El oro para el agente jubilado Gregorio Cabrera por su labor social con los colectivos más vulnerables de la ciudad es un reconocimiento que no perseguía y es que su intención siempre fue «disfrutar del trabajo» y conseguir dormir tras llegar a casa después de su jornada laboral. Se hizo Policía Local hace casi 30 años porque su esposa -que en ese entonces era su novia- lo apoyó para que tomase la decisión de ser funcionario del Cuerpo, pero también le impulsó su amigo y compañero Carmelo Hernández Suárez que también fue reconocido con una medalla de plata por el Ayuntamiento por su labor con las personas sin hogar.
«Me alegro mucho de haber podido servir a esta ciudad y haber ayudado a quienes he podido», agregó con emoción y mientras era felicitado por el resto de sus compañeros. Cabrera también ha querido dejar una lección a quienes se quedan en el Cuerpo y es «que hay que separar el trabajado de la vida personal» porque los que tienen esta profesión son propensos a sufrir «depresión y bajones anímicos» por lo que destacó que «hay que marcharse con la conciencia tranquila a casa y el trabajo hecho» porque así se lo inculcaron. Una de las cosas que recuerda de su carrera son las palabras de un alumno de prácticas que le dijo que llegó a él buscando un instructor y encontró a un amigo. «Antes nadie recogía a los borrachos de la calle pero un día conseguimos un furgón y con la ayuda de una ONG logramos ayudar a mucha gente», rememoró el agente jubilado que no cree «merecer este reconocimiento aunque la verdad es que para los capitalinos es un honor haberle tenido como policía.
