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Adiós a un histórico del Puerto

Muere Antonio Armas Fernández, el último gran naviero de Canarias

El presidente de Naviera Armas Trasmediterránea, visionario de la logística insular, profesionalizó el transporte marítimo en el Archipielago durante medio siglo

El naviero canario, en la terminal de pasajeros y mercancías del Puerto de Las Palmas. | | QUIQUE CURBELO

Antonio Armas Fernández, el armador que unió Canarias con sus buques de pasajeros y mercancías, falleció el martes, 15 de febrero, en su domicilio de manera repentina a los 77 años de edad. Durante más de medio siglo de actividad, Armas fue mucho más que un naviero: con su tesón y un carácter intuitivo que le permitía anticiparse a las grandes tendencias del transporte marítimo, logró convertir la empresa que su padre había fundado con un solo barco de madera en una de las mayores navieras de Europa. Lo hizo combinando ferris convencionales con barcos de alta velocidad que convirtieron las aguas del archipiélago en auténticas autopistas marinas, igual que 20 años antes lo había hecho estableciendo rutas de mercancías con horarios regulares que impulsaron la economía de las Islas, sobre todo la de las no capitalinas.

El último de los grandes navieros canarios –también marinero, con una pasión por el mar y la navegación que supo transmitir a sus hijos– había nacido en Las Canteras en 1946, cinco años después de que su padre adquiriera el Astelena con el que arrancó la empresa familiar. El pequeño Antonio creció rodeado de su familia entre la playa y el Colegio Claret, donde se formó, y tras viajar al Reino Unido se incorporó a la compañía a finales de la década de 1960. Por entonces, los barcos de Antonio Armas Curbelo eran ya una institución en el Puerto de Las Palmas, aunque el negocio estaba a punto de vivir su primera gran transformación.

Se incorporó a la empresa familiar a finales de los 60 e impulsó la llegada de los primeros ‘rolones’

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Armas Fernández llevaba ya algunos años en la empresa –había comenzado en 1968– cuando propuso al patriarca una apuesta que por entonces resultaba arriesgada, pero que a la postre acabaría estableciendo un modelo de transporte que facilitó el intercambio de mercancías en el Archipiélago y el comienzo de una economía canaria mucho más cohesionada que hasta entonces.

En sus viajes por el norte de Europa, el empresario había observado la eficacia de los rolones, unos singulares barcos en los que la mercancía entraba y salía rodando a bordo de camiones. Sus dimensiones eran bastante grandes en comparación con los viejos barcos de cabotaje que operaban en esos momentos en las Islas, pero al mismo tiempo sus posibilidades resultaban inmensas.

Armas Fernández tuvo que convencer a su padre, que no estaba demasiado seguro de su rentabilidad debido a su gran tamaño, y no tardó demasiado en demostrar que tenía razón. Las bodegas se llenaban en muy poco tiempo y las operaciones resultaban fiables y regulares, lo que permitía a empresas de todas las Islas organizar mejor sus existencias. «En cierto sentido, considero que un naviero tiene necesidad de asumir retos», aseguraría Armas Fernández décadas después al respecto de aquella decisión.

Los primeros rolones de Armas fueron el Volcán de Yaiza y el Volcán de Tahiche, denominaciones con las que la compañía hacía patente su origen lanzaroteño y su vinculación con el Archipiélago. También inauguraban una fórmula de elección de nombre que se mantiene hasta nuestros días, con referencias a paisajes volcánicos de las Islas que empiezan con la letra T, aunque la apuesta por Canarias iba mucho más allá de aspectos triviales.

En la década de 1990 incorporó ferris que transportaban tanto mercancías como pasajeros

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Con ocho camiones en cada barco y horarios fijos para las salidas y las llegadas, el transporte interinsular de mercancías quedaba consolidado para siempre gracias a los barcos de Armas. «La historia nos ha demostrado que vale la pena apostar por el optimismo, porque nunca han estado tan bien como hoy las comunicaciones marítimas en España, y en Canarias en particular», recalcó en la misma entrevista, publicada el año pasado con ocasión del octogésimo aniversario de Naviera Armas.

Armas Fernández recibió el relevo definitivo de su padre en 1973 y durante los siguientes años continuó ampliando la flota de rolones con nuevas unidades, cada vez con más capacidad de carga. Aun así, no todo resultaba sencillo: los puertos del Archipiélago no estaban preparados para las operativas con las rampas y la misma naviera tuvo que hacerse cargo de algunas obras marítimas necesarias para garantizar la seguridad de las operativas. «A pesar de todas las vicisitudes que acarrea una naviera de este tipo, hemos apostado siempre por dar lo mejor, por superarnos en cada pequeño paso de este largo camino», dejó escrito el naviero.

Antonio Armas Fernández, en su despacho en 2008. | | JUAN GREGORIO

La compañía continuaba creciendo en flota y actividad y en la década de 1990 ya era considerada como la principal naviera del Archipiélago, pero Armas Fernández sabía que no podía quedarse como hasta entonces. La nueva Naviera Armas –hasta entonces, la empresa había llevado el nombre de su padre o el de Líneas Armas– experimentó durante esos años la segunda gran transformación de su historia al incorporar barcos en los que no solo viajaban mercancías, sino pasajeros. La población del Archipiélago se animaba cada vez más a conocer otras Islas y los nuevos ferris facilitaban esa posibilidad, incluso llevando el propio vehículo a bordo.

