San Antonio María Claret es un santo a la medida de Dios. Pero también a la medida de los canarios. ¿Por qué?

Por un lado, Dios lo llamó y el hombre respondió a esa llamada. Se dejó invadir por la Palabra de Dios. Por otro lado, el carácter del canario es abiertamente cercano, descaradamente dado, pero, porque busca? El estar rodeado de agua imprime carácter. El hombre es más sencillo, es más dependiente, es más abierto a la sorpresa, consecuentemente, es más acogedor. Más acogedor.

Si acogedor, recorta todas las distancias. Con Claret pasó lo mismo. Desde siempre vivió la cercanía, sintió la necesidad de vivir las debilidades del otro. Nació para crear ambientes aquí, para después, llegar más allá? Es que traía a Dios en el alma. Y Dios, por ser Dios, está dentro, le está dando sentido a esta vida. ¿A qué vida?

A esta vida de relaciones que estamos viviendo. Por eso, hay que ser y sentirse niño. El niño espera ser otra cosa. Es un ánfora que hay que llenar. Ser niño, vivir como niño, apasionaba a Unamuno. Por eso gritaba a Dios, emocionado, esta oración: "Padre? achícame por piedad". Y nosotros, los canarios, la decimos más simplemente: "Hazme niño, por piedad".

Si somos niños, podemos comenzar a construir nuestras relaciones humanas y religiosas, con emoción, con confianza. Podemos recibir los mensajes de Dios y de los hermanos con fe, como niños. Claret, milagro de Dios, vino como creyente y como niño para meterse en la vida de los canarios. Y estos le respondieron. ¿Cómo? Siendo niños también. Sabían que tenían que recibir muchas cosas. Y las recibieron. Sabían que tenían que dar muchas cosas. Y las dieron. Se dieron cuenta de que Claret era tan sencillo y tan bueno, que pronto se sintieron interpelados por su manera de ser, de vivir y de predicar. Con el amor por delante, fue un misionero de la fe y de la esperanza. Y lo trataron como niño. Como el niño de Dios: Padrito. Se sintieron comprendidos.

Y el canario se vio conmovido por tanto niño como llevaba dentro. Y respondió con una expresión tan típica de esta tierra: "¡Mi niño! En 1848, en mayo-junio, en Agüimes, comenzaron a llamarle "Padrito", es decir, "mi Niño". La presencia de Claret en estas islas sigue urgente y viva. Tan viva que marcó una etapa imborrable en la historia religiosa de Canarias: antes y después. Por eso se le sigue recordando con fervor y con cariño. Como misionero de Dios y de los hombres.

Mi Niño, porque era bueno. Mi Niño, porque se dedicaba a amar a todos. Mi Niño, porque recorrió nuestros caminos con la ilusión de un niño sin detenerse. Mi Niño, porque descubría nuevos mares cuanto más caminaba, cuantos más canarios conocía, cuanto más amaba. Mi Niño, porque no dejó de caminar. Y como niño entendió a los canarios y estos lo entendieron a él, mutuamente. No podemos olvidar la "pasión" de Jesús por "lo niño". Es el mensaje que Claret trajo a Canarias Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y los abrazaba y los bendecía imponiéndole las manos. (Marcos 10, 13-16). Los canarios, tan abandonados -geográficamente por la lejanía, religiosamente por el jansenismo, socialmente por la pobreza- sintieron en el alma y en el corazón la cercanía y la ternura de Dios a través de Claret. Y se entregaron. Por eso Claret, aún hoy, es tan querido por el pueblo. Es Co-Patrono de la Diócesis de Canarias.

"Mi niño", le estamos diciendo ante esta memoria de Claret en Canarias. Una figuración del hombre-Claret y del creyente-Claret, el Padrito, con el bastón en la mano, metáfora del que no deja de caminar. Aquí se llama "regatón", acaso para saltar regatos, precipicios, dificultades. Después, la figura, la cabeza, abierta al aire para soñar. En esta figura caben los canarios. Y las líneas, abrazando a todos. Quiere decir que Claret era insaciable en su trotar misionero.

Para soñar en los canarios que él -canario- amó y los canarios -claretianos- que vendrían después? Es decir, nosotros? Y los pies del caminante, se hace camino al andar, el cuerpo sin cuerpo que no le impedía soñar en cómo ser niño y amar a los canarios, sin detenerse. Se hace camino al amar.

Todo este paisaje, interior-exterior, rodeado de palmeras esbeltas, clavadas en el cielo, sin dejar la tierra. En el cielo y en la tierra el Padrito se hizo "niño". La palmera, símbolo de lo canario y de la ilusión. Y el mar, tan cerca? Ante el mar todos nos sentimos niños, todos nos sentimos conmovidos, el mar tan de todos, tan universal. Y la fuente, justo en la mirada, surtidor de todas sus ilusiones, mirando al cielo, sin olvidarse del suelo. Y más allá y más acá, los canarios que gritaban con emoción al paso de Claret: "Padrito, mi Niño".

En marzo de 1848, a las 8 de la mañana, llegaba Claret al puerto de Las Palmas. Venía con los ojos asombrados de un niño. Porque era mucho lo que tenía que dar y recibir. Dos niños se contagiaron y vivieron la aventura maravillosa del Evangelio. El 25 de junio de 1884 nace el primer colegio Claret, en el Palacio Episcopal. Los claretianos se llenaron de niños. Ayer, colegio Apostolado de la Oración, Corazón de María; hoy, colegio Claret: Rabadán, Tamaraceite, Canalejas están llenos de niños. Miles de niños. Claret nos dice: "¡Mis niños!" Y los canarios responden: "¡Padrito, mi Niño!".