.

–Y sigue queriendo ser empresario.

–Es un gen, es algo que se lleva dentro. Trabajar para uno mismo es muy bonito.

Los datos la empresa
  • EBITDA: 12,5 Millones
  • Ventas: 346 Millones de euros
  • 1,37 Millones de toneladas métricas
  • 290 Empleos

 

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