Armas Fernández, al que sus amigos recordaban ayer como un visionario de la logística, nunca tuvo miedo a probar nuevas rutas, tipos de barco e incluso medios de transporte. Su naviera fue una de las primeras en aventurarse con barcos de alta velocidad en las Islas –lo hizo con el Volcán de Tauro, que no duró demasiado navegando en aguas canarias– e internacionalizó sus operaciones gracias a barcos como el primer Volcán de Teneguía, que le permitió establecer una red comercial en Mauritania y Cabo Verde. Incluso probó suerte en el transporte aéreo con Líneas Aéreas de Canarias (LAC), la primera compañía del Archipiélago que ofrecía vuelos chárter nacionales e internacionales.

Continuó trabajando hasta el último día, impulsando la próxima ampliación de su terminal

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No son las únicas pruebas del tesón empresarial de Armas Fernández, que poco antes del cambio de siglo arrancaba una línea de cruceros destinada a pasajeros canarios con viajes turísticos de ida y vuelta por las Islas. Siempre dispuesto a internacionalizar sus operativas, el naviero defendió el establecimiento de líneas con territorios cercanos como Madeira o Marruecos, aunque en ambos destinos las experiencias no resultaron como esperaba. En el caso del archipiélago portugués, la incursión acabó generando una sensación agridulce que solo se superó décadas después, cuando uno de sus barcos fue fletado por una naviera lusa para retomar la ruta entre los dos archipiélagos y el Algarve.

A finales de la década de 1990, la compañía ya tenía consolidadas las rutas de sus principales mercados, el canario y el del sur peninsular en sus enlaces con Ceuta, Melilla y el norte marroquí, por lo que durante los siguientes ejercicios continuó ampliando su flota. Las unidades de Naviera Armas se duplicaron en poco más de diez años con barcos que multiplicaban la capacidad de transporte de personas y mercancías. Ferris como el Volcán de Tindaya o el Volcán de Tamasite se incorporaron durante esos años y sirvieron para que el empresario fijara su mirada en una línea que hasta entonces solo cubría Trasmediterránea, la que enlaza Canarias con Andalucía.

Armas inauguró en 2011 una ruta entre las mayores islas de Canarias y el Puerto de Huelva, rompiendo de ese modo un monopolio histórico de la misma compañía que años más tarde acabaría en su órbita empresarial. Sin embargo, la naviera canaria carecía de un espacio propio en La Luz, su principal puerto. Pasó por muelles como el del Sanapú o el de Cambulloneros sin un edificio dedicado en la que los pasajeros pudieran esperar o realizar trámites, hasta que la Autoridad Portuaria le concedió la gran parcela de la dársena de África donde ha construido la mayor terminal privada de pasajeros de los puertos españoles con una inversión de más de 30 millones de euros.

La naviera canaria se hizo en 2017 con el 90% del accionariado de Trasmediterránea

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Mientras la construcción de la terminal avanzaba en el Puerto de Las Palmas, Armas Fernández le daba vueltas a la última gran transformación de la naviera. Con sigilo, negoció durante meses con Acciona la compra de más del 90% de los títulos de Trasmediterránea, la misma naviera en la que el armador había llegado a adquirir una pequeña participación durante su proceso de privatización. En octubre de 2017, la compañía canaria se convertía en la mayor de España con rutas en todos los principales mercados marítimos del estado y dos marcas tan reconocibles como respetadas entre el público, aunque los posteriores trámites ante las autoridades de competencia le obligaron a desprenderse, al menos temporalmente, de varias de sus rutas.

La nueva Naviera Armas Trasmediterránea, que ese mismo año comenzó a operar la primera ruta de alta velocidad entre Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife desde la desaparición de los jet foil, ha incorporado más fast ferries –el más reciente, el Volcán de Taidía, llegó a Canarias el año pasado– y ha podido recuperar algunas de las rutas de las que se tuvo que deshacer por indicación de las autoridades de competencia, pero también se ha visto especialmente afectada por las restricciones al movimiento promulgadas a partir de marzo de 2020 con el inicio de la pandemia.

Comunicado de la familia de Antonio Armas.

Comunicado de la familia de Antonio Armas. Digital2

La situación fue complicada para el grupo, aunque Armas Fernández logró cerrar un compromiso con los inversores de la compañía que garantiza la continuidad de Naviera Armas. A ello se le sumó, además, el acuerdo con otro armador histórico, Grimaldi, para transferirle cinco ferris y las operaciones entre Cataluña, la Comunidad Valenciana y Baleares, con lo que el armador logró garantizar el futuro de la compañía. Aunque la gestión de las operaciones cotidianas quedó en manos de un nuevo director general, Antonio Armas Fernández continuó hasta el último día trabajando para su empresa: fue su impulso el que facilitó que la naviera solicitara este pasado viernes ante la Autoridad Portuaria la ampliación de los terrenos de su terminal en el Puerto de Las Palmas para dar cabida a las operativas de Trasmediterránea.

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