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Patrimonio El día a día en una calle histórica Patrimonio El día a día en una calle histórica

Perojo, una carrera hacia la inmunidad

Perojo ya es Bien de Interés Cultural

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La calle Perojo, declarada Bien de Interés Cultural (BIC)

El señor Alfredo Batista vive en el número 24 de la calle Perojo. Se acaba de ir a la frutería. "Él no tarda", grita Alberto Medina mientras arregla con meticulosa pericia el cabello gris de Graciliano Alemán, quien desde hace años acude a la Peluquería y Barbería Pepe, en el número 25 de la misma calle desde 1967. Tampoco la señora Idaura está en su casa, el número 40 de dicha vía. "Justo se acaba de marchar", asegura María del Pino Megías, titular de la farmacia situada en Perojo esquina con la calle Murga, mientras atiende a la señora Genoveva, quien se encuentra mejor de lo suyo. El escenario de la calle Perojo podría ser el de los años 50, de no ser porque ya no se oyen cloqueos ni balidos. "Ya no hay cabras en las calles ni gallinas en las azoteas", recuerda Batista con cierta nostalgia. Tampoco se vende leche en las esquinas ni se ocupan las aceras durante horas echando cuentos. Perojo ya no es lo que era, por mucho que el discurrir de su gente se empeñe en trasladarnos a épocas pasadas. Basta con alzar la mirada y detenerla en los disonantes edificios de seis y siete plantas, que arrancaron de cuajo pedazos de historia, rompiendo la estética del lugar, y dejándonos un fiel testimonio de que proteger la memoria no es siempre una prioridad. "Barbaridades como la de ese edificio gris no tendrían que haberse permitido", comenta Paco Manuel, vecino del área, mientras señala con notable indignación el número 18 de Perojo.

Aún así, esta emblemática calle mantiene el reconocible aroma de un barrio de los de toda la vida. No puede ser de otra manera teniendo en cuenta que bajo muchos de sus prominentes techos habitan las mismas personas que allí nacieron. Algunas nunca se marcharon, otras volvieron tras tener sus casas alquiladas durante un tiempo. Son las nietas y nietos de quienes las mandaron a construir hace ya más de cien años, cuando la expansión del siglo XIX tocó en la portada de Bravo Murillo para abrirse paso hacia el nuevo mundo.

La calle Perojo vino a materializar la idea de ciudad moderna, un impulso de renovación y un momento crucial para entender la historia de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. En ella se aprecia la mano de varios arquitectos: Laureano Arroyo (nº 20), Fernando Navarro (nº45), Rafael Massanet (nº35) y Miguel Martín (nº2), que levantaron fachadas de admirable riqueza ornamental, tras las que hicieron vida personalidades públicas como Fernando Ortiz Wiot, alcalde de la ciudad entre 1974 y 1979, o Rafael Molina Petit, ex concejal de urbanismo del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria entre los años 1989 y 1996.

La que Batista heredó, donde vive actualmente, la diseñó Navarro, en 1923, cuando sus abuelos, recién llegados de Cuba, la mandaron a construir junto a otras tres viviendas en la misma calle. Él, consciente del valor del patrimonio que reúne Perojo, hace muchos años se embarcó en la defensa del área, como integrante de la asociación de vecinos, fundada por Elsa María Martínez. Fue ella, con el apoyo de su hija Ana Fernández, arquitecta, y de algunos miembros de la comunidad, quien solicitó, en 1999, que la calle Perojo fuese declarada Bien de Interés Cultural. "No nos tomaron en cuenta. Es más, en el Ayuntamiento se rieron de nosotros diciéndonos que veníamos a pedir dinero", recuerda Batista. Su solicitud, lejos de guardar motivos económicos, se sustentaba en la necesidad de proteger el área ante incursiones inmobiliarias, reformas ilegales y actividades nocturnas procedentes de algunos bares, cuyo trasiego perturbaba la tranquilidad de un barrio de casas muy poco preparadas para soportar el ruido. "Cada día nos levantábamos con algo nuevo", asegura la arquitecta Magüi González, quien vivió en la calle Perojo durante varios años, y quien también formaba parte de la asociación. González cuenta cómo una mañana, al asomarse a las ventanas, vieron maquinaria de asfalto lista para sepultar los adoquines. "Conseguimos algo inédito, que se parase todo y se retirasen las máquinas", recuerda. Pero cuando no era el asfaltado, era el árbol de la plaza, que se planeaba eliminar, o la pintura de las fachadas, escogida al libre albedrío. En este sentido, a finales del año 2000 y principios del 2001, el artista internacional Facundo Fierro realizó una intervención cromática para recuperar y establecer los tonos en los que debían ser pintadas las casas y edificios, salvaguardando así la armonía cromática de antaño.

