La Provincia - Diario de Las Palmas

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La nueva normalidad en la capital

El rastro, historias de supervivencia

El mercadillo dominical de la capital grancanaria retoma su actividad en el primer día de la nueva normalidad - Los feriantes agradecen volver al trabajo tres meses después

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Desescalada de la crisis del coronavirus en Canarias | El rastro vuelve a la normalidad

Dos centenares de familias dependen economicamente del rastro que se despliega cada domingo en la rambla Juan Rodríguez Doreste de Las Palmas de Gran Canaria, más conocida como Parque Blanco. La ciudad estrenó en la jornada de ayer "nueva normalidad" tras el fin del estado de alarma por la Covid-19. Niños y niñas volvieron a jugar en los parques infantiles y los gritos de "todo a un euro" resonaron una vez más en el mercadillo capitalino después de tres meses sin actividad.

"Yo ya me veía muy mal, me decía el otro día que como esto no abriera me iba a ver sin qué comer", señala Pedro Fernández Carmona mientras termina de doblar unos pantalones en su puesto del rastro. Los clientes llegan en forma de goteo, "la cosa está muy floja", repiten en cada puesto. "Porque soy conocido y tengo clientela, pero hay compañeros que se van a ir sin vender nada", añade este feriante. En su caso, cuatro miembros de su familia trabajan y viven directamente de los mercadillos, pero como bien recalca a sus nietos, que son todavía unos niños, también hay que alimentarles. "Estábamos comiendo pan de un día para otro, eso en mi casa era impensable, que siempre hemos sido de tenerlo fresco cada día en la mesa", resalta.

Fernández Carmona lleva toda una vida dedicada a los mercadillos, desde que era niño, resalta, pues sus padres, de etnia gitana y originarios de Málaga y Melilla, le inculcaron esta profesión. "A poco que venda, ya voy recuperando algo", apunta resignado. No obstante, aunque el rastro de la capital grancanaria no desplegó sus toldos y lonas hasta este domingo, hace ya un par de semanas que el de Vecindario ha retomado su actividad. Pero, tal y como indica este feriante, los ingresos no son nada parecidos a los de los meses previos al estado de alarma.

"La gente no tiene dinero", señala tajante un amigo de José Carmona Santiago, otro feriante del rastro capitalino. "Lo hemos pasado mal, sin ayuda ninguna", lamenta decepcionado, "nos hemos quedado a cero", prosigue. "Este mercadillo lo levantamos nosotros [la etnia gitana] cuando llegamos hace 50 años y nos decían los andarines porque íbamos de un lado para otro", relata mientras rebusca entre el montón de zapatos el par que necesita una de sus clientas. "Son buenos y a buen precio", reitera mientras enseña unas playeras a otro comprador.

Sin duda, el rastro capitalino está llenos de historias de supervivencia. De familias que viven al día y cuyo único sustento es el de vender ropa, calzado, artículos del hogar o casi cualquier cosa que a uno se le pueda imaginar de manera itinerante en los mercadillos de la Isla. En total, el de la capital grancanaria reanudó ayer su actividad con más de 200 puestos, después de un largo parón por el confinamiento. Pero el ambiente estaba algo desinflado. "La gente no se ha enterado", era una de las frases que más resonaba en boca de los feriantes.

"Sin esto nos morimos, dependemos mucha gente de este mercadillo y jamás se había visto algo así", recalca Ndiaga Diop, quien lleva más de 20 años acudiendo a esta cita dominical. "Nos hemos ayudado entre nosotros, hemos sentido lo que es la solidaridad", apunta. Y es que la colaboración entre feriantes ha sido esencial estos meses, en algunos casos para poder subsistir y llevar una vida digna. "Nos llamábamos entre todos para ver si nos faltaba de algo, de esto se aprende", añade.

Pero claro, tal y como resalta Diop, "el miedo sigue ahí". Aunque la situación sanitaria haya mejorado en el Archipiélago es importante no bajar la guardia, de ahí que el rastro arrancara este domingo con 250 botes de gel hidroalcohólico distribuidos por cada uno de los puestos, según informaron desde la concejalía de Desarrollo Local, Turismo y Empleo del Ayuntamiento capitalino. Es más, varios agentes de la Policía Local se encargaron de velar para que se cumplieran las distancias de seguridad y el uso obligatorio de mascarillas.

"Aquí hay más inseguridad, la gente no cumple las normas", apunta Cristina González, tras adquirir un par de bolsos para sus hijas en el puesto de Isabel Heredia. "Soy asidua al rastro, vivo en Tenerife pero vengo mucho a la isla y me gusta comprarle a ella", indica. "Vale la pena, la calidad es buena y ya la conozco", señala, antes de seguir mirando otros quioscos. De hecho, la feriante le asegura que la avisará por WhatsApp cuando llegue más mercancía.

"Lo hemos pasado bastante mal, pero por lo menos estamos vivos", apunta Heredia. Esta feriante señala que han salido adelante gracias a la ayuda de familiares pero también de los servicios sociales. Fueron demasiados meses sin actividad alguna. De hecho, muchos de estos mercaderes también cuentan con un puesto en los mercadillos de Arguineguín, Maspalomas o Mogán, pero, ante el cero turístico que todavía padece el Archipiélago, no hay expectativas de una reapertura inmediata.

"De la otra crisis salimos, vamos a ver de esta", apunta Rómulo Lanchimba en su puesto, donde tiene un poco de todo. "Los cruceristas dan mucha vida al rastro cuando vienen, por eso tengo cosas de artesanía", especifica. Es más, este es otro de los feriantes que normalmente acude también a las citas ambulantes de Arguineguín o Mogán, pero por el momento tendrá que esperar. "¿Para qué vamos a ir si no hay turistas?", se pregunta resignado.

Mientras tanto, ha encontrado una nueva línea de negocio made in cuarentena: mascarillas personalizadas. "Las hago con láminas de carpetas de plástico", señala Lanchimba. Los personajes de dibujos sobresalen en las pantallas de su particular escaparate, pero como bien detalla en un cartel informativo, las puede hacer con la bandera de España, Canarias, Venezuela, Senegal o Colombia, lo que le pidan, aclara. En su caso, agradece haber cobrado la ayuda por cese de actividad para autónomos, "pero hay gente que no ha cobrado nada estos meses, y eso es muy triste", indica.

"No hay ni una cuarta parte de la gente que suele venir", se lamenta Juan Cedrés. En su caso, lleva 23 años acudiendo cada domingo al rastro capitalino y, recalca, este es su único ingreso. "Ya para el próximo día nos ponemos en marcha", asegura. Y es que muchos comerciantes repiten una y otra vez que ha faltado publicida, de ahí la baja asistencia, aseveran. "Como no tengo ningún vicio he podido ir tirando, algún durillo tenía ahorrado; pero si esto hubiera seguido así, habría acudido a Cáritas", explica sincerado.

Cedrés lleva estas dos décadas dedicado a los libros. Entorno a su puesto se arremolinan de vez en cuando deseosos compradores en busca de una nueva aventura literaria. Como Álvaro, que tras ojear entre un montón de cómics de Asterix y Obelix decide comprarle un par a su hijo pequeño. "Tenía ganas de venir, pasas una buena mañana y ves siempre alguna cosa rara que no encuentras en otro sitio", comenta. Y es que en el rastro de la capital grancanaria se dan cita cada domingo cientos de historias de lo más variopintas. Ahora le da la bienvenida a la "nueva normalidad" y espera remontar el vuelo "poquito a poco", como repite Soledad, feriante, porque la cosa no está para menos.

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