La protección de Perojo ha sido una carrera de fondo, que parece haber encontrado su más sólido sostén el pasado 16 de abril cuando el Gobierno de Canarias declaró la calle, y sus inmediaciones (las intersecciones desde Bravo Murillo hasta la Plaza Padre Hilario), Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de Conjunto Histórico.

A partir de ese momento, la comunidad, que recibió la noticia con orgullo, se debate entre el sosiego y la incertidumbre. Por un lado, podrán despojarse de la actitud defensiva en la que se han visto obligados a estar. Por otro, se preguntan si efectivamente la administración, tal y como apunta la legislación referente al Patrimonio Histórico Español, va a cubrir los costes de conservación. "Hacer cualquier tipo de modificación es más caro que comprar la propia vivienda", bromea Batista. "Nuestros abuelos tenían dinero, pero nosotros, sus nietos, vivimos de una pensión, y no podemos mantener estas casas", añade. José Angulo, del Perojo Café Bar, en la esquina con Murga, cuenta que, incluso antes del BIC, "el precio para realizar modificaciones necesarias, como aislar el ruido, sin romper la estética de la zona, era desorbitado". "Por eso necesitamos ayudas económicas", afirma Angulo, quien está a favor de proteger el área, pero no de que la conservación la pague la comunidad, ni de que la administración tarde tanto tiempo en resolver un expediente. Son dichas trabas, económicas y temporales, las que complican la venta de las casas en la calle Perojo. "¿Quién va a comprar una casa en la que no puedes modificar nada?", se pregunta el arquitecto José Luis Gago, para quien la sobreprotección de dicha vía va a hacer que "las casas se queden congeladas en el tiempo". Según Gago, el amparo del que ya gozaban algunas viviendas de Perojo era suficiente. "Antes de que fuese declarada BIC ya había orden de demoler casas porque la catalogación que tenían no permitía hacer ciertas cosas", afirma. Según él, la figura del BIC es extraordinaria y, por tanto, se debe actuar con cautela a la hora de utilizarla. "Si estudias los BIC por Comunidades Autónomas, es cuestionable que en Canarias tengamos tantos", señala, y bromea exclamando "¡ten cuidado que tu casa terminará siendo BIC!". Gago aclara que no se trata de despreciar el patrimonio, sino de "ser coherentes con lo que la administración puede asumir en términos económicos". "Si todo se declara BIC, ¿de donde sacamos tanto dinero para conservarlo?", pregunta.

Mientras para él la política de bienes culturales está perdiendo los límites razonables, Juan José Laforet, cronista de la ciudad, opina todo lo contrario. "Hay muchos BIC que quizás no deberían haberse declarado, pero no es el caso de Perojo". Eso sí, según Laforet, esta protección debería llevar consigo otras actuaciones para dejar patente y difundir la riqueza de la calle. Propone, por ejemplo, realizar conferencias sobre la historia de la vía, colocar placas informativas en los edificios, y escribir publicaciones y libros. "Se conoce poco sobre la historia de la calle Perojo. El BIC podría ayudar a que se investigue más. Es un trabajo historiográfico que aún no se ha realizado", asegura.

Además de las posibilidades de las que habla Laforet, es probable que Perojo, desde su declaración como BIC, traiga más de una alegría a los comercios de la zona. "Ahora, quizás los turistas vengan a la calle, porque siempre que pasean por San Telmo, siguen por León y Castillo, y se pierden la esencia de Perojo", cuenta Mara Perdomo, propietaria de El Antojito, un pequeño local de chocolates y otras delicias, situado en el número 36. También lo tiene claro Medina, el barbero, quien afirma que si el BIC incluyese peatonalizar la zona "sería maravilloso porque se crearía un punto de encuentro espectacular".

Y es que, quienes viven y/o trabajan en la histórica calle, sueñan con que este reconocimiento reavive la zona. Pero sobre todo, desean soltar las armas porque, ahora sí, digan lo que digan, tienen todas las de la ley para entonar, como Joan Manuel Serrat, que 'eso no se dice, eso no se hace y eso no se toca', porque el conjunto histórico de Perojo, y sus alrededores, son, al fin, intocables.

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